Sin el nivel esperado
Ficha técnica: Recital de la soprano Karita Mattila / Intérprete: Martin Katz (piano)/ Programa: Obras de Johannes Brahms, Henri Duparc, Giacomo Puccini, Jean Sibelius y Antonín Dvorák/ Organiza: Mozarteum Argentino/ Sala: Teatro Colón/ Próxima función: hoy, a las 20:30.
Nuestra opinión: bueno
La justificada expectativa que generó una nueva visita a Buenos Aires de la consagrada soprano finlandesa Karita Mattila –quien en la temporada de 1995 del Teatro Colón fuera una excelente María en la ópera Simón Boccanegra, de Verdi, junto al barítono José van Dam, el bajo Ferruccio Furlanetto y el tenor Lando Bartolini, con dirección de Miguel Ángel Veltri y la régie de Gian Carlo del Mónaco– estaba justificada por la trascendencia de su carrera artística, fruto de su sólida formación, adquirida en su primera etapa en la Academia Sibelius de Helsinki y, posteriormente, con la guía de la notable maestra Vera Rozsa en Londres.
Sin embargo, el resultado artístico de su presentación no alcanzó el nivel esperado, a pesar de haber contado con el apoyo de un excelente pianista como Martin Katz, que desde el teclado ratificó ser un superlativo especialista en la materia, como quedó demostrado por las sutiles variables de estilo, sonoridad y matices, que aplicó con cada uno de los autores, tanto del compositor como de los poetas. Porque en realidad un recital de esta naturaleza es, ni más ni menos que, poesía y música en equilibrio.
Cuatro canciones de Brahms iniciaron el programa que Karita Mattila ofreció con buen criterio estilístico. La encantadora placidez en la famosa canción de cuna Guten Nacht mein Schatz... fue lograda por ambos intérpretes. Pero a continuación las tres canciones de Henri Duparc resultaron insulsas e intrascendentes, situación que fue previa a la sorprendente inclusión de "Sola perduta e abbandonata..." de Manon Lescaut de Puccini que Karita Mattila intentó teatralizar sin buen resultado.
La segunda parte del programa se inició con tres canciones de Jean Sibelius, Al anochecer, La primavera se apresura a marcharse y La joven que retorna del encuentro con su amor... ofrecidas en idioma finés, expresadas por Mattila de un modo deshilvanado y ya abusando de una gestualidad absolutamente inadecuada en este tipo de recitales, donde todo atisbo de teatro debe quedar descartado. Sólo la expresión de las palabras a través de las variables de los matices en el decir, es lo que admite el recital.
A continuación se escuchó una aceptable versión de la hermosa "Canción a la luna", aria de la ópera Rusalka de Antonín Dvorák, tan delicada como inspirada, en la que la artista ofreció lo mejor de su canto y experiencia. Pero al abordar las difíciles Canciones gitanas op. 55, del mismo notable creador, con una teatralización –simpática, desenvuelta pero excesivamente gestualizada– cometió un error, que de todos modos agradó a una buena parte del público como quedó demostrado por el aplauso ofrecido. Aplauso que sólo alcanzaron para dos agregados: Satumaa, homenaje al tango de Finlandia, del compositor Uato Mononem que escribiera en 1955, y que Mattila bailó con estilo arrabalero y simpatía. La artista recibió la aprobación de la sala, sumando por ello la delicadeza del aria "Oh! mio babbino caro", de Gianni Schichi de Puccini, que fue lo mejor de la noche y el punto final del recital.
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