Días antes del estreno de School of Rock, una de las apuestas más fuertes de la cartelera teatral porteña para las vacaciones de invierno, el versátil artista conversó con LA NACION sobre cómo es ponerse en la piel de un personaje entrañable, que hizo famoso en cine Jack Black
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Agustín “Rada” Aristarán se encontró con su vocación los primeros años de su existencia y nunca la dejó ir. A los 12 años ya hacía magia y pasaba la gorra en los semáforos de su Bahía Blanca natal. A los 19, se mudó a Buenos Aires, donde estudió música, actuación y baile. A lo largo del tiempo, su pasión por la comedia tomó forma y Aristarán comenzó a vender sus shows en eventos y fiestas particulares. Luego de varios años en el under y con las redes sociales a su favor, “Soy Rada” se convirtió en uno de los standuperos más populares de Instagram y hoy sus casi dos millones de seguidores se muestran dispuestos a comprar un ticket, sentarse en una butaca y disfrutar en vivo de sus espectáculos.
Hace algunas semanas, el elenco de School of Rock brindó un pequeño show en el techo del Teatro Gran Rex para promocionar la producción que se estrenará este jueves 20 de junio. Con Aristarán a la cabeza, el elenco irrumpió en la rutina porteña y revitalizó la tarde con su energía arrolladora. “No vinimos a ganar, vinimos a dar un gran show”, arenga Dewey Finn (Jack Black) a su grupo de alumnos circunstanciales en la película de Richard Linklater. Aristarán comprende la potencia de esas palabras y, ahora desde el escenario del Gran Rex, hace lo suyo para interpretar con excelencia a ese entrañable músico frustrado en lo que será la gran apuesta musical de junio en la cartelera porteña.
—En la película School of Rock, Dewey Finn es interpretado de forma extraordinaria por Jack Black. ¿Cuál es el mayor desafío de ponerte en la piel de un personaje tan asociado a otro actor y esta vez en teatro?
—Estoy feliz de la vida. Estoy muy manija. Es en lo único que pienso y lo único de lo que hablo. Ensayo 24/7 y estoy muy ansioso. Sé que es un proyecto muy exigente. Mi personaje hace de todo: toca mucho la guitarra, canta mucho, baila mucho. Estoy casi todo el espectáculo arriba del escenario y además se suma el desafío de trabajar con tres elencos distintos de niños. Eso es una dificultad extra, no porque no lo puedan hacer igual o mejor que un adulto, sino porque hay que ensayar todo tres veces por los horarios que legalmente pueden cumplir. Además, al ser una franquicia inglesa, los dueños de los derechos son increíblemente exigentes. Nada puede correrse de lo que la biblia de lo que este espectáculo dice, de lo que está autorizado. Por supuesto que yo le voy a dar mi visión, mi forma, mi estructura a Dewey y cuento con la seguridad de tener un equipo de dirección muy potente.
—¿Cómo fue el proceso que tuviste que atravesar para que te seleccionaran como el personaje principal?
—El equipo inglés chequeó todo mi historial, tuve una clase de canto con ellos, revisaron todo mi currículum. Me dejaron claro todo lo que puedo y lo que no puedo hacer ¡con un nivel de detalle que nadie en la producción había imaginado! Son realmente muy exigentes y eso también me puso feliz porque quiere decir que ellos, sin conocerme y sin saber quién soy, confían en lo que yo hago. Por otro lado, también me genera un poco de presión. Hay mucha expectativa porque hay mucha gente a la que la película School of Rock la marcó, así que si no me da nervios es porque tendría que dejar de ser actor y ser contador.
—¿Te imaginas haciendo algo que no sea artístico?
—Si no fuese actor sería... ¡Batman! (risas). No me imagino haciendo otra cosa, no podría haber hecho otra cosa. Amo mi vida y amo lo que está pasando. Desde los 12 años que empecé a laburar con la magia y la música y todo lo que viene pasando es hermoso. La popularidad fue llegando pero si no hubiese llegado igual me la hubiese bancado siendo artista. Siempre me la pude rebuscar... Trabajé mucho en eventos y eso me daba placer hasta que las redes sociales me cambiaron la vida, sin duda. Busqué que la gente me conozca y que, en vez de contratarme para un evento, me compraran una entrada para ver mi show. La gente cree que yo aparecí de un día para el otro gritando en las redes sociales, pero todo fue muy de a poco. Tengo 40 años y trabajo desde los 12; fue todo paulatino y hoy me sigo sorprendiendo de las cosas que van pasando.
—¿Sentís que ahora que alcanzaste popularidad te pasan cosas de estrella de rock?
—¡Sí! ¡Tengo actitud y ropa de estrella de rock! Además, ¡voy a restaurantes y no me cobran! (risas). Me doy mis gustos...¡Ahora acabo de instalar un tobogán rosa adentro en mi casa! Miraba mucho Chiquititas que tenían un tobogán en vez de escalera y siempre quise tener uno así, que tuvieron que romper parte de la pared y hacer varias cosas para instalarlo pero ahora puedo decir: ¡Tengo un tobogán en mi casa!
