Sophia Loren y Carlo Ponti: el excéntrico amor prohibido que la ley no avaló, pero el cine sí
Lo que podía suponerse como un romance furtivo entre la actriz que tenía el mundo a sus pies y el poderoso productor fue finalmente una relación contra viento y marea, que se sobrepuso al castigo social en Italia y hasta a los múltiples galanes que se disputaron a la diva, como Cary Grant y Richard Burton
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La vida de Sophia Loren, la única y última leyenda viva de la historia del cine, se podría comenzar a escribir desde varios momentos distintos de su trayectoria y todos serían igual de impactantes y trascendentales. Su nacimiento, en 1934, en los albores de la Segunda Guerra Mundial; su infancia en su arrasado pueblo Pozzuoli donde “imperaba el hambre, el desempleo y los piojos”, como ella misma describió en su biografía Ayer, hoy y mañana; su primera incursión en el cine junto con su madre, como extras en el film Quo Vadis (1951); su primer Oscar, en 1961, como Mejor Actriz por el film Dos mujeres, o sus 17 días presa en Italia por una supuesta evasión fiscal, en 1982. Sin embargo, la mujer que en septiembre de 2024 cumplirá 90 años protagonizó en la vida real una historia de amor digna de ser contada, al enamorarse perdidamente de Carlo Ponti, casado, 22 años mayor que ella y que presumía de ser uno de los productores italianos más importantes del momento. Y lo que podía suponerse como uno de esos romances furtivos terminó siendo una paradigmática relación sentimental contra viento y marea, entre la actriz que tenía el mundo a sus pies y el representante poco agraciado que peleó por su amor ante celebridades como Cary Grant, Marcello Mastroianni, Peter Sellers y Richard Burton. Una disparatada, excéntrica pero verdadera trama de amor, que ni el mejor guionista se hubiese atrevido a escribir.
Sophia Loren y Carlo Ponti se conocieron una noche de septiembre de 1951 en el lujoso restaurante Colle Oppio, que quedaba justo enfrente del Coliseo, pleno centro de Roma, Italia. Allí se celebraba un concurso de belleza del cual Sophia no participaba pero al que había asistido como espectadora junto con una amiga y dos jóvenes que las acompañaban, porque según ella “las chicas de bien nunca salen solas”. A varias mesas de distancia estaba él, una especie de cazatalentos, que observaba el desfile buscando a quien le haga sombra a Silvana Mangano, emblema del cine italiano de aquellos años. Pero Ponti no se detuvo en ninguna de las concursantes y sí en aquella mujer de 1,74 metros de altura, rasgos marcados y escote prominente, que charlaba efusiva junto a sus amigos. Inmediatamente le envió una carta a través del mozo para que se presentara al certamen, pedido que ella rechazó sin dudar. Ante semejante negativa, Ponti insistió con una segunda misiva que la convenció gracias a la insistencia de sus compañeros, que le explicaron que podía ser positivo para sus deseos de convertirse en actriz. Sofia Lazzaro (su apellido artístico de ese entonces, porque decían “que su cuerpo resucitaba a los muertos”) terminó en segundo lugar y ante la firmeza del misterioso productor, aceptó dar un paseo por las afueras del restaurante, sin saber que ese sería el primer encuentro con el amor de su vida. Cabe mencionar que Sofía Constanza Brigida Villani Scicolone, tal como figura en su documento de identidad, se había presentado el año anterior a Miss Italia, donde ganó el título Miss elegancia, premio que la convirtió en una actriz de fotonovela, que iba construyendo su prestigio publicación tras publicación.
Por aquellos años, las mujeres italianas que marcaban la agenda eran Gina Lollobrigida, Sylva Koscina, la mencionada Silvana Mangano y Lucia Bosé (la madre de Miguel Bosé), de quién Loren confesó en diversas entrevistas: “Durante mucho tiempo, Bosé fue un ejemplo para mí. Era la protagonista de un cuento de hadas porque de empleada de una pastelería en Milán pasó a convertirse en una de las actrices más importantes de la época. Un sueño que pertenecía a todas las chicas de mi generación y que hablaba de renacimiento, gloria y felicidad”. El relato de Loren tenía asidero; ella y su madre habían escapado de su pueblo natal, Pozzuoli, cerca de Nápoles, en plena postguerra, donde literalmente no había qué comer. Una historia que cuenta de manera fidedigna en su film Dos mujeres, donde se muestra cómo muchas quedaban solas con sus hijos porque sus maridos habían sido asesinados en la guerra, eran abordadas en cualquier esquina y abusadas por los soldados que deambulaban por los pueblos. Pero eso era su historia: su presente la tenía como una efervescente modelo y actriz de 17 años que había cautivado al gran productor de 39, que veía en ella un potencial inmenso. Sin duda, un visionario.
