Más rápido que una bala. Más poderoso que una locomotora. Ni un ave ni un avión. El ícono superheroico de todos los tiempos, Superman , cumple 80 años. Creado por dos adolescentes amigos de Cleveland, irrumpió en las páginas de la revista Action Comics Nº 1 en abril de 1938 (la fecha de tapa, junio, correspondía al mes en que el ejemplar debía ser retirado de la venta, de acuerdo con las costumbres de la época en los Estados Unidos). Casi de inmediato pasó a ser un éxito económico sin precedentes, una estrella multimediática, el modelo a seguir por la industria y mimado objeto de consumo planetario. Mucho más de lo que hubieran soñado el guionista Jerry Siegel (1914-1996) y el dibujante Joe Shuster (1914-1992), padres de una de las imágenes más reconocidas y reconocibles de la modernidad. En 1988, cuando el Hombre de Acero cumplió medio siglo, sus creadores concedieron una única entrevista a los medios de prensa argentinos. Hoy, treinta años después, LA NACION la recupera en exclusiva.
–¿Es cierto que Superman nació de un sueño?
Siegel: –Hasta cierto punto. Con Joe habíamos trabajado en dos fanzines: Science Fiction y Soap Opera. Nosotros los escribíamos, dibujábamos y editábamos. Mel Graff, vecino y gran amigo nuestro, además del excelente dibujante del Agente Secreto X-9, nos ayudó en algunas ocasiones. En esas revistas escribimos cuentos y ensayos, garabateamos nuestras primeras historias y nos hicimos amigos. En esa época surgió el concepto de Superman. Durante un sueño mío aparecieron los detalles necesarios para que la historia tomara forma.
Muy lejos del colorido paladín que hoy conocemos, y la imagen que tiene en sus películas (la más reciente de las cuales es La liga de la justicia), la primera versión de Superman fue la de un villano pelado (¿antecedente de su futuro archienemigo, Lex Luthor?) con poderes telepáticos. Siegel y Shuster lo utilizaron como figura central del cuento The Reign of the Superman, que editaron en el fanzine Science Fiction: The Advance Guard of Future Civilization Nº 3, en 1933. Ese mismo año, reformularon al personaje hasta transformarlo en un superhombre vestido con ropas de calle, bastante similar al protagonista de Gladiator, novela de ciencia ficción que Philip Wylie escribiera en 1930. Básicamente, un científico que inventaba un suero capaz de aumentar las capacidades físicas humanas, alcanzando la fuerza proporcional de las hormigas y la habilidad de salto de los saltamontes, las dos mismas metáforas que Siegel y Shuster utilizaron para explicar los poderes de Superman en su debut en Action Comics.
–¿Cuánto de Gladiator hay en Superman?
Siegel: –Los libros fueron siempre el gran apoyo de todo chico. Cuando uno es joven no lee líneas impresas escapadas de la mente febril de un escritor, sino que dialoga con los personajes. Salgari y Verne son maestros, los verdaderos creadores de la aventura con mayúscula. Debo haber leído Gladiator porque, en realidad, yo devoraba todos los libros que caían en mis manos, pero no recuerdo haber pensado en él cuando imaginé a Superman.
Shuster: –Los dos leíamos mucho. Doc Savage, Zorro, La pimpinela escarlata, La sombra, Bill Barnes, Tarzán y John Carter, de Edgar Rice Burroughs, todo lo que hoy se conoce como "pulp" y en nuestra época eran esas "pavadas que uno lee de chico". De esas lecturas surgió la figura de un superhombre que ayudase a los desamparados.
Siegel: –El primer Superman era un hombre común llevado al límite, no poseía poderes especiales, sus cualidades eran las de cualquier ser humano aumentadas un millón de veces o más. Lo que nos dio el sueño fue la explicación lógica: Un ser de otro mundo.
Shuster: –Lo tuvimos siempre delante de los ojos y no lo habíamos visto.
Siegel: –Hasta ese momento todos habían sido terrestres en otros planetas. La novedad de Superman fue invertir los papeles; y no sus superpoderes, como todo el mundo cree. En realidad, Superman no fue el primer personaje superpoderoso, basta con ver un poco los libros de mitología griega.
–OK. Tenemos los conceptos, llega la noche, un sueño y…
Siegel: –Me desperté sabiendo que tenía una gran historia entre manos y fui corriendo a casa de Joe.
Shuster: –Yo no estaba en casa y ésta es una parte de la historia que pocos conocen.
