Todo empezó con una mujer que tenía el mismo nombre que otra. Enterarse de esa simple casualidad bastó para que Martín Rejtman empezara a imaginar una historia; o más bien, varias historias, que giran en torno a un nombre repetido: Silvia Prieto.
Con aquel nombre como título irrumpió en 1999 una película que no se parecía a ninguna otra y que demostraba que ese nuevo cine argentino que estaba empezando a surgir tenía un espectro mucho más amplio que el imaginado. El film de Rejtman retrataba la realidad de una forma muy cercana y específica, tal como lo hacían otras películas de esos años, pero lo hacía en el marco de una comedia, con un tono distinto. Silvia Prieto fue un sacudón que, más allá de su valor, propio demostraba que las miradas singulares y la libertad artística habían llegado para quedarse en el cine nacional.
La aventura de Silvia Prieto comenzó cuando Rejtman, que había debutado en el largometraje con Rapado (1992), se entusiasmó con la casualidad de conocer a dos mujeres que tenían el mismo nombre. "Primero usé algunas escenas de la novela de una amiga, Valeria Paván, titulada La raíz de una planta, que nunca se publicó -recuerda el guionista y director en una charla con LA NACION-. Cuando me la pasó estaba inconclusa y decidí usarla de base. Hay ciertas cosas que saqué de ahí, como el personaje del exmarido, el hecho de que cuenta los cafés que sirve, pero después la trama la fui armando yo. Pensando sobre todo en actores que eran muy amigos míos como Rosario Bléfari, Valeria Bertucelli, Vicentico".
Rejtman tenía muy claro que no quería esperar varios años mientras conseguía la financiación para su próxima película. Quería filmar de inmediato, incluso llegó a pensar en escribir algunas escenas, empezar a rodar y luego ir escribiendo sobre la marcha. Pero ese sistema no le resultó y escribió todo el guion de golpe.
"Lo hice pensando en amigos cercanos para que actuaran y trabajaran como técnicos. La idea era filmar algo que fuera posible en todo sentido -dice el director-. Los equipos y las luces estaban en casa, filmamos todo cerca de donde yo vivía en ese momento".
Tal vez 20 años no sean nada, pero ver hoy Silvia Prieto, que está disponible en la plataforma Cine.ar Play,es un viaje a un pasado que parece muy lejano. En la película quedó registrada una zona de la ciudad que cambió radicalmente en las últimas dos décadas, alrededor del viaducto Carranza y Palermo que hoy se conoce como Hollywood. Las vidas de Silvia y sus amigos tienen como escenario una Buenos Aires muy distinta, con bares típicos porteños que cerraron sus puertas y tenedores libres chinos que han desaparecido.
"Esa es una de las cosas lindas del cine, esa cualidad documental que es única, no la tiene ningún otro arte, ni siquiera la fotografía", dice Rejtman, mientras recuerda la calle en donde filmó la manifestación de las promotoras, que según él ya no se parece nada a lo que se ve en el film.
Además de las locaciones cercanas, Rejtman reclutó a amigos y alumnos suyos para armar el elenco y el equipo técnico. Era un equipo de verdadero espíritu de cine independiente en el que había gran colaboración de trabajo y material: la directora de fotografía Paula Grandío, a quien Rejtman conoció estudiando en NYU, era dueña de la cámara que usaron y tenía una camioneta Traffic con la que transportaban los equipos que estaban guardados en la casa de Rejtman, mientras que el documentalista Néstor Frenkel, que cumplió el rol de sonidista en el film, era el dueño de la locación de la casa de Silvia Prieto.
Además de tener buena voluntad, sus amigos resultaron ser muy talentosos. Por ejemplo, se dio el lujo de escribir el papel protagónico para su amiga Rosario Bléfari, una artista completa que es compositora, cantante de la banda Suárez, escritora y actriz.
"Es mi gran orgullo haber interpretado a Silvia Prieto -dice Bléfari a LA NACION-. Estaba muy cerca del momento en que fue creado el personaje y su mundo y podía casi ver cómo Martín había tomado elementos de nuestro mundo y los había transformado en algo diferente".
Personaje y actriz fueron una combinación mágica. Los comportamientos y la lógica peculiares de Silvia encontraron en Bléfari alguien capaz de hacerla cercana aún en su extrañeza. Y como contrapunto de Silvia estaba Brite, una promotora de jabón, interpretada por otra amiga del director, Valeria Bertucelli. Es en esta película en la que se prefiguran las aptitudes de la actriz para los diálogos rápidos y filosos y su natural talento para la comedia. Su marido, Vicentico, en plena época de furor de Los fabulosos Cadillacs, también fue de la partida componiendo la música y encarnando al exmarido de Brite y novio de Silvia que, entre otras cosas, se enfurecía ante el recuerdo del humillante apodo que le habían puesto en la escuela ("lámpara de botella").
El elenco se completaba con otros actores como Marcelo Zanelli, Susana Pampín, Luis Mancini y Mirtha Busnelli (como la otra Silvia Prieto). También hay una participación de María Fernanda Aldana, con una escena musical de su banda El Otro Yo incluida, y un empresario italiano que hacía de un personaje al que en el film todos llamaban Armani, por la marca de su saco.