El surgimiento de una leyenda
Al día siguiente en la productora de Ponti se concretaría el segundo encuentro. Sofía estaba en traje de baño frente a un fotógrafo que renegaba de su exótica belleza. En una entrevista a la RAI, recordaría: “Le decía a Carlo: ‘Es imposible hacerle fotos. Tiene la cara demasiado corta, la boca demasiado grande, la nariz demasiado larga’. De hecho, Carlo me sugirió que me retocara la nariz y me negué rotundamente”. La secuencia finalizó cuando un maquillador, en un artesanal trabajo, unió su rostro a una iluminación particular y tras varios cambios de ropa y muchos flashes, firmaron su primer contrato laboral. Por aquel entonces, Ponti se había asociado con otro influyente del cine como Dino De Laurentiis y todo estaba dado para escribir todos juntos las páginas más gloriosas del cine italiano. El nombre Sophia Loren surgió por recomendación del productor Goffredo Lombardo quien le dio un giro al apellido de la actriz sueca Märta Torén.
Los primeros años de relación entre Loren y Ponti no están rubricados. Ella era menor, él casado (con Giuliana Fiastri) y mujeriego (se dice que la engañó con Maybritt Wilkens, Marilù Tolo, Dalila Di Lazzaro y Julie Christie), por lo que la legalidad no los avalaba pero sí el cine y lo próspero de una unión sentimental y comercial. Uno tenía lo que hacía exitoso al otro y viceversa. “Tenía a mi lado a una persona que me entendía, que me escuchaba y me aconsejaba a la hora de elegir mis papeles, lo cual es fundamental para cualquier actor. Tenía mucho que enseñarme y yo quería aprender”, relató en su biografía publicada en 2014. Y cuenta ahí mismo que en pleno rodaje de La chica del río, a sus jóvenes 19 años, Ponti le regaló un anillo de diamantes como un guiño de compromiso a futuro, debido a que continuaba casado y en Italia estaba prohibido divorciarse y solo la iglesia decretaba el fin de los votos. Un dato off the record es que la historia oficial es solo para la prensa con el fin de evitar una superposición de fechas que los deje mal parados a ambos, ya que los primeros dos hijos de Ponti, Guendalina y Alessandro, nacieron entre 1951 y 1953.
Paralelamente al entuerto sentimental que vivían, entre gestiones de divorcio ante el Tribunal Apostólico de la Rota Romana y el estruendoso éxito del film La Strada, con el que ganó su primer Oscar a la Mejor Película Extranjera; la estrategia de marketing de Ponti era clara: hacer crecer a su nueva pareja. Y mientras Loren se proyectaba en películas cada vez más espectaculares, posicionarla como la contrafigura de Gina Lollobrigida fue el empujón mediático ideal, sobre todo cuando le dieron el papel que Lolo había rechazado en la tercera parte de la exitosa saga Pan, amor y…., un duelo que duró poco porque, a los meses, Sophia rumbeaba hacia Hollywood, donde la esperaba su segundo gran amor, nada menos que Cary Grant.
El primer film realizado por la intrépida Sophia en tierras norteamericanas fue una pequeña participación en La sirena y el delfín (1955), en el cual demostraría que su impronta encajaba a la perfección en ese elitista star system de época. Por ello al año siguiente filmaría Orgullo y pasión junto con Frank Sinatra y Cary Grant, dirigidos por Stanley Kramer. En esa película, realizada en España, conocería a sus ídolos de juventud, Lucía Bosé y al paradigmático torero Dominguín. Pero más allá de los nombres, los elogios y de una alfombra roja que ya la acompañaría por el resto de su vida, Loren cautivó a la estrella norteamericana, tres veces casado e incluso mucho mayor que Ponti. Cary Grant tenía 52 años y ella 22. Y aunque siempre haya negado el romance, la prensa consideraba un hecho la pasión que había nacido entre ellos y solo un pacto irrompible de amor con el productor italiano impidió que lo legalizaran.
