El gran show del caos: Hollywood busca olvidar un papelón histórico
Como en el musical, fue todo una ilusión: La La Land, lejos del récord de estatuillas, terminó desalojada del escenario en medio de un escándalo por la ultraindie Luz de luna
"Sabía que iba a arruinar este show. De verdad, lo sabía." Con esa frase culposa y de capa caída cerró anteanoche Jimmy Kimmel, el conductor de la 89a entrega de los Premios Oscar, la ceremonia más caótica de la que se tenga memoria.
Unas horas antes del comienzo se suponía que la fiesta sería inolvidable. La primera entrega de la era Trump prometía ser una encendida plataforma de protesta para que los nominados e invitados declararan su desacuerdo con el presidente de los Estados Unidos y sus polémicas medidas. Lo sucedido antes, en las otras entregas de galardones que preceden el gran final que se celebra en el teatro Dolby, así lo había indicado. Pero claro, los Oscar son, además del premio que la propia industria de Hollywood se entrega a sí misma, un complejo programa televisivo en vivo. Un evento de los que ya cada vez quedan menos en estos tiempos de una pantalla chica moderna, diferida y tan afecta al binge-watching.
Y si hay algo que puede afirmarse sin temor a equivocarse con respecto a la ceremonia de anteanoche es que su condición de show en vivo se mantuvo intacta y en libreto cuando todo lo demás se salía de control.
Ya nada será igual en los años por venir porque el momento culminante de la noche, la categoría más esperada por todos, la de mejor película, fue tan sorpresiva que hasta cambió de manos en cuestión de pocos minutos. De La La Land a Luz de luna, por un error adjudicado a la compañía de contadores encargados de fiscalizar los votos de los integrantes de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood. Que la gran fiesta de la comunidad artística se saliera del camino por responsabilidad de los señores de las calculadoras y los maletines es una irónica vuelta del destino que ni siquiera los asesores del presidente Trump, indignados con los liberales de California, podrían haber imaginado.
Lo cierto es que desde el principio, gracias al maestro de ceremonias, la fiesta de anteanoche jugó con las posibilidades que da un programa en vivo y transmitido para todo el mundo. Kimmel suele intentar bromas y segmentos sorprendentes en su propio ciclo, Jimmy Kimmel Live!, una costumbre que adoptó de su ídolo, ya retirado, David Letterman.
Claro que no es lo mismo sacudir algo las estructuras en un programa que va grabado como el suyo y en el que, en el peor de los casos, el público habitual y muy fiel puede quedar decepcionado que hacerlo en la entrega de los Oscar. Sin embargo, el conductor lo intentó en varias oportunidades durante la noche, que fue tan extensa como siempre y un poco más debido al error y el desconcierto generalizado que lo siguió.
Uno de los primeros intentos de Kimmel por inyectar algo de espontaneidad en una ceremonia que suele estar perfectamente planeada y cronometrada hasta el segundo fue organizar una ovación de pie para Meryl Streep, una actriz "sobrevalorada", según Donald Trump. La jugada salió bien y por eso fue casi la muletilla que utilizaron el conductor y hasta la propia Streep para conectar con la platea y, por elevación, con el presidente, que días antes había anunciado por Twitter que no tenía ningún interés en ver la fiesta de Hollywood.
Más tarde, inspirado en un segmento que organizó el fallecido cómico Garry Shandling cuando condujo los premios Emmy, la producción hizo entrar directamente al teatro a un grupo de turistas que pensaban que estaban visitando una exhibición de trajes en el lugar. Las graciosas reacciones y expresiones del grupo frente a las estrellas más conocidas del cine aportaron algunas risas y un poco de desorden.
Claro que ahora, habiendo sucedido lo del final de la ceremonia, ese momento parece insignificante y bastante más artificial de lo que se pretendía. Y lo mismo puede decirse del intento de Kimmel de provocar una reacción vía Twitter en Trump. Ya desde temprano, el conductor les había advertido a los ganadores que tendrían el dudoso privilegio de ser objeto del escarnio del presidente en su próxima diatriba en la red social. Una vez más: lejos de hacer impacto en la política de los Estados Unidos, la ceremonia terminó por magullar a su propia comunidad. El único pasaje de verdadero poder civil fue cuando Un viajante, el film iraní de Asghar Farhadi, resultó ganador de la categoría a mejor film extranjero. Un galardón que el director no fue a retirar. "Siento no estar esta noche con ustedes. Mi ausencia se debe al respeto que tengo por la gente de mi país y por los ciudadanos de las otras seis naciones que fueron maltratados por la inhumana ley que veta la entrada de inmigrantes de esos países a los Estados Unidos", escribió el realizador en un mensaje que leyó una de sus compatriotas residente norteamericana.
