El ser nacional. Ese asunto tan debatido y que ha provocado a lo largo de toda la historia argentina encendidas polémicas es la columna vertebral de Trastorno, parte de un tríptico integrado por Muñeca (Armando Discépolo) y La farsa de los ausentes (Roberto Arlt) que Pompeyo Audivert completa ahora con una versión libre, y muy potente, por cierto, de El pasado, de Florencio Sánchez. El trastorno al que alude el título de la obra es ante todo moral. Y crece a la sombra de un secreto familiar siniestro, cuya revelación preocupa sobre todo a Rosario, el personaje femenino que Audivert interpreta con una solvencia y una magia admirables. "Rosario es una construcción que se inspira en una tía terrible que quise mucho", confiesa el actor, dramaturgo y director. "También tiene unas ráfagas de «ímpetu Urdapilleta» y mucho de un Juan Manuel de Rosas feminizado. Después de hacer El farmer, quedé tocado por esa fuerza convulsa que es Rosas. Finalmente, Rosario es un organismo teatral autónomo, una máquina de actuación donde convergen muchos niveles de identidad individual y colectiva. Me da un enorme placer hacer este personaje, siento que alcanza una magnitud desaforada que permite exceder los límites del realismo: un grotesco nacional degenerado".
A propósito de El farmer, la muy buena versión teatral del libro de Andrés Rivera que en 2015 Pompeyo protagonizó en el teatro San Martín con Rodrigo de la Serna, ya está programado un reestreno en el Teatro de la Comedia (viernes y sábados a las 22.30, desde el viernes 4) que lo tiene muy entusiasmado.
Mientras tanto, el alto impacto de Trastorno, su eficaz funcionamiento como maquinaria teatral lúcida y poderosa ha producido un resultado virtuoso: gracias al boca en boca, la convocatoria de la obra ha crecido como para hacer viable el agregado de una función. Había arrancado los sábados, y ahora se suman los viernes, una merecida puesta en valor de un espectáculo que, según define Audivert, pone al descubierto el carácter ficcional del frente histórico: "Por su impronta trágica y nacional, esta obra nos permite llevar adelante una operación más ambiciosa que la simple representación de sus vicisitudes. Yo la llamo «desocultar»", explica. "El teatro desenmascara al hombre histórico para abismarlo en su verdadera dimensión, el «ser» que no somos, el ser de estructura, el que queda olvidado cuando afirmamos ser la identidad singular del documento, del nombre, de nuestra biografía, o la plural que respecto de un nosotros refieren y estabilizan los libros de historia".
De acuerdo con las convicciones de Audivert, actor de larga y prestigiosa trayectoria que ya lleva 30 años de investigación al frente del Teatro Estudio El Cuervo (Santiago del Estero 433), el teatro contemporáneo ha entrado en crisis por haber perdido de vista su función poético-metafísica. "Nos hemos confundido y pensamos que el teatro trata los asuntos circunstanciales de los que habla una obra, del avatar, de la cuestión psicológica implicada en él como presunta profundidad. Entonces la cuestión metafísica queda relegada como telón de fondo, y el teatro pierde de vista su sentido, queda reducido a la superficialidad unidimensional del espejo".
El obstinado trabajo que Pompeyo lleva adelante desde hace tanto tiempo reconoce como antecedentes valiosos el circo criollo, el sainete y el grotesco. "Venimos de ahí, somos parte de ese registro de lenguaje extraordinario", asegura. "Es algo que llevamos en la sangre".
Trastorno, de Pompeyo Audivert. Con Pompeyo Audivert, Julieta Carrera, Juan Manuel Correa y otros. En el Centro Cultural de la Cooperación, av. Corrientes 1543. Viernes y sábados, a las 20. Domingos, a las 19.
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