Sotigui, el último emperador teatral
Made in Africa: consejero del emperador de Burkina Faso, es uno de los actores favoritos del prestigioso Peter Brook y debuta hoy.
"Le voy a contar una anécdota real:Peter Brook me llevó a París en 1983 para participar del espectáculo "Mahabharata". La obra duraba nueve horas y el texto original tiene 12 mil páginas. En esa experiencia trabajamos unos 10 años. Eramos 22 actores de 18 nacionalidades diferentes. Para mí era todo muy extraño, estaba compartiendo un trabajo junto a actores de teatro de mucho peso. Imagínese, yo vengo de un minúsculo país de Africa donde no hay status de estrella, en el cual el teatro nunca alimentó a nadie.
"Apenas -continúa- comenzó la investigación esos actores experimentados estaban muy preocupados porque el proyecto no funcionaba. Cuando terminábamos los ensayos se iban todos a beber. Yo no tomo, pero me quedaba con ellos hasta tarde para darles coraje. Sin embargo, terminé teniendo miedo. Brook lo notó. Me preguntó qué me pasaba y le dije: "Mi personaje se enfermó".
"En esa obra -relata- interpretaba dos papeles, uno era un ermitaño de 3000 años. Mi conflicto con ese personaje era cómo hacerle creer al público que tenía 3000 años y que no se rieran de mí en la cara. El otro personaje era muy particular:tenía la posibilidad de decidir la hora y el día en que iba a morir. Al mismo tiempo, era un sabio hijo de un rey y un dios. Mi problema era saber cuándo era rey y cuándo era hombre. Me perdía. Cuando se lo comenté a Brook pidió mi opinión. "En realidad -le confesé-, creo que cada ser humano tiene un poco de dios dentro suyo". Entonces, Brook me dijo:"Bueno, hacé eso"", se ríe con risa de dios y de rey.
Un dios y un rey de nombre complejo para cualquier argentino:Sotigui Kouyate. Su seducción, su personalidad y su talento lo convirtieron en uno de los actores favoritos de Peter Brook y en uno de los protagonistas de "The man who..." ("El hombre que..."), la pieza de Oliver Sacks que, desde hoy, se presentará en el Teatro San Martín, en el marco del II Festival Internacional de Buenos Aires.
Kouyate tiene un andar tranquilo, sin premuras. Pertenece a otra clase de actor. Del lobby del hotel sube hacia su habitación con una taza de té en la mano "porque arriba vamos a estar más tranquilos", propone. Trabajó en cine dirigido por Bertolucci y hasta formó parte del elenco de "Highlander". Es más, Brook lo conoció gracias a un film africano y hacia allí fue a buscarlo. Al poco tiempo, el actor se instaló en París para formar parte del prestigioso Centro Internacional de Investigación Teatral, que dirige el puestista inglés.
"Nací actor", cuenta tranquilo. Y su nací no remite a los modismos de aquellos actores que quieren resaltar su "abnegada dedicación a los escenarios". Nada de palabrería. El habla desde otro lugar. "Pertenezco a una familia de griot , maestros de la palabra, consejeros del emperador. Y el ser griot es algo que se transmite de padres a hijos", explica.
La tradición de estos seres de la cultura africana comenzó en el siglo IX y está ligada a los ancestros de este imponente hombre de casi dos metros de altura nacido en Burkina Faso, ex Alto Volta. "El griot -continúa- es el que hacía conocer la historia en tiempos en los cuales no había escritura. La palabra era su trabajo. Eran los guardianes de la tradición, un mediador. Cuidaba la marcha de las cosas." Por eso, para él ser actor "es una información que está en las venas", dice con un tono de voz que se parece al de un patriarca tribal. Y, como buen ser inspirado en la palabra, vale la pena escucharlo. "Para alguien que comprende el significado real del griot no es complicado integrar una compañía como la de Peter Brook. Porque Brook es él mismo una especie de griot que atravesó varias fronteras. Y como somos mediadores eso también forma parte de lo que hacemos en la compañía", narra este magnífico contador de historias.
Construcción en escena
A la hora de construir un personaje, Kouyate cree necesario redefinir qué es el teatro. "Cada uno de los grandes tiene su propio discurso. Todos dicen: "Mi método es el bueno, la verdad". Mi alegría es que, después de quince años de trabajar con Peter Brook, nunca leí un libro suyo que dijera "Método Brook". La sola verdad está en el juego. Los intérpretes, si se les paga bien, seguramente no van a negarse a trabajar con cualquier método. Pero lo fundamental es la reunión de esos seres humanos. En mi región decimos que hay tres verdades: la tuya, la mía y la verdad", se ríe.
El fotógrafo deja su cámara y se sienta a escuchar. Como buen contador de leyendas, él sigue su juego. "Actué en unos 60 films -dice-, pero en cada uno siempre fui yo más allá de hacer de otro. El peligro es que en ese meterse en un personaje quede una voluntad sin alma. Si sólo pongo lo cotidiano de mí mismo no alcanza. De mi cotidianidad ya estoy cansado, soy algo más que eso. Al actuar hay que poner el alma con amor. Eso ayuda a encontrar al personaje." A esta altura no hace falta pedirle que cuente cómo es trabajar con Brook, parecería casi cholulo . "Gracias por no hacerme hablar de esas cosas", dice cuando se entera de que el cronista confiesa haberse "olvidado" de Brook, de la obra o hasta de su propio apuro.
De todos modos, agrega un dato de su gusto: "Estoy en Buenos Aires gracias a que soy actor de Peter Brook. Eso lo sé muy bien. El es un gran griot ", repite esta mezcla de rey y sabio de 3000 años.
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