Siegel: –Joe no estaba en casa y entonces fui a verlo a Mel Graff, que me dijo que correspondía que esperara al día siguiente, fuera a lo de Joe y trabajara con él, porque la idea había sido nuestra. Dicho esto, tomó lápiz y papel y bocetó unas ideas mías para fijarlas y que no se perdieran.
Shuster: –Yo utilicé esos bocetos para lo que sería el primer dibujo de Superman. Estábamos eufóricos. Realizamos 150 tiras para la prensa en tiempo récord.
Siegel: –Pero nadie las aceptó. "Muy lindo, pero esto no vende" nos dijeron. Entonces las guardamos y decidimos esperar.
Todo por 130 dólares
Increíble pero cierto. Ninguna editorial se interesó por el Hombre de Acero. La propia DC Comics , actual propietaria del personaje, le dijo que no. Pero contrató a Siegel y Shuster para que llenaran sus revistas con historietas policiales, de terror y de aventuras en escenarios exóticos, tres de los principales géneros de la época. Hasta que en 1938, DC decidió lanzar al mercado una nueva publicación, Action Comics, y se encontraron con un hueco de 13 páginas que debían llenar con algo. Sí o sí.
Siegel: –Es historia conocida. Necesitaban una historieta para Action Comics. Fue Superman como pudo haber sido cualquier otra. Y nos compraron los derechos de autor y todas las tiras por 130 dólares.
–¿Todo por 130 dólares?
Siegel: –Sabíamos que lo que ofrecíamos era bueno, pero nunca imaginamos lo que pasaría después.
Shuster: –130 dólares era una buena cantidad de dinero para dos jóvenes de 17 años.
–¿Y de ahí en más, qué?
Siegel: –Desde el momento en que firmamos, todo ese trabajo dejó de pertenecernos. Es cierto que la historia de Superman tenía todavía muchos huecos, pero nosotros ya no podíamos llenarlos como queríamos. El editor era quien nos decía qué teníamos que hacer y cómo llevarlo a cabo. Superman dejó de ser un producto intelectual y devino un instrumento comercial. La radio y el cine ayudaron mucho también. "A la gente le gusta cuando Superman vuela: háganlo volar, que vende más. Cuanto más poderoso es Superman más le gusta a la gente, pues háganlo indestructible, que vende más. Superman es un éxito: una sola revista no alcanza, saquen otra, invéntenle un pasado, un futuro, una superfamilia. Vendan".
Shuster: –El afán de ganar dinero de los editores complicó y estropeó el desarrollo lógico que nosotros teníamos pensado para Superman.
Siegel: –Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, el ejército norteamericano pidió a la editorial llevar a Superman al frente porque eso levantaba la moral de los soldados. Por supuesto, no podíamos mostrar muertes de soldados norteamericanos o cómo pasaban sus días en las trincheras. Una caricatura de Hitler, un cañón nazi destrozado por la visión de calor y las ventas subían. El ejército estaba contento, la población no se enteraba de nada, los soldados seguían muriendo y en los Estados Unidos todo estaba bien.
Shuster: –Cuando terminó la guerra, los Estados Unidos eran los héroes del mundo y Superman, el prototipo norteamericano. Dos personas solas no bastaban para hacer las aventuras del personaje y progresivamente nos reemplazaron.
Siegel: –Primero agregaron más gente al staff de realizadores y luego prescindieron de nosotros. Al final, si te he visto no me acuerdo. Nadie nos daba trabajo y poco a poco nos fuimos abriendo del mundo historietístico.
Shuster: –Teníamos que comer, una familia para mantener y todo eso pesa. Te hace dejar tus sueños a un lado y te hace ver la realidad tal cual es. Te hace crecer.
La capa no se mancha
En 1947, Siegel y Shuster iniciaron acciones legales contra DC por la propiedad intelectual del Hombre de Acero, litigio que aun hoy –tras la muerte de ambos creadores– sigue sin resolverse de manera definitiva. Afectado por una creciente ceguera que terminaría por alejarlo de los tableros, Shuster dibujó algunos cómics de terror e ilustraciones sadomasoquistas. Por su parte, Siegel, aún en conflicto con DC, escribió (sin que se le reconozcan créditos autorales) algunas aventuras de Superman y Superboy, pero su mayor volumen laboral apareció desperdigado entre Marvel Comics (X-Men), Archie y Disney (Pato Donald).
En 1977, cuando Warner anunció el comienzo del rodaje de su primera adaptación de Superman y el monto de dinero dedicado a la producción del film protagonizado por Christopher Reeve, Marlon Brando, Gene Hackman y Glenn Ford, el historietista Neal Adams (que venía de revolucionar el medio con su trabajo en Batman y Linterna Verde y Flecha Verde) comenzó una campaña para que la DC (filial de Warner) remunerara a Siegel y Shuster, que estaban en la miseria, por su contribución al desarrollo y consolidación de la editorial.
