...sueños son

En los tiempos en que la interpretación de los sueños más argentinos se resumía en la teología del peronismo y cuando todavía las mujeres locas eran las de los tangos, en una revista popular y de consumo masivo se urdió una notable fantasía intelectual. Fue en 1948, cuando la editorial Abril (entre paréntesis, fundada por una familia de exiliados italianos que huyeron del fascismo y de la muerte europeas) reclutó a una cantidad de libertarios extranjeros que dejaron un increíble sello en periodismo, literatura, entretenimiento, diseño y pensamiento.

Allí, en la revista Idilio, el italiano Gino Germani (luego, pionero de la sociología en la Argentina), el psicólogo social Enrique Butelman (con los años cofundador de la editorial Paidós) y la fotógrafa alemana Grete Stern llevaron adelante la sección "El psicoanálisis te ayudará". La reportera gráfica (en verdad toda una artista) ilustraba con fotomontajes sensacionales (por lo candorosos, por lo agudos, por lo irónicos) diversas explicaciones oníricas que aquel par de doctores embozados firmaban con el seudónimo de Richard Rest. En el momento en que ni siquiera se habían empezado a ordenar los divanes (que en nuestro país, posteriormente, se multiplicaron casi como los panes y los peces), estos locos lindos se anticiparon a su tiempo y escribieron una historia cotidiana en capítulos que una reciente (y estupenda) exposición en el Centro Recoleta reinterpretó y puso en un lugar de jerarquía y valor.

Cuando el sí de los novios era hasta que la muerte los separara, la revista Idilio era una de las más exitosas, con un sumario de notas del corazón, recetas para reinar en el hogar, historias de tristezas y heroínas y el novedoso género de las fotonovelas, con el que miles de mujeres cotejaban su lugar en el mundo. Allí, en esas páginas inolvidables impresas en sepia, alentados por un profesional de identidad improbable, mujeres comunes, casi siempre escondidas detrás de un seudónimo, desnudaban su alma y planteaban sus dudas, agitaban el encorsetado universo femenino de aquellos tiempos. Hay sueños de variada calaña, pero cada uno terminó siendo una pequeña obra de arte, por lo redondo e intencionado de los comentarios y, en especial, por las atrevidas composiciones fotográficas de Stern. La muestra es extraordinaria no sólo por la historia que recoge y por la valiosa búsqueda documental, sino por la sensación de que estos tres genios pícaros, artistas del todo y de la nada, se divirtieron como locos entrando y saliendo de las fantasiosas cabezas de los demás, se rieron de Freud, de los sueños y en especial de ellos mismos.

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