Talento al servicio del musical
Jorge Luz y Beatriz Bonnet son -cada uno en su medida- instituciones del espectáculo argentino. En años de infancia, ambos pasaron por la academia, pero su mejor escuela fue haber gastado muchos zapatos en el escenario, que así se hacían en las carreras en otros tiempos.
Al revés que mucho actorcito joven que se pone neurótico apenas transita su primer éxito, ellos siguen disfrutando de su don envidiable de proyectar alegría, en el teatro y también en la vida: mientras posan en la vereda del Lola Membrives, se menean divertidísimos al ritmo de un son bailantero que emite la casa de música de al lado. No se pierden una.
Ninguno de los dos es -¿cómo decirlo?- mudo. A los permanentes latiguillos de Jorge se le suma la verba florida de Beatriz. La dama habla hasta por los codos, festeja las ocurrencias de su compañeros con grititos agudos de "¡ay, qué rico!" y, como quien no quiere la cosa, recuerda que el teatro Lola Membrives le trae imágenes muy gratas, de cuando protagonizó allí, en los años sesenta, "Mame", un musical que hizo historia.
"A veces siento que el escenario me queda chico -dice estallando en palabras-. En una obra de Moser, tenía una entrada a escena que estaba marcada con mucha fuerza. Así lo hice: un paso, otro paso, un tercer paso... y me fui abajo, a la platea. Caí divina, derechita."
De modo mucho más preocupante, Luz también se cayó hace poco en un escenario, desmayándose cuando terminaba su -es un decir- rutina en un beneficio en el Maipo. Noche infernal, con corte de electricidad y sin aire acondicionado. Ataviado como una vedette, fajado, sobre altísimos tacos y con un tocado en la cabeza, bailó y cantó dos enérgicas coplillas picarescas. Después, se desmadejó: "No me rompí la cabeza porque el tocado me amortiguó el golpe ¿Viste que las plumas sirven para todo? Nunca más semejantes tacones. De ahora en adelante la vedette Orquídea Pino saldrá en chancletas."
Pese a los golpes, la memoria sigue intacta: a dúo recuerdan que la última vez que trabajaron juntos fue en "La zapatera prodigiosa", en el irrepetible teatro Caminito que Cecilio Madanes regenteaba en La Boca.
Las dos trombas encajan armoniosamente y son la atracción central de "Mi mamá es una estrella", escrito y dirigido por Jorge Mazzini, con música de Angel Mahler y un reparto encabezado por Aníbal Silveyra y Florencia Peña.
El musical desarrolla, a golpes de racconto, la historia de una diva, interpretada por Beatriz. Su compañero de ruta, el más fiel de su vida, es un transformista (Luz) que la imita, que adora a su estrella y que la sostiene en todos los momentos (los felices y los no tanto) de su vida.
_¿Ustedes que hacían en la década del cuarenta?
Beatriz: ¡Qué rico! Estábamos con la mamadera (y remata entre carcajadas con un gesto contundente). Soy de la década del treinta, más de eso no te voy a decir.
Jorge: Yo hacía radioteatro, mucho tono, mucho López Lagar (lo imita maravillosamente). Hice todos los clásicos, todos los característicos, todos los tonos, voces de nene y voces de vieja. Era una especie de cucharita de botica, porque me llamaban para hacer de todo.
Anécdotas
Además de muchas otras cosas, Jorge Luz y Beatriz Bonnet son memoria vida de un modo de estar en el espectáculo, donde pesaba más la entrega personal que los artificios de la técnica y donde el oficio era la clave para saltar de un género al otro.
A poco del estreno de "Mi mamá es una estrella" (el jueves, en el Lola Membrives), sus protagonistas se dejaron llevar por el correr de la memoria: Papelón. "Cuando filmamos «La pérgola de las flores» (y Beatriz canta, a dúo con Jorge, aquello de «Yo vengo de San Rosendo pa` vivir en la ciudad») fuimos a presentarla a Moscú y a la por entonces Leningrado. Imaginate: en el ascensor del hotel me encontré a Sofía Loren vestida de rojo. Me aprendí un saludo en ruso, porque después de la exhibición teníamos que subir al escenario. Decía así (y larga una jerigonza que, si no es ruso, lo parece, y que le hace replicar a Jorge: "¡Que te recontra!"). La traducción es: yo estoy muy feliz de traer el saludo del pueblo argentino al pueblo moscovita. El problema es que cuando saludé en Leningrado, dije exactamente lo mismo. La gente puso cara muy larga, porque entre las dos ciudades hay mucha rivalidad."
- Técnica. "Me gustó grabar con Charly García -dice Jorge Luz-, fue muy lindo haber entrado en la onda de los chicos. A Charly le tengo mucho cariño, parece que se va a romper, que se va a quebrar (lo imita perfectamente). Lo hicimos rapidito en el estudio. Antes no había tanto micrófono ni todas esas cosas. En los musicales de teatro, cantábamos sin amplificación, a puro pulmón contra la orquesta. Lo que odio es hacer play back, como hacíamos en las películas con Los Cinco Grandes del Buen Humor. En «Mi mamá es una estrella» hay orquesta en vivo. ¿Cuántos músicos tiene? Seis, doce, qué sé yo. Vos escribí que está la Sinfónica, se quedaron en pelota pero pusieron la Sinfónica."
- Ingenuidad. "Hice clásicos, hice comedia, hice de todo, hice muchos musicales: «Mame», «My fair lady», más acá «Sorpresas». Si naciera de nuevo, me gustaría hacerlo en los Estados Unidos, porque allí hay muchos musicales: el teatro, los discos, las remeras y todo lo demás. No había todo el marketing que hay ahora y yo vivía,como siempre, en una nube. De la Columbia (¿existe ahora que todo es japonés?) me llamaron para grabar el disco. Y yo estaba tan dedicada al teatro, que me molestaba ocuparme de otra cosa que no fuera eso. Muy divina les contesté: «Miren, si quieren esperarme a que termine de hacer la obra en teatro, yo encantada». Todavía los ejecutivos de esa empresa se deben estar riendo."
- Adicciones. "Yo soy de Entre Ríos. Era una paisanita de no creer. ¿Sabés hasta que edad tomé la mamadera? Hasta los nueves años (y Beatriz salta en su asiento descostillándose de la risa). Me dejaba morir en una reposera y gritaba: «¡Mamá, tengo hambre!». Ella, pobre vieja, me traía una botella de vidrio con leche y té, una mezcla espesísima sin una gota de agua. Yo estaba fuerte como un tronco, todos los bigotes transpirados y blancos."
"Yo te gané, Beatriz -retruca Jorge-. ¿Sabés hasta qué edad tomé la mamadera? Hasta los 45 años, pero con la única diferencia de que mamá me ponía vino..."
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