Siegel: –Recién ahí se acordaron de nosotros. No porque reconocieran nuestro trabajo sino porque ese hecho manchaba la producción de la película.
Shuster: –Y entonces decidieron darnos 12.000 dólares anuales para que la gente no se enterara de las condiciones en que estábamos.
Siegel: –"Ayude a estos dos pobres viejitos que un día de 1938 inventaron a Superman. Vaya al cine, reconozca que el personaje es una creación intelectual especial y, sobre todo, deje en la boletería el dinero de la entrada". Es y fue todo una máscara para ganar plata.
Shuster: –Viejo y ciego no puedo darme el lujo de rechazar 12.000 dólares.
–¿Qué significa Superman para ustedes?
Shuster: –Es como un hijo que se independizó. Puede o no estar equivocado en lo que haga, pero uno lo acompaña porque lo quiere.
Siegel: –El otro día caminábamos por una plaza y le dije a Joe: "Sabés una cosa, el chico que está jugando en la hamaca tiene una remera con la S de Superman". Nos acercamos y le dijimos: "Eso que tenés en el pecho es nuestro". Y el chico nos dijo: "No, es mío". A los pocos pasos, Joe me dice: "¿Sabés, Jerry? Si ese chico tiene esa remera, es por algo que nosotros hicimos. Y eso no nos lo pueden quitar ni con 12.000 dólares".
(Super)héroe de la clase trabajadora
Conceptualmente hablando, el Superman original está tan lejos del Superman actual como el mundo analógico lo está del digital. Si bien la creación de Siegel y Shuster siempre fue un todopoderoso boy scout, no tenía nada que ver con su encarnación actual de semidiós de Kansas que vela por "la Verdad, la Justicia y el modo de vida americano", levantando la bandera de las barras y estrellas sobre su hombro. Pero lo más importante no es este detalle atento a las formas, sino la concepción ideológica subyacente en las motivaciones primigenias del personaje.
El primer Superman, antes que un acérrimo defensor de la ley, se asume como un gran administrador de justicia, algo que faltaba (y mucho y no solamente) en los Estados Unidos bajo la Gran Depresión. Un héroe que toma partido por la clase trabajadora, poniendo en evidencia los mecanismos de explotación implementados por el capitalismo salvaje de mercado.
Con mayor o menor profundidad, estas historietas de Siegel y Shuster inmiscuyen a Superman en cuestiones mundanas, notoriamente alejadas del campo de la ciencia ficción, directamente tomadas de las primeras planas de los diarios. De ahí la razón por la que Clark Kent es periodista. Los dilemas a dilucidar giran en esos comienzos alrededor de la violencia doméstica, la pena de muerte, la corrupción política, la precariedad laboral, la criminalización de la pobreza, la manipulación publicitaria, el alcoholismo y la intervención norteamericana en territorios extranjeros.
Queda claro, después de leer esas viejas aventuras, por qué la irrupción de este superhombre con conciencia social tomó por asalto la industria de las historietas, cambiándole su rostro para siempre. Superman representaba lo que cualquier niño o cualquier hombre hubiera querido alcanzar en el plano imaginario; y además tenía la capacidad (y el ejercicio del poder y la fuerza, que no son datos menores) para modificar el entorno cotidiano de sus golpeadas vidas urbanas.
Ahora bien, ¿cómo fue que este héroe devino guardián de los preceptos que empezó combatiendo? ¿Qué doblegó su brazo justiciero? La visión corporativa del mundo. La doctrina que le permitió a DC Comics quedarse con todo, dejando a Jerry Siegel y Joe Shuster con la gloria creativa, pero sólo un cheque por 130 dólares en el bolsillo.
Un festejo a la altura de su leyenda
No es ninguna novedad que los cómics viven hoy su mejor momento en el cine y la TV. Razón por la cual los 80 años de Superman comenzaron a festejarse oficialmente un mes antes, con el en su país de una ficción ambientada en su planeta natal.
Producida por David Goyer (guionista de las películas El Hombre de Acero y Batman vs Superman: el origen de la justicia ), Krypton cuenta la historia de los últimos 200 años del desaparecido planeta. Su protagonista es el abuelo de Superman, Seg-El (interpretado por Cameron Cuffe), empecinado en salvar el honor de su familia y evitar que el mundo vuele por los aires. El gran enemigo es un clásico de los cómics, Brainiac (a cargo de Blake Ritson), megalómano alienígena de piel verde que colecciona ciudades, tras reducirlas y embotellarlas.
