Ilustrador, fotógrafo, músico y escritor, el sueco de 36 años es la mente brillante (y oscura) detrás de la extraordinaria Tales from the Loop, una serie de ciencia ficción que es también autobiográfica, metafísica y filosófica
El abuelo y su nieto atraviesan un bosque, cruzan un predio dominado por tres colosales torres de cemento y llegan a la vera de un arroyo de color marrón. Allí hay una esfera de chatarra de grandes dimensiones. Nunca se explica qué función desempeñó aquel objeto. El niño duda en acercarse a esas ruinas oxidadas, teme, pero el abuelo le pide que se asome y diga algo.
–¿Hola?
El eco repite ese saludo en forma de pregunta, seis veces.
–Esa voz sos vos de viejo. Este lugar te dice cuán larga será tu vida, le enseña el abuelo.
El niño, entusiasmado, y aún con los dedos desplegados tras haber contado las reverberaciones, le pide a su abuelo que ahora lo intente él.
–¿Hola?
Silencio.
En este aleph narrativo se condensa la estética y el tono de una obra singular. El paso del tiempo, el descubrimiento de lo desconocido, las despedidas y la soledad, vistas desde la lente de un niño. Simon Stålenhag, el artista sueco de 36 años, músico, escritor, ilustrador y fotógrafo creó un libro de difícil clasificación. Quizá Tales from the Loop (traducida como Historias del Loop) sea una pieza de narración ilustrada de ciencia ficción, pero es también un libro autobiográfico, metafísico, filosófico, un ensayo sobre el alma. En este trabajo no se exploran los avances de la ciencia en un futuro próximo o lejano, sino aquello que habita junto al hombre desde hace décadas, o, que es estudiado desde entonces, porque estas dimensiones paralelas, estos destinos, se enmarcan y troquelan, uno dentro de otro, al infinito. La magia de Stålenhag cincela la serie de Amazon Prime Video, creada por Matt Reeves, director de The Batman, aún sin estrenar, y de La guerra del planeta de los simios (2017).
Un hombre de voz serena atiende el teléfono en su casa de Estocolmo. Apacible, Simon Stålenhag habla de modo pausado. Viaja a las cicatrices y a las aventuras de su niñez con su relato y con su obra, que ha adquirido una nueva dimensión.
-¿Qué recuerdos tenés de tu infancia?
-Creo que tuve una linda infancia. No me gustaba mucho la escuela, pero tenía amigos y me gustaba estar con ellos y nos divertíamos mucho. Eso sí, no me gustaba ingresar en el aula. Crecí en el campo en una pequeña comunidad. Creo que fue bastante idílico. Estábamos todo el tiempo afuera, en verano, y en invierno, con plena nieve, también.
-¿Qué recuerdo te genera particular nostalgia de tu niñez?
-A los 10 años se divorciaron mis padres y nos mudamos a Estocolmo. Eso fue un shock para mí. Estaba tan acostumbrado a vivir en la naturaleza y todos mis intereses tenían que ver con estar fuera de casa, pescando o avistando aves. Mudarme a la ciudad fue traumático al principio, lo odiaba. Hasta que en un momento me empecé a interesar por las computadoras, por hacer música con ellas, y ya a los 15 o 16 recupere de nuevo la alegría y las ganas de ir a la escuela. Además comencé a estudiar música en una escuela en las afueras de Estocolmo, donde hice nuevos amigos con quienes compartía el gusto por el teatro y las artes. Fue en ese momento donde encontré a mi verdadero grupo de pertenencia y se convirtió en un momento feliz.
-¿Cuál es tu mayor influencia cultural? ¿Qué música escuchabas de niño y de adolescente? ¿Qué películas mirabas?
