Tato Bores, capítulo dos
Continuidad: apoyado en una atinada selección de materiales de archivo, el segundo programa de "La Argentina de Tato" ratificó lo bueno de la apertura.
En la búsqueda de nuevos vestigios que puedan explicar por qué, en un futuro improbable, un país situado en el extremo sur de América latina terminó desapareciendo del mapa, "La Argentina de Tato" hizo anteanoche, a las 23, por Canal 13, su segunda contribución a una tarea indispensable:el rescate de tramos selectos y valiosos de la memoria de nuestro país y de nuestra televisión a través de la mirada de un humorista notable.
La fórmula del falso documental instalado en el año 2499 no varía:la búsqueda se apoya en las supuestas investigaciones del arqueólogo Helmut Strasse (uno de los grandes personajes de Tato), que abre el rescate de grandes momentos de los programas del cómico, tomados del archivo.
La compaginación, a la que los hijos de Tato (Alejandro y Sebastián Borensztein) y Pedro Saborido le dieron sentido argumental, tuvo otra vez puntos muy altos. Tomando de nuevo, como apertura, un fragmento del monólogo 2000 (original de 1990), el programa apuntó a los largos períodos de inestabilidad política que vivió la Argentina en las últimas décadas.
La alternancia en el poder entre civiles y militares y la fuerte presencia política de las Fuerzas Armadas tuvieron presencia en segmentos de monólogos sacados de diferentes épocas y algunos sketchs notables, como aquel en que integrantes de servicios de inteligencia representados por Antonio Grimau y un jovencísimo Fabio Alberti (casualmente en el aire, a la misma hora, en su programa de Azul TV) se lamentaban por los tiempos idos, cuando el Falcon dejó de fabricarse.
No faltaron allí referencias a la forma en que Tato siempre jugaba con los límites de su humor de subido tono político en tiempos bastante complicados. Un ejemplo fue tomado del momento en que el general Roberto Viola, durante el último gobierno militar, era presidente. Allí, las palabras de Bores pasaron de decir que los argentinos estaban listos para encarar una serie de proyectos a rematar, directamente, con un "estamos listos". El programa tuvo otros momentos muy celebrados:dos intervenciones de Alberto Martín, primero como Monzer Al Kassar tratando de hacer buena letra dentro de un gigantesco pasaporte argentino, y más tarde al frente de un insólito partido político (el Frula) que buscaba su lugar en tiempos del "narcogate".
El impar Carnaghi
Los "investigadores" del falso documental enriquecieron con ingenio los rescates de archivo. Se destacaron José Sacristán, Héctor Larrea, Julián Weich, el notable Juan Carlos Mesa (también rescatado en su impagable cruce de chistes con el "tío Josei") y, sobre todo, Roberto Carnaghi, impar compañero de ruta de Bores y aquí convertido en un tal Mario Puzo, que desde la Universidad de Nápoles se interrogaba en forma hilarante sobre la accidentada convivencia entre radicales y peronistas.
Convivencia representada en los dos segmentos finales, cuando Raúl Alfonsín y Carlos Menem, sucesivamente, dialogan con el cómico. "¿A quién prefiere más, a Menem o a mí?", le pregunta Alfonsín a Tato, en tono confidente. "Usted me debe varios favores y aquí está la cuenta", le dice a su tiempo Menem, confianzudo.
Hay que lamentar la pérdida de material (como los tapes de los programas de Tato en los años 70) que hubiera sido vital para reconstruir en plenitud los temas elegidos, pero a la vez hay que reconocer que, como en el programa inicial, la selección respondió a criterios rigurosos, con un exacto contrapunto de efectos humorísticos que juegan, sucesivamente, entre el pasado y el presente.
Ytambién hay que agradecer, una vez más, que al humor y a la nostalgia se haya agregado, como en el programa inaugural, un instante de fuerte tono emotivo, esta vez en un encuentro a pura cordialidad entre Tato y Adolfo Bioy Casares.