Otra historia
Se suponía que ésta sería una fiesta histórica, y no sólo por los comentarios que se harían sobre el contexto social norteamericano, sino también por la posibilidad de que La La Land lograra alcanzar o superar el récord de once estatuillas que siguen manteniendo Ben-Hur, Titanic y El señor de los anillos: El retorno del rey. Además, esta ceremonia suponía una reparación para los cineastas e intérpretes negros, que el año pasado habían sido ignorados por la Academia.
Hay que decir que de esos tres puntos de interés que la entrega había anunciado desde el momento de las nominaciones, sólo el último se cumplió, para satisfacción de todos. Los chistes políticos nunca fueron el fuerte de Kimmel y, a pesar de su buen timing para la comedia, anteanoche quedó comprobado cuando ninguna de esas bromas resultó memorable. Sí funcionó mejor el ya probado chiste interno entre el conductor y su falso archienemigo Matt Damon. Kimmel se burló del peso del actor, del fracaso en taquilla de La gran muralla, su más reciente film, y luego lo quiso sacar del escenario cuando le tocó presentar, junto a Ben Affleck, el premio a mejor guion original, que ganó Kenneth Lonergan por Manchester junto al mar, el film que produjo el propio Damon. Si la ceremonia hubiese terminado ahí, hoy el cuento sería otro, más tradicional, sin sorpresas y con mucho menos caos.
La última alfombra
Después de una larga temporada de premios, el Oscar cierra con el desfile de las más populares estrellas del firmamento de Hollywood. Glamour y compromiso hasta el final.
Los primeros
A las 22.49 se entregó el premio a mejor actor de reparto a Mahershala Ali, de Luz de luna. Unos minutos después, ESPN ganó su primer Oscar por el documental O.J.: Made in America
El ganador que no fue
Por exactamente dos minutos, La La Land fue la mejor película del año. Hasta que los asistentes de dirección corrieron al escenario para arreglar el equívoco.
Hermanos
Casey Affleck se llevó el premio al mejor actor y, a diferencia de lo que sucedió en los Globo de Oro, esta vez sí se acordó de nombrar a su hermano Ben en su discurso.
El monólogo
Jimmy Kimmel empezó agradeciéndole al presidente Trump porque gracias a él ya nadie acusaba a Hollywood de ser racista, como sucedió el año pasado. Pocas risas.
Del otro lado del muro
"Como mexicano, latinoamericano y trabajador inmigrante, estoy en contra de cualquier tipo de muro que quiera separarnos", dijo Gael García Bernal al presentar un premio.
Bonnie y Clyde
El homenaje por los cincuenta años del clásico del cine resultó un desastre cuando Faye Dunaway y Warren Beatty leyeron el sobre ganador equivocado.
Demorado
Se suponía que La La Land arrasaría con todas las categorías, pero recién recibió su primera estatuilla casi dos horas después del comienzo. Fue por diseño de producción.
Conmoción
"¿Qué hiciste, Warren?", preguntó Kimmel ante el estupor de la platea, que no entendía si la confusión era real o una elaborada broma para finalizar la ceremonia.
Polémico
Emma Stone fue la mejor actriz, pero lo más llamativo fue que al presentar a las candidatas, el personaje de Isabelle Huppert en Elle fue presentado como una víctima, justo lo que rechazaba.
1: Martha L. Ruiz y Brian Cullinan, los contadores de PricewaterhouseCoopers, en la alfombra roja, antes de la debacle.
2: Faye Dunaway y Warren Beatty leen el ganador equivocado e intentan ganar tiempo para que aparezca la corrección, que llegó demasiado tarde.
3: Un asistente de producción le avisa a Jordan Horowitz, productor de La La Land, que la ganadora era Luz de luna.
4: Horowitz y Kimmel rodean a Beatty para intentar entender qué sucedió.
5: Indignado, el productor le arranca el sobre de la mano a Beatty y anuncia que ganó Luz de luna, mostrando a la cámara el contenido del sobre correcto.
6: Los jóvenes actores de Luz de luna festejan desde lejos cuando se anuncia que su película resultó la mejor del año.
7: Barry Jenkins, el director, agradece por el premio, mientras en el fondo los asistentes siguen discutiendo.
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