En el plano impreso, Action Comics (la revista en donde empezó todo) publicará su número 1000 y tirará la casa por la ventana para festejarlo. Ejemplar XXL con ocho portadas distintas (una por cada década de vida de Superman) y un conglomerado de autores encabezado por Richard Donner (director de la Superman de Christopher Reeve), Geoff Johns, Jim Lee, Jim Steranko, Dave Gibbons, José Luis García López, Tim Sale y un larguísimo etcétera.
Sin embargo, la guinda de la torta corresponde al libro Action Comics 1000: 80 Years of Superman, recopilatorio de las mejores aventuras del Hombre de Acero que incluye una verdadera joya: un cómic de los años 40 que se había mantenido inédito hasta ahora ¿Sus autores? Jerry Siegel y Joe Shuster.
¿Cómo se hizo esta entrevista?
En 1988, Superman festejaba sus 50 años. Estando en contacto con Carmine Infantino, uno de los principales dibujantes de Batman y Flash; y editor de DC Comics en los años 70, le preguntamos si podía conseguirnos a Siegel o a Shuster para una entrevista. "¿Por qué Siegel o Shuster? –nos dijo– ¿Qué les parecen Siegel y Shuster".
Abusando de la generosidad de todos, triangulamos cartas, notas, preguntas y respuestas en un inglés muy pobre (de éste lado) y un castellano inexistente (del otro). Aceptando una propuesta del propio Siegel, editamos la entrevista de manera tal que pareciera que ambos creadores de Superman hubiesen estado juntos al momento de las preguntas y respuestas, aunque esa situación nunca se diera en la realidad, ya que les habíamos enviado el mismo cuestionario por separado a distintos lugares de Estados Unidos.
Publicada por vez primera en agosto de 1988 como plato central de Los 50 años de Superman, volumen fotocopiado y anillado con pretensiones de libro, esta entrevista es una de las pocas que Siegel y Shuster dieran en su vida, y la única que brindaron a la prensa argentina.
Supertrucho
Superman y la Argentina siempre se llevaron bien. Nuestro país fue el segundo en traducirlo al castellano, después de México; y el primero de Sudamérica en publicarlo, bajo el título de El Superhombre, en Billiken, a partir de 1939. Pero en febrero de 1965 el fervor fue mucho más allá de lo legalmente permitido. Aprovechando el suceso comercial que había caído bajo el dominio de la editorial mexicana Novaro, cuyos ejemplares de Supermán (así, con acento en la a) se distribuían continentalmente, la local Gente Joven sacó a los kioscos la revista Super Volador, con historietas de Superman realizadas en la ciudad de Buenos Aires, por autores locales y sin el permiso de la DC Comics.
"Jorge Alegre, el editor, lo pudo hacer porque en esos años no había Internet ni comunicaciones satelitales, de modo que el mundo era mucho más ancho y ajeno que hoy día; y a las productoras de los Estados Unidos. parecían no interesarle los pequeños negocios de paisitos como la Argentina. O, tal vez, se tratase de una estrategia tomada a modo de publicidad", recuerda Jorge Claudio Morhain, guionista de algunas de esas aventuras que le abrieron las puertas de la industria a un grupo de novatos que terminarían convirtiéndose en importantes creadores de nuestro noveno arte, como el propio Morhain, Horacio Altuna, José Luis García López y Gustavo Trigo, entre otros.
El menú de temas de Super Volador era bastante amplio: viajes por el tiempo y el espacio, científicos locos a la conquista del mundo, misterios policiales y de espionaje. En la más bizarra de sus historias, el Hombre de Acero y Luisa Lane llegan hasta la ciudad de La Plata tras una breve escala en Paraguay y Uruguay, para descifrar una serie de extraños robos contra las sucursales latinoamericanas de un banco estadounidense cometidos por invasores alienígenas.
De todas formas, la cruzada del apócrifo Superman duró poco. Tres números. "Llegó una intimación de los representantes argentinos de DC, amenazando con un juicio", cuenta Morhain. Alegre, preocupado, mandó retocar los materiales que estaban por entrar a imprenta, cambiando levemente el uniforme del paladín y rebautizándolo aleatoriamente como Capitán Tornado y Titán. "Más tarde –sigue Morhain– me pidió que creara de cero un superhéroe con el nombre de la revista: Super Volador". Y no le fue mal. Super Volador se mantuvo en actividad hasta 1971. Pero esa, claro, es otra historia.
Fernando Ariel García y Hernán Ostuni
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