Sueños de infancia
Cinthia interminable / Dirección: Juan Coulasso y Jazmín Titiunik / Intérpretes: Eric Mandarina, Germán Botvinik, Juan Fernández Gebauer, Marysol Benítez / Creación: Los directores y los intérpretes / Iluminación: Mariano Arrigoni / Dirección de arte: Ezequiel Galeano / Sala: Beckett, Guardia Vieja 3556 / Funciones: los viernes, a las 23 / Duración: 60 minutos / Nuestra opinión: excelente.
Afortunados los que puedan sumergirse en esta experiencia arrobadora, es decir, los que se dejen tomar por estos mundos oníricos que tienen su propia -y rigurosa- lógica. Para que suceda el hechizo, no hay otro camino que aceptar el poder de un misterio que permanece aún después de terminar la obra (que en verdad no tiene ni principio ni fin, aunque sí va trazando un tenso arco narrativo). Sin embargo, es posible descifrar algunos contenidos de estos sueños que en parte reenvían al territorio de la infancia de sus jóvenes hacedores.
Porque más allá de los guiños evidentes -el típico acento neutro de doblaje de series que emplea el único personaje que habla en español, las frases hechas mechadas en su discurso, los nombres ingleses, el apellido que suena a alemán- hay en el transcurrir de este espectáculo tan minuciosa y refinadamente elaborado, algo que tiene mucho que ver con la libertad de la infancia que sabe abrir la puerta para ir a jugar creativamente, dejándose llevar por el juego, con el inconsciente a flor de piel. Solo que ese juego al que se entregaron mancomunados intérpretes y directores de Cinthia? los conduce al borde de abismos insondables a los que supieron abrirse con osadía, actitud sumamente perceptiva y la inteligencia poética de avenirse a lo que la obra misma les dictaba: ciertas coordenadas subterráneas que luego serían pulidas con harta paciencia y mucho amor por el material, hasta alcanzar una perfección formal que rarísima vez se puede apreciar en la cartelera porteña.
La figura del genial artista Bob Wilson -puestista integral, escultor- se puede citar como fuente de inspiración para la invención de un espacio intranquilizadoramente irreal, neto y despojado; también para el manejo del tiempo que se ralenta y acelera, sin responder a cronologías previsibles; y asimismo, algo del orden de la matemática y la geometría wilsonianas se infiltra en escenas alucinantes como la del solo de Margaret (incomparable Marysol Benítez, sosteniendo un pathos intenso e inmutable durante toda la pieza). Por cierto, Cinthia? se alimenta de otros referentes y los reprocesa, como determinados films de Stanley Kubrick y Quentin Tarantino. Amén de las influencias pictóricas en la necesariamente preciosista iluminación de estos depurados cuadros vivos que partieron del perfil del padre despótico (un rol que aportó su intérprete, el muy talentoso actor y músico Eric Mandarina).
Como se trata de una inclasificable obra interdisciplinaria, aquí coexisten bellamente distintas artes escénicas para desplegar estos sueños pesadillescos donde una familia tradicional tipo ya explotó al arrancar el primer cuadro: el padre descontrolado farfullando reproches e increpaciones, la madre y los hijos paralizados, anulados, convertidos en marionetas, sus expresiones trasfiguradas (denotando los actores y la actriz un entrenamiento y un grado de concentración altísimos). Hay un cuerpo anómalo en esa familia: Cinthia, una mujer en el cuerpo de un hombre, acaso el integrante del grupo ya inmolado previamente en aras del mandato patriarcal establecido, con sus reglas intolerantes.
Si la estructuración de la obra no es racional y se desarrollan otros lenguajes radicalizados sobre la escena, es evidente que Coulasso y su troupe tiene conceptos muy contemporáneos y esclarecidos para transmitir un ideario que cuestiona la violencia, la discriminación, las identidades fijas y binarias. Entre los méritos sobresalientes, debe mencionarse el arte y una banda sonora que incorpora sugestión atmosférica abriendo con un hermoso y melancólico nocturno de Chopin, prosiguiendo con las citas bíblicas de In the Beginning, las alusiones sobre irse a la deriva de Deep Water, la ingenuidad soñadora de Mr. Sandman. Y en el espléndido solo de la madre, el Brindis de La traviata de Verdi.
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