Al otro lado del viento: testamento fílmico a la altura del talento de Orson Welles
Al otro lado del viento / (The Other Side of the Wind, Estados Unidos/1970-2018) / Dirección: Orson Welles / Guión: Orson Welles y Oja Kodar / Elenco: John Huston, Oja Kodar, Peter Bogdanovich, Susan Strasberg y Robert Random / Duración: 122 minutos / Disponible en: Netflix
A Netflix se le ha cuestionado –muchas veces con razón– su escaso interés en la historia del cine. El énfasis puesto en sus producciones originales (ya sea de series y de películas) hizo que descuidara su relación con los cinéfilos. Por eso, debe reconocérsele al gigante del streaming un aporte como el que hizo al financiar la concreción, cuatro décadas más tarde, del proyecto más ambicioso y sufrido de ese genio tantas veces incomprendido que fue Orson Welles. Así, Al otro lado del viento finalmente vio la luz, primero en algunos festivales y ahora en la plataforma para que pueda ser disfrutado por sus casi 140 millones de suscriptores.
Es imposible explicar las formas y los alcances de Al otro lado del viento sin un mínimo contexto y eso es lo que hace el también notable documental de Netflix Me amarán cuando esté muerto, de Morgan Neville (A veinte pies de la fama, Best of Enemies). En 1970, Welles tenía 55 años y había pasado de ser el joven prodigio que a los 25 había fascinado al mundo con su ópera prima El ciudadano a ser considerado por los estudios de Hollywood como un artista loco, despótico, intratable, en el que no se podía confiar. Tras varios fracasos, el realizador de Sed de mal y El proceso se exilió en Europa, donde todavía se lo veneraba como un autor.
A fines de la década del 60 comenzó a surgir lo que se conoció como "El nuevo Hollywood". Los "barbudos" (Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Dennis Hopper, Brian De Palma) comenzaron a tomar el poder y Welles era para todos ellos algo así como un profeta, un mito viviente. Orson pensó que era el momento de volver y así, aportando dinero propio y luego recaudando fondos de productores iraníes y españoles, comenzó a rodar Al otro lado del viento. Fueron cinco años intensos, delirantes y –como ocurriera con varios otros de sus proyectos– todo terminó en un juicio y con las latas (más de cien horas de imágenes en color y blanco y negro capturadas en 35 y 16 milímetros) en una caja fuerte en París.
En 1985 Welles murió, pero dejó varias partes terminadas (como una extraordinaria escena de sexo dentro de un auto) y un sinnúmero de anotaciones, guiones detallados e indicaciones a sus colaboradores, como el director de fotografía Gary Graver o su discípulo Peter Bogdanovich, que también fue uno de los protagonistas del film.
Aunque a Welles nunca le gustó el término "autobiográfico", no es difícil adivinar que Al otro lado del viento es su película más personal, más íntima, más visceral. El personaje de J.J. "Jake" Hannaford (interpretado por el imponente John Huston), un viejo y alcohólico director en sus últimas horas de vida, está claramente inspirado en su propia historia.
La estructura tiene dos dimensiones que "conviven" todo el tiempo: por un lado, es una apuesta de "cine dentro del cine", algo así como un documental sobre la trastienda de un rodaje y sobre las fiestas (llenas de excesos) de la comunidad cinematográfica (Welles logró que participaran del rodaje no solo Huston y Bogdanovich sino también otros directores reales como Claude Chabrol, Paul Mazursky, Dennis Hopper y Henry Jaglom); por otro, la película que filman es algo así como una parodia al cine de autor europeo de la época, en la línea de El eclipse y Zabriskie Point, de Michelangelo Antonioni, o Persona, de Ingmar Bergman.
Es probable que muchos espectadores encuentren a Al otro lado del viento como un film algo caótico y desprolijo, pero esa apuesta por la improvisación, por la experimentación, por encontrar la esencia del cine en los "accidentes", las zonas menos controladas de un rodaje, fue precisamente el espíritu que abrazó Welles –quizás el prototipo del director independiente y aventurero– en esta película póstuma. Para destacar, de todas formas, el trabajo del editor Bob Murawski (ganador del Oscar por Vivir al límite) para darle sentido y coherencia a un rompecabezas con miles y miles de piezas.
En este sentido, el documental Me amarán cuando esté muerto resulta un complemento ideal para entender las búsquedas, los alcances, las dimensiones del megaproyecto de Welles, sus constantes problemas financieros y su complejísima realización (uno de los productores fue el hoy consagrado Frank Marshall).
Didáctico en el mejor sentido, el trabajo de Neville repasa la carrera del director, la conflictiva relación incluso con amigos como Bogdanovich, nos sitúa en su realidad artística en 1970 y –con el aporte de extraordinarios testimonios y materiales de archivo– y acerca a la intimidad de un rodaje que siempre estuvo entre los más míticos del séptimo arte.
Por todo esto y muchos otros detalles que el espectador irá desentrañando, el estreno de Al otro lado del viento (acompañado por Me amarán cuando esté muerto) resulta un evento insoslayable, un auténtico hito cinéfilo.
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