Adiós a más de un siglo de utilería
Como solía decirse en otros tiempos: la antigua y acreditada casa Puig, de utilería teatral, cierra definitivamente sus puertas en estos días, después de más de un siglo en esa actividad. Así lo anunció Arturo Puig, en privado, hace poco: "La fundó mi bisabuelo, que vino de Cataluña allá por mil ochocientos setentitantos; pero ya no da para más y he resuelto vender esta colección de objetos varios, entre los que hay verdaderos tesoros. Quince camiones de mudanza, colmados, los cargarán, rumbo a una concesionaria de automóviles desafectada, el único lugar suficientemente grande que encontré para exhibirlos".
En los programas de espectáculos figura siempre el rubro "utilería". El diccionario Espasa define: "Conjunto de útiles o instrumentos que se usan en un oficio o arte, o en un escenario teatral o cinematográfico". Los españoles suelen utilizar el vocablo italiano "attrezzo", y en inglés se dice "props". Utilero se llama al encargado de la utilería. Pocos espectadores reparan en ese rubro, como si los muebles, los adornos, las lámparas, los cuadros, las alfombras, las esculturas y los enseres que visten una escenografía hubieran estado ahí desde siempre. Rara vez alguien se pregunta de dónde vino el juego de sala Luis XV, o el arcón renacentista, o el juego de té de porcelana china, o las armas y herramientas de época, o los cubiertos con que comen los actores en escena, o los teléfonos que repican cuando lo marca el libreto.
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Muchos ignoran el esfuerzo que implica hallar la utilería adecuada. La mayoría de los grandes teatros del mundo, el Colón incluido, tienen utilería propia, guardada en vastos depósitos, además de sus talleres de restauración, tapizado, carpintería y yesería. Aunque cada vez aparecen más materiales sintéticos y máquinas que permiten reproducir, por ejemplo, un techo artesonado, una tapicería medieval o un par de pistolas del siglo XVIII, a veces el escenógrafo y el utilero deben salir a buscar, con desesperación, la inhallable lámpara antigua, o el samovar imprescindible en Chejov. A propósito de Chejov, cabe reiterar la célebre anécdota de Luchino Visconti, que postergaba indefinidamente un estreno de "Las tres hermanas", en Roma, hasta que apareciera una cajita de plata que simplemente estaría, con otras chucherías, sobre una mesa. Difícilmente el espectador advertiría la presencia de ese menudo objeto, pero Visconti insistía en que debía ser una cajita rusa del siglo XIX, para poner a los actores en situación, y no paró hasta encontrarla.
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El utilero experimentado debe, por lo tanto, saber dónde buscar (en los tres pisos de la casa Puig se apilan los objetos más heteróclitos), o a quién pedir prestada la lámpara Tiffany auténtica que el director se empeña en usar. Cuando los decorados se pintaban en trompe-l´oeil sobre papel o tela, la producción se ufanaba, en el programa de mano, de la autenticidad y riqueza de muebles y adornos. En Buenos Aires ha habido dos especialistas tradicionales: Puig y Marzorati. "En algún momento -comenta Arturo Puig- mi familia se puso de acuerdo con los Marzorati, o sus descendientes, para deslindar jurisdicciones. Puesto que mi bisabuelo había provisto de utilería a la famosa compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza (él era muy amigo del padre de la Guerrero), los fundadores del Cervantes, se convino en que nosotros seguiríamos trabajando con ese teatro, y Marzorati con el San Martín, donde creo que están todavía. Pero las circunstancias han cambiado, no puedo seguir la tradición y, muy a mi pesar, debo cerrar las puertas de esta empresa centenaria." Y concluye: "Hasta creo que por ahí anda un contrato de mi bisabuelo con los Podestá, allá por mil ochocientos ochenta y tantos".