‘Stranger Things 3’ - Tres estrellas y media
Ningún programa de esta era de la televisión se ha inclinado tanto hacia la actitud "esto no es un programa de televisión; es una película de x horas" como Stranger Things . El pastiche de referencias nostálgicas al terror de los ochenta de artistas como Steven Spielberg, John Carpenter y Stephen King. Está implacablemente serializada. Y en lugar de referirse a una nueva entrega como Segunda Temporada o, como ahora, Tercera Temporada, las titulan como secuelas de películas: Stranger Things 2 y Stranger Things 3.
Pero mientras que esta noción de que las series pueden ser meras "películas, pero más largas" ha sido una plaga que ha llevado a muchos creadores a lodos narrativos de ritmo y estructura, Stranger Things ha logrado ser el ideal platónico de una película extendida. Sus temporadas son relativamente compactas -vuelve a los ocho episodios, después de los 9 de la anterior-, por lo que nunca dará esa sensación de tedio de Jessica Jones o Bloodline. Cuenta con un elenco cada vez más amplio de personajes coloridos que hacen que las cosas se sientan lo suficientemente vivas e interesantes como para merecer nuestro tiempo. Y sus creadores, los hermanos Duffer, tienen un gran dominio de clima y timing para plantar acciones en la trama que generen la dosis justa de suspenso, por lo que rara vez es aburrida.
Esta demorada temporada 3 es, en muchos aspectos, la que más se parece a una película. Su alcance es mucho más amplio, desde la mayor dependencia de los efectos especiales elaborados hasta la gran cantidad de extras en ropa de los ochenta en tantas escenas. (Lugares clave: la piscina de la ciudad, una feria del condado y, lo que es más importante, un centro comercial.) Netflix me ha prohibido divulgar incluso los aspectos básicos de la trama de la nueva temporada -como la identidad de los villanos humanos principales, que se presentan en la primera escena- pero si aún no estamos al nivel de "Daenerys hace cenizas a King's Landing", ya superamos por mucho la historia de los cinco nenes que se enfrentan a un monstruo en la escuela.
Siempre hubo un cierto grado de ligereza en este programa sobre cuatro nerds (Mike de Finn Wolfhard, Dustin de Gaten Matarazzo, Lucas de Caleb McLaughlin, y Will de Noah Schnapp) luchando contra los demonios con la ayuda de una chica telequinética llamada Eleven (Millie Bobby Brown). Pero al reubicar la acción de otoño a verano, los Duffer y sus colaboradores han hecho que el programa sea mucho más ligero. Más cosas suceden durante el día, y los personajes pasan más tiempo intercambiando bromas e insultos.
Los ribetes de comedia de David Harbor se exhiben de manera espectacular en los primeros episodios de la temporada, mientras lo vemos en el papel del Sheriff Hopper esforzándose por contener la incomodidad que le genera que su hija adoptiva Eleven se encierre con Mike en su habitación. La cara de Harbour es un mar agitado de expresiones de desconcierto. Es un placer verlo enloquecido por un típico rito de paternidad, el mismo que atraviesa Joyce (Winona Ryder), la madre de Will, lo que convierte su tensión sexual no resuelta en una disputa casi constante y divertida. (El hecho de que Ryder les recuerde a los demás lo gracioso que puede ser su tono irónico es otra muestra de su gran regreso, ¿verdad? Por favor ponganlo en todo lo que se pueda.)
Gran parte de la tensión interpersonal de esta temporada se debe al aumento de los niveles hormonales de la mayoría de los niños y niñas. Mike y Lucas se la pasan ofendiendo y pidiendo disculpas a Eleven y Max (Sadie Sink), mientras que el pobre Will quiere que todos dejen de besarse y vuelvan a jugar a Calabozos y Dragones. Dustin regresa del campamento de ciencias con una nueva y hermosa novia que vive en Utah, lo que lo deja mejor parado que a su amigo mayor Steve (Joe Keery), cuya mala racha le genera un sinfín de placer a su compañera de trabajo Robin (Maya Hawke, hija de Uma Thurman y Ethan Hawke). La hermana de Mike, Nancy (Natalia Dyer), y el hermano de Will, Jonathan (Charlie Heaton), enfrentan problemas en su relación mientras ella se avoca a su pasantía en el periódico local. Incluso la mamá de Mike y Nancy, Karen (Cara Buono), se involucra en el coqueteo con el irresistible hermano mayor de Max, Billy (Dacre Montgomery), el guardavidas hot de la piscina de Hawkins.
Todo esto hace un buen uso de la cantidad de tiempo que ya hemos pasado en compañía de estos personajes y la química que se ha desarrollado a lo largo de los años entre los actores. ¿Quién hubiera pensado, por ejemplo, que Dustin y Steve serían el combo más entrañable y entretenido del programa? (Y emparejando a los dos a su vez con Robin -Hawke se roba sin esfuerzo todas las escenas en las que se encuentra- y la atrevida hermanita Erica, interpretada por Priah Ferguson, crea un delicioso show dentro del show.) La ingenuidad de Eleven, quien fue criada en un laboratorio de ciencia del gobierno, siempre ha provocado choques culturales atractivos, pero la inexperiencia de Mike con las mujeres los iguala a ambos en inmadurez emocional, lo que logra resultados muy graciosos.
La trama finalmente se entromete, involucrando algunas pesadillas derivadas del Upside Down y un grupo nuevo y malvado que busca explotar esta brecha entre nuestro mundo y el otro. Pero todo lo que se habla de Demogorgons y Mind Flayers es casi irrelevante: un dispositivo de la trama necesario para dividir el elenco grande en grupos más pequeños y proporcionar un marco narrativo en el que colgar las abundantes referencias de la cultura pop de la serie. Esto último se siente un poco más desvergonzado de lo habitual, e incluye una figura al estilo de Terminator a quien un personaje se refiere francamente como Arnold Schwarzenegger, una escena en la que un chico malo parafrasea el diálogo de Duro de matar, y una cita descarada a la banda de sonido de Fuga a la medianoche que musicaliza un viaje de Hopper y Joyce. (Me emocionó tanto como me horrorizó la facilidad con la que pueden manipularme solo con una breve alusión a mi película favorita). También hay una broma recurrente sobre New Coke -la línea de Coca Cola que fracasó en los 80- que lleva a uno de los personajes a elogiarla a tal punto que se siente como el primer original de Netflix que presenta una PNT.
En términos de espectacularidad, esta es, por lejos, la temporada más impresionante, incluso si las secuencias de acción son un poco repetitivas. (Podés prever el momento justo en que Eleven va a llegar a salvarle la vida a uno de los buenos que está frente a una muerte segura). Pero el crecimiento de los personajes, ya sea a través de la edad o, como Hopper y Joyce, a través de aprender a lidiar con traumas pasados, se sienten diferentes y frescos, incluso cuando la historia recorre caminos repetidos.
El final detona la serie de maneras que podrían hacer que la inevitable cuarta temporada se sienta como un gran cambio, o que pueda deshacerse dentro de uno o dos episodios si los Duffer se sienten más cómodos con la fórmula que tienen. Las audiencias de las secuelas suelen estar felices de ver más de lo mismo, y eso es igual de cierto para la última entrega de una saga de un tanque hollywoodense, como lo es para la nueva temporada de un exitoso programa de televisión como Stranger Things.
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