-Cuando era chico veíamos muchas películas en VHS, los clásicos de los 80, si bien ni niñez transcurrió en mayor medida en los 90, como E.T. y Terminator. No se suponía que debíamos verlas, pero lo hacíamos igual. También La cosa, creo que la vi a los 10 u 11 años y me impactó. Hasta que apareció The X-Files y me pareció que era lo más terrorífico del mundo. Mi hermana tiene 8 años más que yo y ella miraba Twin Peaks y hablaba del personaje de Bob… pero yo era más chico y prefería The X-Files y nos intercambiamos los VHS de lo que grabábamos con mis amigos. A mis padres les encantaba la música y teníamos muchos discos de vinilo. The Wall y The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd, eran mis preferidos. Había tantos efectos de sonido en esos álbumes, esos helicópteros… Aprendí a poner los discos solo y me gustaban también Michael Jackson y Roxette. Cantaba temas del disco Look Sharp por toda la casa.
-¿Alguna vez leíste a Jorge Luis Borges [hay ribetes de "El brujo postergado" y de "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" en algunos relatos]?
-No.
-¿Y a Philip K. Dick?
-No. Tampoco. Creo que Stephen King ha sido el autor que más me influenció. The Skeleton Crew es el libro que más me conmovió, esa fue la primera venta al mundo de la ciencia ficción y también a la construcción de las historias. Algo así quería lograr con Tales from the Loop.
-Siempre aparecen niños en tus historias. ¿Por qué? Quizás estén más abiertos a distintos fenómenos o perciben fenómenos que los adultos no.
-En primer lugar, quería hablar de mis propios recuerdos de aquella época, pero, en segundo lugar, creo que sí, que los niños están mucho más abiertos que los adultos porque el mundo les parece un lugar extraordinario, no lo comprenden. Además, creo que todo lo que está mal en el mundo adulto parece mucho más terrible ante la presencia de un niño. Algo que asusta y es peligroso asusta más y es mucho más peligroso si hay un niño alrededor.
-Otra historia tuya protagonizada por una niña, The Electric State, será llevada al cine. ¿Será el argentino Andy Muschietti, el director de It?
-Sí, él y su hermana Bárbara van a producirla. Será una película, pero en este contexto de pandemia es muy difícil hablar de planes.
A mediados de los 50, durante la Guerra Fría, el gobierno sueco ordenó la construcción del acelerador de partículas, el más grande del mundo. En la zona de Mälaröarna, a 18 kilómetros de la capital, se comenzó este proyecto que fue finalizado en 1969. La población de esta zona rural llamaba a esta planta The Loop[El Bucle]. En este escenario se crio en los 80 y comienzos de los 90 Simon Stålenhag, rodeado de máquinas abandonadas, robots que hoy parecen prehistóricos, construcciones herrumbradas, imponentes torres sobre las que se tejían historias y fábulas. La paradoja está en que estas ilustraciones que son llamadas futuristas pertenecen al pasado del artista. A partir de ellas, con un tono melancólico que todo lo impregna, se narran las historias de varios miembros de este pueblo –en la serie, la acción está ambientada en Winesburg, Ohio–, todos ellos interconectados, pero a la vez sumidos en una gran soledad. El tema del doble, la figura de Frankenstein, los mundos alternativos, los robots que ocultan secretos, el tiempo y sus posibilidades son las leyes físicas, y los desafíos a ellas que rigen en The Loop.
Además de Jonathan Pryce, el director de The Loop, Rebecca Hall participa en algunos episodios, todos ellos unitarios en su coherencia narrativa, salvo quizás el último de ellos, dirigido por Jodie Foster, que es necesario ver luego de haber disfrutado de otros previos.
-Sos un artista completo: músico, ilustrador y escritor. ¿Cuál es el punto de partida de Tales from the Loop?
-Es difícil decirlo. Ese pueblo estuvo siempre en mí, empecé a pintar primero, creo, pero también estaban esas historias de mi niñez en mis recuerdos, Y hace unos 10 o 15 años con mi amigo Ola comenzamos a hablar de esos recuerdos y empecé a escribir aquello que aparecía en nuestras conversaciones. No sabía bien qué iba a hacer con eso. Luego, vino la parte de ciencia ficción.
-Viajes en el tiempo, universos alternativos, robots con alma. De todas estas posibilidades que planteás, ¿cuál creés que está más cerca?