—¿Qué es lo más extraño que viviste cuando hacías eventos particulares?
—Hice show en casas de gente con mucho dinero... No sé si eran narcos (risas). Pasaban cosas muy locas en esas casas de gente muy millonaria: yo iba y era el payaso, me sentía el juglar del rey. Siempre me trataron con respeto pero muchas veces me dio cagazo [sic], porque no sabía muy bien de qué se trataba el lugar... Si bien yo no veía bardo, sentía que estaba adentro de una película. Me ha pasado de estar en eventos en los que había gente con armas.
—¿Por qué tenían armas?
—En los eventos para gente muy millonaria, llamémoslo, gente que “trabajaba de viajar”, la gente de la puerta estaba armada. Todo eso me dio mucha calle. Trabajé en todo tipo de eventos, del que se te ocurra: para gente de mucho dinero, para gente de muy bajos recursos, para gente que ahorró toda la vida para festejar el cumpleaños de 15 de su hija, para un matrimonio que me contrató para actúe en el living de su casa mientras los dos cenaban...
—Si ese que hacía shows en cualquier lado ve tu vida hoy... ¿Sentiría que cumplió su sueño?
—Yo vivo en mi mundo, si me veo con los ojos de unos años atrás me diría: ¡Che, qué buena casa! ¿Qué problema podes tener si tienes un tobogán en tu casa? ¡Los mismos que tienen todos!
—¿Cuáles?
—Los problemas que tienen la gran mayoría. Aunque soy consciente que soy muy privilegiado. Laburo mucho para vivir de lo que me gusta y me lo gané. Hoy puedo elegir qué hacer y eso es un privilegio. Aunque lo cierto es que ya nací privilegiado porque nací en una casa donde me dieron mucho amor de movida y siempre tuve para comer. Nací en una familia súper laburante pero aún así soy consciente que eso fue un privilegio. Mi mamá es bióloga y mi papá es comerciante, pero tanto a mi como a mi hermano siempre nos apoyaron. Ellos me regalaron una caja de magia para una Navidad y así entré a este mundo. Amaba los circos y eso me adentró en el teatro, la música y la danza.
—Te sentís privilegiado, pero eso no te eximió de sufrir ataques de ansiedad...
—La exigencia, la ansiedad, los ataques de pánico, las enfermedades le pasan a los privilegiados. Tuve ataques de pánico hace muchos años, haciendo eventos, y me pasó hace un año y medio mientras hacía mi espectáculo en calle Corrientes. Esa última vez fue muy loco porque me pasó arriba del escenario y tuve que frenar y pedir disculpas y bajar...
—¿Lo sentiste como un autoboicot?
—Me di cuenta que había un montón de cosas que tenía que acomodar y dejar de hacerme el boludo [sic]. Creo que esa fue mi conclusión: tenía que bajar el ritmo y dejar de hacer cosas que no tenía más ganas de hacer. Olvidarme de los miedos que me hacían pensar “esto se va a acabar”. Yo creo que se me despertó el miedo de darme cuenta que ahora me están convocando de todos lados pero que, por ahí, en 20 años vuelvo a hacer eventos. Los artistas tenemos un ego que necesita que nos subamos al escenario para que nos aplaudan... Tenemos un montón de temitas para resolver. Muchas veces el escenario esconde una inseguridad de fondo. Laburo mucho mi ego, lo trabajo mucho y lo analizo mucho.
—Tu pareja, Fernanda Metilli, y tu hija Bianca también son artistas... ¿Cómo se manejan tantos egos dentro de una misma familia?
—Considero que tanto Fernanda como mi hija y yo laburamos mucho nuestro ego. Somos conscientes que lo tenemos y nos encargamos que esté bien colocado. Creo que tenemos un ego copado, no hay nada competitivo entre los dos y eso que los dos laburamos de lo mismo. Tenemos la suerte de que a los dos nos va muy bien. Yo aprendí y aprendo mucho de Fernanda. Ella es una campeona y desde que estamos juntos, hace 10 años, siempre aprendí mucho de Fer. Ella me ubica cuando el ego se me va. La terapia también ayuda: hice conductista, psicodrama, de todo.
Aristarán no se queda quieto: mientras se prepara para protagonizar School of Rock, en Spotify se pueden escuchar sus cuatro álbumes junto con la banda Los Colibriquis, participa de la segunda temporada de Chueco por Disney+, se pondrá en la piel del hermano de Cris Miró en Ella, la serie sobre su vida (que estrena el 23 de junio) y tiene en agenda una gira con Taran, su show de magia y comedia.
Para agendar
School of Rock, en el Teatro Gran Rex (Avenida Corrientes 857). Desde el 20 de junio, funciones de martes a domingos. Tickets en venta en TuEntrada.com
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