"Aladín", con un gran despliegue visual
"Aladín, será genial". Libro de Marisé Monteiro. Música y letra de canciones: Patricia Sosa, Daniel Vila y Federico Vila. Diseño de escenografía: Alberto Negrín. Vestuario: Kris Martínez. Trucos de magia: Emanuel Gandolfo. Títeres: Román Lamas. Video: Maxi Vecco. Luces: Ariel del Mastro. Sonido: Osvaldo Mahler. Coreografía: Elizabeth de Chapeaurouge. Producción musical: Oscar Mediavilla. Dirección de actores: Rubén Viani. Puesta en escena: Ariel del Mastro y Rubén Viani. Intérpretes: Omar Calicchio, Cristian Giménez, Patricio Arellano, Gustavo Monje, Alejandra Perlusky y elenco. Dirección general: Ariel Del Mastro. Teatro Opera, Corrientes 860, sábados, a las 14.30 y 17, y domingos, a las 17. Entradas: de 15 a 50 pesos.
En este espectáculo se ha logrado un gran equilibrio en el despliegue de la puesta, en la distribución visual de la acción y en el ritmo. Tiene además efectos muy llamativos, una escenografía cambiante no solamente atractiva, sino ajustada al tiempo y lugar del relato, al igual que el vestuario. Títeres y muñecos diversos aportan la magia de los seres fabulosos de un cuento que tiene todas las posibilidades de la fantasía, y las escenas callejeras, sobre todo en la plaza, pintan una aparente realidad de mucho movimiento, con interesante planteo musical. Se trata de un trabajo de mucha coherencia en lo profesional, volcado en el género musical que se ha elegido.
La versión del cuento de "Aladino y la lámpara maravillosa", que lógicamente tiene que ser una selección de los muchos temas y episodios de las aventuras de Aladino, se acerca bastante a la que conocemos de la película y el show sobre hielo de Disney, en la que el protagonista es presentado como un chico pobre popular, y la princesa es una joven curiosa que escapa del palacio para saber más de su gente. Priva así el elemento romántico y la lucha de los dos jóvenes por salvar su amor.
Aquí también Aladín, que es ingenuo, es engañado, pero triunfa gracias a su ingenio y la solidaridad de sus amigos.
Se sabe que el cuento original es largo y complejo, que es un cuento para entretener, para durar, que necesita muchas explicaciones. En el teatro, que demanda síntesis, a veces se hace imprescindible elegir y descartar. Sobre todo, en el caso de los espectadores niños, que cada vez son más chiquitos.
La historia de la lámpara y sus poderes está superada por la historia muy convencional, pero siempre eficaz del romance entre la princesa y el joven del pueblo, amenazado por las ambiciones del malo de turno, sea Gran Visir, Primer Ministro o Hechicero. Esto lleva a que los efectos que aluden a la magia, pese a ser eficaces y de impacto, queden sin mucho sostén narrativo, como si los puntos del tejido se soltaran fácilmente. Eso ocurre un poco con la escena de la Cueva, en la que hay efectos y personajes (títeres) de gran presencia, pero que se anulan con las prioridades del héroe y del relato.
El riesgo de la extensión
La historia, condimentada con los efectos mágicos de Emanuel, la simpatía de Omar Calicchio (que hace un divertido genio lamentablemente de breve presencia), y el encanto de los jóvenes intérpretes, podría resultar más seductora para los niños si las canciones fueran más breves. Muchas escenas musicales encubren largos parlamentos que resultan incomprensibles de todas maneras y le quitan agilidad al flujo de la trama.
Contrariamente a lo que suelen durar los espectáculos para niños ( que apenas pasan la hora), "Aladín" dura su buena hora y media. Deslumbrante, cambiante, rítmica, con un pulso que no afloja, pero, tal vez, innecesariamente larga, puede apreciarse al final que ya ha perdido la atención de los chicos que ya no se preguntan qué pasa con sus héroes.
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