-Robots con almas. Pero aún estamos lejos de todo aquello. Sí tenemos una robótica que progresa, pero estamos lejos.
-¿De qué modo trabajaste con los guionistas para crear la adaptación del libro Tales from the Loop?
-Leí el guion y no sentí que hubiera que modificar nada, salvo algunas cuestiones menores. Nathaniel [Halpern] tenía una visión muy clara y sabía bien lo que estaba haciendo. Me hicieron algunas preguntas y pude participar con ideas en cuanto al diseño de algunos objetos, pero no estuve muy involucrado. Fueron muy respetuosos con el libro, así que no me pareció necesario realizar grandes contribuciones. El equipo trabajó de un modo maravilloso en la adaptación, así que no sentí ninguna presión en señalar algo con lo que no estuviese de acuerdo.
-¿Visitaste el set? ¿Tenés alguno favorito?
-Estuve en el set durante cuatro días, muy poco tiempo, justo el día antes de que llegara Jodie Foster. Sí, mi favorito es "Echo Sphere", que tiene a Jonathan Pryce como protagonista, sobre un abuelo y un nieto. La actuación de Pryce es tan poderosa… pero también me gusta mucho "Parallel", porque me gusta el modo en el que lograron el tono de ese capítulo.
-Como músico, ¿qué te genera tener las composiciones de Philip Glass en historias tan personales?
-Eso fue totalmente inesperado. No sabía siquiera que hubiesen intentado conseguirlo. Me llegó un e-mail que me decía que él realizaría la música y dije: "Wow". Extrañamente esa era la música que escuchaba cuando escribía el libro, y la música que amaba cuando tenía 14 años, y me enamoré de ella cuando vi The Truman Show. Es una leyenda. Y es muy extraño que él y que otra leyenda como Jodie Foster participen de este proyecto que nace de mis recuerdos. Quizá imaginaba una música un poco mas electrónica cuando escribí el libro, pero la música en la serie es más orgánica y creo que esta decisión es el contraste perfecto con la naturaleza electrónica del loop. Tuve mucha suerte de que llevaron a cabo esta decisión.
-¿Cuál es tu mayor miedo vinculado al futuro? ¿Un desastre nuclear? ¿Quizá una pandemia como la que estamos viviendo, pero peor aún?
-Me asusta mucho esta pandemia y otras futuras que pueden llegar a ser incluso peores. Sin embargo, lo que más me preocupa es aquello que puede ocurrir muy lentamente, tan lento que ni siquiera lo advirtamos: el cambio climático. Somos totalmente vulnerables a ese desastre y no podemos advertirlo. La guerra nuclear también me asusta, pero la podemos entender y ver su posible escalada. El cambio climático, en cambio, aún en un movimiento lento, es difícil de advertir. La sociedad entera está colapsando y en 200 años no quedará nada. Pero esto viene ocurriendo desde hace varias generaciones y no hay una que sea más culpable que otra.
-Quizá me equivoque, pero hacés un tipo diferente de ciencia ficción, que no busca tanto imaginar el futuro ni advertir sobre él, sino hablar sobre el presente, y en particular sobre el pasado.
-Muchas gracias, sí, me interesa hablar de nuestro pasado inmediato y de nuestro presente. No me interesaba hablar del futuro, sino de otros elementos que tiene un gran poder narrativo.
-En tu modo particular de retratar a la ciencia, ¿qué te gustaría que lograra esta disciplina para mejorar el futuro de la humanidad o la calidad de vida de la humanidad?
-La ciencia es una herramienta muy poderosa. No deseo que la ciencia haga nada en particular, no hay ningún descubrimiento que desee, por ejemplo. Sí me gustaría que la humanidad comenzara a servirse de ella de modo respondiera. No escuchamos a los científicos. Debo citar a Carl Sagan: "Aceptamos los productos de la ciencia; pero, rechazamos sus métodos". Vivimos en una sociedad de infinito consumo y estamos pensando en el futuro, mientras que la información nos muestra que el tiempo es ahora. Tenemos que aprender a pensar en el presente y a respetarlo.
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