Tadeys: una caótica, despareja y potente propuesta
Texto: Osvaldo Lamborghini / Versión teatral y dirección: Albertina Carri y Analía Couceyro / Elenco: Diego Capusotto, Canela Escala Usategui, Javier Lorenzo, Iván Moschner, Felipe Saade, Florencia Sgandurra, Bianca Vilouta Rando / Música original: Florencia Sgandurra / Iluminación: Sol Lopatin / Vestuario: Mónica Toschi / Escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez, Mariana Tirantte / Duración: 70 minutos / Sala: Teatro Nacional Cervantes / Nuestra opinión: buena
En la versión escénica de Tadeys, la inabordable novela póstuma de Osvaldo Lamborghini que dirigen Analía Couceyro y Albertina Carri, la Hiena Jones (Javier Lorenzo) y la Araña Ky (Diego Capusotto) están a cargo de un correccional en el cual convierten a machos alfas violentos en "damitas deliciosas", en "muñecas que no fallan". El proceso incluye interrogatorios y sumisión del deseo en un clima de violencia sexual y de clase.
A medida que avanza el relato van ganando presencia las "damitas pasivas" (se destaca Iván Moschner). En este caótico aquelarre escénico conviven coreos pop, microescenas de películas porno, el diálogo con personalidades famosas de la época, una escena pasional de una telenovela con Luisa Kuliok y Arnaldo André, un final operístico (y varios finales), el choque de diferentes estilos de actuación, un clima tan barroco como de kermés pueblerina y una película en la que Couceyro oficia de alter ego de Lamborghini. "Es nuestro deber tener secretos si somos Estado", se escucha decir desde unos viejos televisores en un pasaje. En otro momento de Tadeys, que fue escrita en los años 80, Jones se pregunta: "¿El Estado es hombre o mujer? Es hambre para todos".
La prosa, lo religioso, lo poético, los géneros menores, lo político, lo sexual, lo soez y lo trans conviven en esta fábula desbocada que tiene momentos atrapantes (esos textos en el cuerpo y en el decir de esos talentosos actores no dejan de expandirse) como escenas distantes en los que el espectador podrá sentirse perdido y hasta abrumado.
Tal vez se deba a la compleja adaptación escénica de un texto de este tipo sumado a un diseño escenográfico forzado como el mismo film que, si bien es perfecto en su realización, no siempre fluye con "el vivo". En la misma obra hay una especie de spoiler de una posible crítica: un personaje afirma que el autor es genial pero la obra es pésima ("insistimos en entender cuando no entender nos salvaría", agrega, por las dudas).
Aun con resultados dispares, es evidente que llevar este texto a escena demuestra gran valentía. ¿En varios momentos el espectador se sentirá perdido? Seguramente que sí. Tal vez sea cuestión de dejarse llevar, desprenderse de esa pulsión por pensar que "el entender nos salvaría".
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