Sorprendió a todos con su estilo, trabajó con Tato Bores y desafía a la edad: Gabriela Acher, la todoterreno del humor
La primera humorista feminista que se animó a “fabricar y hacer una suelta de machos” recuerda su infancia, define a Gasalla y Tato Bores como “dos genios que el destino puso en su camino”, y habla de su unipersonal en el que sostiene que las nuevas generaciones corrieron el envejecimiento 20 años
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“Cuando sea grande quiero ser una persona que haga reír a la gente”, contesta con el inconfundible sello del humor que caracteriza a Gabriela Acher, mientras recuerda sus orígenes en su amado Uruguay. “Nací en Montevideo, en la ciudad vieja. Mi infancia estuvo signada por la continua asistencia a la sinagoga para ver oficiar a mi padre, Isaac Acher, un personaje importante en la comunidad judía sefaradí a la que pertenecemos, que era cantor litúrgico y oficiaba cantando con su hermosa voz de tenor durante todas las festividades judías, Yom Kipur, Rosh Hashaná, Pesaj, Zucot, Janucá…”, rememora.
“En casa también se celebraban, y esa era la oportunidad para que como familia cantáramos canciones del romancero gitano, ya que los sefaradíes no son otra cosa que los españoles echados de España y que quedaron por siempre con una nostalgia enorme de su tierra y de su música. Mi papá entonaba ‘Granada tierra soñada por mí' y lloraba, aunque nunca había estado allí”, describe.
Por supuesto, de inmediato habla de su madre, Tamar Mizraji de Acher, con idéntico cariño de hija. “Era una modista muy fina, de hecho siempre nos hizo a mí y a mi hermana una ropa divina, incluido mi vestido de 15, con un modelo re complicado que copió de la revista Burda. Ella estaba siempre preocupada por algo, así que años más tarde, cuando yo ya era humorista, la definí así: ‘Mi mamá me dejó este mensaje en el contestador: Andá preocupándote, después te explico’”, bromea, bien a su estilo.
Hasta que llegó a la Argentina ya como artista de la mano de Telecataplúm: “Ese maravilloso programa uruguayo de humor al que tuve la fortuna de pertenecer. El año en que yo entré ya era el segundo que salía al aire. El papá de Cristina Banegas lo compró para Canal 13 y empezamos a viajar cada quince días para grabar acá, y volvíamos al Uruguay. Todavía vivía con mis padres porque era menor. Y en el año 70 ya me radiqué en la Argentina definitivamente”.
-¿Cuál fue su primera oportunidad de trabajo artístico?
-Hice locución comercial para una agencia de publicidad. Era una época en que los avisos comerciales se hacían en vivo. Yo me presenté en una agencia y les dije: “Todas las locutoras que tienen son horribles, yo soy mejor”. Y me tomaron.
-¿Qué significaron Telecataplum, Hupumorpo y Comicolor en su vida artística junto a sus colegas uruguayos?
-Placer infinito y aprendizaje continuo. Sobre todo Telecataplúm, que fue muy diferente a los otros, porque tuvo libretos de Jorge y Daniel Schek, de lo más creativo que me tocó hacer en la televisión, y de los que aprendí a producir más adelante mi propio humor culto y elegante como el que ellos me enseñaron. Y por el que les estaré eternamente agradecida. En Hupumorpo tuve la alegría de trabajar con Juan Carlos Mesa, al que recuerdo con mucho cariño; y en Comicolor empecé a escribir mis propios personajes, Chochi la dicharachera, Lorena del valle, etc.
-Cuénteme cómo llegó a Antonio Gasalla y Tato Bores, capos cómicos con los que trabajó y mucho.
-A Antonio lo conocí en la década del 70 y nos hicimos instantáneamente amigos. Yo ya lo admiraba muchísimo y nunca le agradeceré lo suficiente la oportunidad que me dio de hacer esas dos temporadas maravillosas con él en el teatro Estrellas: Abajo Gasalla y Gasalla for export. Con él aprendí mucho, no solo de verlo actuar, porque considero que es, lejos, el mejor actor cómico de la Argentina, con un enorme talento natural pero además muy formado. Sino que también tuvo la generosidad de compartir ese conocimiento conmigo. Creyó en mí y me dio una gran oportunidad de lucimiento en su espectáculo. Años después hicimos para televisión una nueva versión de Esperando la Carroza. Una alegría poder trabajar con él.
-Hábleme de Tato.