Entre dos Adanes
En los años que Sophia Loren trabajó en los Estados Unidos, la grieta estaba planteada. Y si bien Ponti y Grant estaban casados, el norteamericano llevaba las de ganar porque en Los Ángeles el divorcio era posible, mientras que en Italia era una quimera. La decisión estaba del lado de la propia Sophia, quedarse en la selvática industria de los pesos pesados del cine o volver de la mano de su pareja a su natal península, que de a poco iba resurgiendo de las cenizas de la guerra. En medio de ese dilema filmaron juntos Hogar flotante, donde ella hace de sirvienta de Grant, un exitoso abogado. Claro, al irresistible Cary le faltó saber que Loren era italianísima y aceptó un casamiento legal con Ponti en México en una especie de operación blindaje, que no incluía el territorio italiano, por lo cual si ambos volvían, él iría preso por adulterio. En su biografía, aclara: “Cary pertenecía a un mundo que yo no conocía, que me daba miedo. Yo soy muy italiana, no podía imaginarme la vida en ese otro mundo al que no estaba habituada”. Las vueltas de la vida hicieron que el mismísimo actor la llamara años más tarde por teléfono para anunciarle que había ganado el Oscar a Mejor Actriz por el film Dos mujeres, ceremonia a la que no pudo asistir por una afección de salud. Era la primera vez en la historia que una actriz de habla no inglesa ganaba un Oscar; la Loren de esa época todo lo podía, desde rechazar a los hombres más fascinantes del momento hasta obsesionarse de amor con un productor que si bien la llevó a la cima del mundo desde lo profesional, la desprestigiaba desde lo humano.
El casamiento por poderes realizado en Ciudad Juárez, en 1957 a través de dos abogados cercanos a Ponti, hizo estallar a la prensa italiana. Tildados de adúlteros, pecadores y de traidores a la iglesia, Loren y Ponti tuvieron que permanecer en el exilio por miedo a caer en el artículo 556 del Código penal italiano que hablaba de la figura de bigamia. Ponti se exponía a una condena efectiva de hasta cinco años de prisión, mientras denuncias desde todos los rincones de Italia les llegaban a diario. La que más dolió fue una de la Asociación de Amas de Casa de Pozzuoli, ciudad a la que ella misma había puesto en el mapa internacional. Desafiando a la Justicia italiana, volvieron al país y, si bien siguieron juntos, no se mostraron en público durante mucho tiempo; vivieron en casas separadas hasta resolver la situación.
Todo era materia de debate en revistas y canales de televisión, pero la clave estaba en Giuliana Fiastri, la real esposa de Ponti, quien junto con sus abogados también buscaba la manera de disolver un matrimonio que ya estaba terminado hacía años. La solución que encontraron fue nacionalizarse como franceses los tres, Fiastri, Ponti y Loren, para primero divorciarse y dejarle el camino liberado a la actriz y al productor. Así fue que el 9 de abril de 1966 en Sèvres, Loren y Ponti sellaron legalmente su amor: “Francia nos concedió la nacionalidad honoris causa por nuestra aportación al cine mundial y Giuliana la obtuvo por matrimonio. Era tan absurdo que solo podíamos tomárnoslo a broma: una italiana conseguía la nacionalidad francesa por matrimonio para poder divorciarse de ese mismo hombre”, reconoció la propia Sophia ante la prensa internacional en aquel año.
Brutal exposición
La década de los 60 para la italiana fue de un nivel de exposición a la par de los Beatles y John F. Kennedy. Una estampida de películas junto con Marcello Mastroianni la convirtió en el ícono absoluto del cine italiano, cintas intercaladas en el exterior de la mano del mismísimo Charles Chaplin (La condesa de Hong Kong), Peter Sellers (La millonaria) y Charlton Heston (El Cid), la hicieron facturar por millones; mientras su hermana, Maria Villani Scicolone, igual de bella pero menos histriónica, daba a luz a su hija Alessandra, fruto del amor con Romano, hijo de Benito Mussolini. Pese a ello, sus desventuras amorosas no mermarían incluso estando casada con Ponti. A las continuas sospechas de amor con su clásico partenaire cinematográfico Mastroianni, le sumaba un desplante al propio Marlon Brando en pleno set de filmación.
Tenían todo; fama, dinero y prestigio, pero a Loren y Ponti les faltaba algo: herederos genuinos. La actriz quería tener hijos. Y la felicidad pareció llegar a sus 29 años, cuando quedó embarazada por primera vez. Todo en ellos era felicidad, pero algunos problemas físicos se interpusieron y el embarazo no llegó a término. Lo mismo sucedió más adelante. Gracias a sus importantes contactos, un médico suizo les recomendó realizar un tratamiento que les permitió tener a sus dos hijos: Carlo junior, nacido en 1968, y Edoardo, en 1973.
El matrimonio entre Loren y Ponti duró hasta 2007, cuando Carlo falleció, a los 94 años de edad. Un poco antes, en 1991, Hollywood le otorgó a la actriz su segundo Oscar a la Trayectoria Profesional, convirtiéndola así en la estrella máxima del cine italiano de todos los tiempos, junto con el realizador Federico Fellini. A sus 89, Loren tiene cuatro nietos y vive en Ginebra, Suiza.
A sus 89 años, reside en su mansión de Ginebra, Suiza, donde disfruta de sus dos hijos y cuatro nietos.
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