A través de Foucault, Andrea Garrote pone luz a las zonas oscuras de la sociedad
La destacada actriz estrenó el unipersonal Pundonor, dirigido por Spregelburd
"Quizá vienen a ver si brindo algún show. Mi plan es decepcionarlos y no hacer nada fuera de las insípidas normativas de esta sex... universidad", dice la profesora Claudia Pérez Espinoza en el inicio de un largo monólogo destinado a un auditorio que el espectador tiene que imaginarse durante la hora de duración de Pundonor, la obra que acaba de estrenarse en el Cultural San Martín. En esos sesenta intensos minutos, Andrea Garrote interpreta a esa docente locuaz, sensible y bastante paranoica que vuelve a dar una clase luego de unos meses de licencia. Se supone que el tema es Michel Foucault, un filósofo dedicado a "iluminar las zonas oscuras de nuestra sociedad", como ella explica con convicción. Pero su agitado relato sufre continuas interrupciones, desvíos y momentos de profundo autoanálisis. Hay algo de lo que esa mujer busca redimirse, queda claro. Y en ese proceso se vuelve frágil, vulnerable, aunque también conserva arrestos de templanza y lucidez.
Garrote escribió el monólogo y le pidió a Rafael Spregelburd, con quien fundó la compañía El Patrón Vázquez allá por 1994, que lo leyera y le acercara una opinión. Y Spregelburd le ofreció dirigirlo, convencido de que tenía "una identidad y una potencia que están calcadas sobre las habilidades de Andrea". Para él, "el objetivo central era mantener vivo en escena un texto que ya me había atrapado en la lectura".
El propio Spregelburd montó hace un tiempo dos monólogos muy celebrados -Apátrida, doscientos años y unos meses y Spam- y dice que al principio no lo pasó del todo bien: "Como no tuve a alguien mirando del otro lado, se me hizo difícil durante los ensayos. Pero yo no vine a violentar la naturaleza de lo que escribió Andrea, por eso pensamos que lo de Pundonor es en verdad una codirección. La dirección en la que fue este montaje ya estaba contenida en su propia escritura".
Las lecturas de Foucault y del prólogo de Todo lo sólido se desvanece en el aire, en el que el filósofo neoyorquino Marshall Berman cuestiona a su colega francés, fueron dos fuentes importantes de inspiración para la actriz. ¿Cómo luchar contra la pulsión estática y el avance de la centralización del poder que nos asfixia habiendo perdido la inocencia, siendo conscientes de que somos reproductores constantes de los mecanismos del poder?, se pregunta ahora Garrote, con la obra en marcha. "Si no se puede modificar la realidad, ¿qué hacemos? -agrega-. Pensé en el drama de una mujer que es súbitamente desplazada de su cargo, algo que no imaginaba, y que entonces está obligada a replantearse algunos aspectos de su vida".
La puesta de Pundonor es austera (apenas un escritorio y un pizarrón), no le ofrece a Garrote muchas más chances que la de desplegar toda su potencia como actriz para llenar el espacio, para cargarlo de una energía electrizante que, notoriamente, no cesa en ningún momento de la obra. "Actuar sola es vertiginoso -señala-. Tenés que inventarte dónde hacer pie. Es como nadar un largo en el mar sin ninguna boya".
Cuando tenés otros compañeros en escena, ellos son las boyas. Acá tuve que inventarme pequeños detalles: dónde me paro, dónde hago una pausa... Y a partir de ahí me voy moviendo en ese enorme océano".
A los 46 años, Garrote es una de las actrices más sólidas y prestigiosas del teatro argentino. En 1999 ganó el Premio Trinidad Guevara a la Mejor Actriz de Reparto por su papel en La modestia, uno de los tantos trabajos que hizo en sociedad con Spregelburd. También es una experimentada dramaturga y directora. En 2007 escribió y protagonizó una sitcom desopilante titulada Mi señora es una espía, dirigida por Daniela Goggi. Se produjeron siete episodios que fueron emitidos por el canal Ciudad Abierta. Allí era Graciela Sedán, una espía de los servicios de inteligencia que ocultaba su identidad tras la imagen de una simple ama de casa de los años 50. Su performance en esa serie es tan virtuosa (en YouTube se encuentra parte del material) que obliga a preguntarse por qué no fue más aprovechada por el cine y la televisión. "Me dedico mucho más al teatro, pero si me llaman para hacer cine voy muy contenta -comenta ella-. Hice algunas apariciones breves, pero no mucho más. La televisión no me divierte mucho, así que no hice demasiado para conseguir algo. Me han ofrecido cosas, pero nunca algo que realmente me interese, salvo alguna excepción, como la de Entre horas, una miniserie para la TV Pública que protagonicé en 2012 con Agustín Rittano y que disfruté mucho".
Aunque aclara taxativamente que la profesora de Pundonor tiene poco que ver con ella, Garrote es docente y acaba de ser nombrada titular de la cátedra de Dramaturgia 2 en la Universidad de las Artes. "Voy a dar clase en bicicleta y jeans, tomo mate, no me parezco en casi nada a la Claudia Pérez Espinoza de la obra", subraya. A esa actividad le suma las clases de actuación, en las que suele proponerles a sus alumnos "pruebas que les permitan encontrar cauces artísticos y de pensamiento estimulantes que en otros espacios están más restringidos", según sus propias palabras. En ese rol, Garrote se autodefine como "una maestra de ceremonias de los chispazos que aparecen en esas pruebas de las que a mí me gustaría formar parte como actriz".
Pero ese espíritu lúdico que desea finalmente aparece en Pundonor, particularmente sobre el final de la obra, cuando todo empieza a desquiciarse y desemboca en una especie de "rezo sartreano, un hechizo en pleno ámbito académico", como ella lo describe. "En tanto las palabras no producen cambios, quizá lo produzca el cuerpo -apunta Garrote-. La profesora Pérez Espinoza parece tomar conciencia de eso y lo pone en marcha, al menos para no seguir trabajando solamente hundida en la desesperanza".
Pundonor
Dirigida por Andrea Garrote y Rafael Spregelburd
Viernes, a las 21; y domingos, a las 19.
Cultural San Martín, Sarmiento 1551. Entradas: 160 pesos.
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