-Lo conocí mucho más adelante en el año 89. Me contrataron para hacer un personaje de una encuestadora, ya que era época de elecciones. Los libretos para mí y el resto de los actores los escribían sus hijos Alejandro y Sebastián ¡Eran excelentes! Y como siempre sostengo son la clave de cualquier expresión artística. Porque sin un buen libreto es imposible para mí hacer humor. Y me hicieron lucir mucho. El personaje era una especie de desubicada y Tato siempre la echaba. Una vez se me ocurrió decirle: “¿Sabe lo que es usted, Tato? Un machista leninista!”. Les gustó tanto mi ocurrencia que empezaron a virar el personaje hacia una feminista rabiosa que terminó fabricando machos en una bañera con un polvito tipo de jugo y me hicieron ganar el Martín Fierro.
-¿Cómo los definiría a ambos?
-Dos genios que el destino quiso poner en mi camino, y por los que nunca agradeceré lo suficiente.
-No puede negar que fue la primera feminista en hablar de machismo en tevé, pensamiento que multiplicó en sus libros y sus espectáculos.
-Nunca lo negaría, es más, suelo decir que yo soy feminista desde una época en que más que una ideología era un prontuario.
-Además de ser actriz, guionista y humorista, escribió varios libros y hasta da charlas Ted, ¿en qué rol se siente mejor, porque todos tienen que ver con relatar experiencias?
-Donde me siento mejor es actuando en mis unipersonales, con textos escritos por mí, que salen de mis libros. Ahí pude juntar mi actuación con mi pensamiento y la satisfacción es total.
-En uno de sus libros, “Algo sobre mi madre”, analiza la maternidad como hija y como madre, ¿cuáles son las diferencias?
-Son notables. Lo sintetizo así: cuando era chica no había ningún respeto por los chicos. Ahora que soy grande, no hay ningún respeto por los grandes. O sea que yo, al respeto, nunca lo vi pasar. Me lo perdí de ida y de vuelta.
-Se separó del padre de su hijo hace muchos años. ¿Tuvo otros amores o parejas que prefiera recordar o mejor olvidar?
-No hablo de mi vida privada.
-Tuvo un hijo, Rodrigo, que le dio una nieta, Vera, hábleme de ellos.
-Son los amores más grandes de mi vida. Una bendición.
-¿Cómo fue que llegó a trabajar con éxito en España?
-Llevé mi personaje de Chochi la Dicharachera al programa de Chicho Ibañéz Serrador y le encantó. Cuando lo conocí le dije: ‘Chicho, soy Chochi, dichosa de estrechar su derecha’. Y me contrató. Chochi era demasiado parecida a Chocho, que es mala palabra en España, así que se convirtió en Charito Muchamarcha. Tuve que hacer todos los libretos nuevos porque es definitivamente otro idioma.
-¿De qué se trata “¿Qué hace una chica como yo en una edad como esta?”, el unipersonal que está haciendo en el Teatro Regina, todos los domingos a las 19? ¿Es la actualización del libro en el que supo hacer una “suelta de machos” y propuso un plan canje para cambiar un marido usado de 40 años por dos de 20, o simplemente propone reírse de las edades?
-Yo me hice el compromiso de ir acompañando a las mujeres con humor en cada etapa que yo fuera pasando. En “¿Qué hace una chica como yo en una edad como esta?” hago una especie de charla Ted en la que me dirijo a las generaciones de los 40, 50, 60 y 70, desarrollando una teoría acerca de que gracias a que estas generaciones se han divertido más que sus madres y abuelas, logrando correr el gen del envejecimiento 20 años para atrás. Por eso los 70 son los nuevos 50, los 60 los nuevos 40, los 40 los nuevos 20 y las de 20, todavía no nacieron.
-Usted cómo se lleva con el paso del tiempo?
-Bien, gracias.
-¿A qué colegas de ayer y de hoy admira?
-Antonio, Tato, Carlos Perciavale, Cecilia Rosseto, Mirtha Busnelli, Marilina Ross, Nelly Láinez, Carmen Vallejo, Pinti, Oscar Martínez, Les Luthiers, Osvaldo Miranda y Ernesto Bianco, con quienes tuve la dicha de trabajar en Mi cuñado. La lista es enorme, no caben todos en este reportaje.
-¿Cómo le resultó la experiencia de su programa propio, Hagamos el humor?
-Maravillosa y agotadora.
-¿Cómo analiza el avance y desarrollo del feminismo en la Argentina habiendo sido una precursora?
-Contentísima, porque no creí que me tocaría verlo en esta vida.
-¿Se arrepiente de algo?
-No, todo sirvió para crecer.
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