Desde la experiencia de un actor ex combatiente hasta la propuesta del teatro a oscuras, el universo de la escena permitió la denuncia, la reflexión y el recupero de la memoria histórica sobre uno de los acontecimientos más traumáticos del pasado reciente de la Argentina
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Con la conmemoración del 40° aniversario del inicio de la Guerra por las Malvinas, vuelven a la memoria aquellos títulos con los que el teatro abordó la cuestión, con la mayoría de esas piezas generadas en nuestro país y con algunas experiencias conformadas más allá de nuestras fronteras como sucede con obras del Reino Unido o Uruguay.
Acaso Campo minado, la propuesta de Lola Arias que cruza lo performático con el biodrama, en la que se suben al escenario ex combatientes argentinos e ingleses, hoy en cartel en el Teatro San Martín, haya llevado al paroxismo la temática.
¿Cómo tocar un tema tan sensible apelando a la poética teatral sin convertir el texto en un panfleto y sin que la ficción manosee el dolor? A la hora de pensar en Malvinas desde la escena, han ido surgiendo diversas propuestas que apelan a los lenguajes más diversos para crear sentido.
En Buenos Aires, esta noche ofrecerá función Facfolc, un manto de neblinas, pieza escrita y dirigida por Fernando Locatelli que se podrá ver hasta fines de mayo en El Método Kairós. El texto, que fue editado por las ediciones del Centro Cultural de la Cooperación, se planta en 1978 y 1982 para cruzar las aberraciones de la dictadura con el conflicto bélico y la historia de un joven muerto en la guerra.
En Mar del Plata, el prestigioso actor y director Pedro Benítez ofrece Gurka, un frío como el agua seco, una profunda reflexión sobre el tema rubricado por Vicente Zito Lema que se verá esta noche en la sala de El Séptimo Fuego y a beneficio del Faro de la Memoria. En este caso, lo conmovedor de la propuesta se potencia con las resonancias imborrables de su intérprete, quien estuvo apostado como soldado en la Patagonia Argentina más austral en tiempos del conflicto bélico.
También en esta ciudad balnearia, el director Marcelo Altable propuso vivenciar Malvinas desde el teatro a oscuras con su obra 74 días, experiencia en la que el espectador, impedido de ver con antifaces en sus ojos y oscuridad, potenciará los sentidos auditivos, olfativos y táctiles que le propone el relato y sus disparadores sensoriales como el aroma a cacao, el frío y el goteo de la lluvia, mientras se cuenta la dolorosa estadía de los soldados en el frente.
Un centenar de obras se refieren a la cuestión, según la estadística del investigador especializado Ricardo Dubatti, curador de Novísima dramaturgia argentina, un valioso proyecto que visibiliza a autores menores a 35 años. Bajo el ala de ese proyecto surgieron Isla flotante de Patricio Abadi, De los héroes que no aterrizan en las islas de los cuentos de Pilar Ruíz y Los hombres vuelven al monte de Fabián Díaz y con una notable actuación de Iván Moschner.
Lisandro Fiks es el responsable de 1982, obertura solemne, desde donde toma el eje Malvinas para hablar de los fundamentalismos ideológicos. Ningún cielo más querido de Carlos Balmaceda, que contó con puesta de Rodrigo Cárdenas y se dio en dos temporadas en la sala de El Ópalo porteño, centra su relato en cinco kelpers que desean imponer el socialismo en las islas, todo un giro para pensar la temática.
El francouruguayo Sergio Blanco, uno de los nombres más interesantes entre la camada de autores que hoy rondan los cincuenta años, propuso El salto de Darwin y el actor, director y dramaturgo británico Steven Berkoff es el responsable de Hundan el Belgrano, material que también fue traducido por Rafael Spregelburd y que fue editado por la Editorial Losada de Buenos Aires. En Río Gallegos, ciudad en la que la guerra resonó íntimamente, Daniel Fernando Cabral generó la pieza Silencio ficticio. En 2011, Alejandro Tantanián dirigió Las islas, de Carlos Gamerro, en el teatro Presidente Alvear,
Con la perspectiva de cuatro décadas, el teatro sigue planteando acontecimiento y tensiones escénicas sobre la Guerra por las Malvinas buscando escudriñar sus resonancias geopolíticas y, sobre todo, tejiendo redes de pensamiento sobre las heridas indelebles con las que atravesó a la sociedad toda.
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