Sobre los chupamedias
Cuidado con los peligros de la alabanza desmedida
Si algo demuestra la historia es que, detrás de cada hombre o mujer vinculado al poder, siempre existió un círculo heterogéneo de aspecto cortesano, siempre dispuesto a aplaudir y festejar las ocurrencias y actividades de los poderosos. Son los llamados aduladores, también conocidos como obsecuentes y otras derivaciones; una suerte de seguidores insistentes del sulky del poder.
El Diccionario Español de Sinónimos y Antónimos de Federico Sáinz de Robles admite entre los sinónimos del término obsecuente: obediente, sumiso, dócil, zalamero y rendido. Pero en la lista no figura chupamedias y, en cambio, sí chupatintas , que no tiene nada que ver y es igualmente ofensivo, pero está dirigido a empleados administrativos mal dispuestos en la madre patria.
La mayoría de los argentinos sabe de qué se trata cuando se menciona el epíteto chupamedias , y no es necesario que el sujeto lleve una media tres cuartos a rombos colgada de la boca para comprobarlo. El chupamedias es parte de nuestra cultura y hasta tiene su propia definición: "Persona que intenta ganar el favor de otra comportándose de forma zalamera y servil", indica el segundo tomo de la Enciclopedia Ilustrada de la Lengua Castellana, editada por Sopena.
Mientras, en el primer tomo del Diccionario Enciclopédico Hispano Americano, de 1912, al chupamedias se lo considera "persona o cosa que sirve para encubrir lo que se quiere ocultar" y, además, "chismoso, enredador, soplón, alcahuete".
Históricamente, el adjetivo alcahuete fue usado para referirse a la persona que solicita a una mujer para usos lascivos con un hombre, o encubre, concierta o permite en su casa esta ilícita comunión. Y zalamería es, según el Diccionario de la Real Academia Española, "demostración de cariño afectada y empalagosa". En fin, chupamedias, olfas, alcahuetes, alcachofas, orejas, botones y correveidiles parecen llenar apretadamente la misma bolsa.
Dos orejas, una lengua
Los autores de El arte del insulto incorporan además el término hipócrita , voz derivada del griego, hypochrita, que en un principio significaba actor y no era peyorativo. Los autores, Luque, Pamies y Manjón, aclaran: "El hipócrita no sólo dice mentiras, sino que finge actitudes, intenciones, opiniones y sentimientos que no tiene, y nos traiciona con sus actos e intrigas". Los aduladores fueron motivo de observación y preocupación a lo largo de la historia. En el siglo IV antes de la era cristiana, el griego Zenón de Citio expresaba: "Tenemos dos orejas y una sola lengua para que escuchemos más y hablemos menos".
En épocas también lejanas, Plutarco afirmaba: "Los cazadores atrapan las liebres con los perros; muchos hombres atrapan a los ignorantes con la adulación". Y Jenofonte refería: "La alabanza es el más dulce de los sonidos".
Siglos después, el francés Jean de la Fontaine sentenció: "Todo adulador vive a expensas del que lo escucha". Y Fray Benito Jerónimo Feijoo consideraba: "Para el que ama la lisonja, es enemigo quien no es adulador".
Más cerca de nuestros días, el poeta inglés George Chapman expresó: "Los aduladores se parecen a los amigos como los lobos a los perros".
Signo inequívoco y referente de la alcahuetería española y de la literatura universal, Celestina, el personaje central de la obra de Fernando Rojas, exclama con furia y tristeza: "Me llamaron hechicera, alcahueta, vieja falsa, barbuda, malhechora y otros muchos ignominiosos nombres".
Los chupamedias no respetan las fronteras. Los ingleses dicen que "cuando se reúnen los aduladores, el demonio sale a comer". Los italianos sostienen que "el perro que mucho lame, sangre chupa". En tanto, los españoles aún repiten este viejo adagio: "Alcahuetes y tunos, todos son unos", es decir, tan culpable es el que obra mal como el que lo consiente.
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