Los nombres iguales a las marcas, como Brite y Armani; el tema del programa televisivo para encontrar pareja; el encuentro de las Silvia Prieto; los detalles que pueblan la película son como juegos que Rejtman comparte con el público. En ese sentido, los diálogos son probablemente lo más divertido y memorable del film, que se despegan del realismo de la puesta en escena. O no, porque para el director el realismo también está en esos intercambios.
"Para mí los diálogos son realistas también -dice Rejtman. Mucho surge de diálogos que escuché y reciclé. Hay un momento en que Silvia recibe sus exámenes médicos y dice que tiene menos de todo y agrega: ‘Es como si me estuviera preparando para levitar’. Eso me lo dijo una amiga. Estos textos que puse casi literalmente como me los dijeron, nadie se dio por aludido. Una cosa es decir algo y otra es registrar lo que estás diciendo".
El trabajo sobre cómo debían decirse los parlamentos fue uno de los aspectos del rodaje que Rejtman recuerda como más complicados, porque al rodar en fílmico y no tener un gran presupuesto debían aprovechar los ensayos para poder conseguir el resultado deseado. De todas maneras, la filmación fue placentera para el director y para su protagonista. "Creo que disfruté cada una de las escenas, es muy divertido trabajar en una película de Martín, estar adentro de ese mundo, que te pasen esas cosas, que los personajes se digan lo que se dicen, enseguida con los actores se establece una complicidad -cuenta Bléfari-. Es difícil también porque a veces hay parlamentos más largos o secuencias largas donde si alguien se equivoca arruina todo, ya ahora estoy hablando de otras películas pero seguro que algún germen ya estaba en Silvia Prieto, igual que en Rapado o en el corto Doli vuelve a casa".
Filmar Silvia Prieto llevó varios años de trabajo los fines de semana y aprovechando cualquier momento en que se pudiera juntar a los actores y el equipo técnico. "Empezamos a fin del 94 y terminamos en el 98, serán tres años y pico -dice Rejtman-. En todo ese tiempo pasaron miles de cosas, desde que Bertucelli quedó embarazada, cuando todavía no lo estaba su personaje en la película, aunque sí ya estaba escrito en el guion. No quería esperar tres años para empezar a filmar una película y lo que pasó fue que el rodaje duró tres años. El tiempo estuvo igual pero puesto en otro lugar. Para mi fue lindo hacerlo pero tenés toda tu vida copada por eso".
No quería esperar tres años para empezar a filmar una película y lo que pasó fue que el rodaje duró tres años
Para poder seguir adelante durante todo ese tiempo, el director se apoyó en la confianza que tenía en el guion que había escrito y en su equipo. "Pasaron muchas personas diferentes por el equipo técnico y si mirás la lista es gente bastante conocida hoy -dice Rejtman-. Hay directores como Anahí Berneri; el director de fotografía Julián Azpeteguía, que era alumno mío y trabajó en la película; Daniel Barone, que hizo muchas de las tiras de Polka, empezó como asistente de producción y después fue asistente de dirección porque era buenísimo. Toda gente super piola y le pusieron mucha onda. Fue muy lindo el rodaje y ahora repetí un poco esa experiencia con el corto que hice, Shakti (estrenado en el último festival de Berlín y presentado en el Bafici), con un equipo totalmente nuevo y joven al que no conocía. Me encanta eso. La paso mejor que en un rodaje profesional. En el corto sentí que aprendí no sólo cosas de cine sino de formas de relacionarse con las personas".
La escena final que retrata un encuentro entre varias Silvia Prieto reales fue casi una película aparte. La idea de Rejtman era hacer un documental con ese material para estrenarlo al mismo tiempo que el film pero finalmente decidió incluirlo a modo de epílogo. "Buscamos a las Silvia Prieto pero era difícil porque en la guía telefónica había solo dos, como se dice en la película -cuenta Rejtman-. Llamamos a todos los otros Prieto y les preguntamos si conocían alguna Silvia con ese apellido pero tuvimos poco éxito. Finalmente, a través de los padrones electorales encontramos a las otras. Todas aceptaron salvo una. Cuando estrenamos la película en Bafici, en la sala donde hicimos las preguntas y respuestas, hice pasar a todas las Silvias adelante. A la salida se me acercó una mujer y me dijo que ella era la Silvia Prieto que no había aceptado".
Cuando estrenamos la película en Bafici, en la sala donde hicimos las preguntas y respuestas, hice pasar a todas las Silvias Prieto que encontramos""
Un último y peligroso obstáculo
El largo rodaje llegó a su fin en 1998 pero el proceso de post-producción tuvo también sus complicaciones. El director se vio obligado a pasar un tiempo largo en Francia esperando que se solucionen algunos problemas y registró sus vivencias cotidianas en un diario, luego publicado por editorial Norma, junto con el guion de la película y las notas del rodaje escritas por Bléfari.
"El negativo quedó en París porque había tenido plata de un fondo francés -cuenta Rejtman-. Quisimos traerlo para acá y nos enteramos de que el productor francés no había pagado nada, entonces el negativo estaba cautivo en el laboratorio hasta que se pagara el dinero que se debía. El tipo se había quedado con la plata del fondo francés. Diego Lerner, presidente de Disney Latinoamérica (que estrenó Silvia Prieto en la Argentina) tuvo que llamar a la presidenta de Gaumont Francia, que es la empresa más grande de allá. Ella llamó al laboratorio y enseguida lo destrabaron. Deben haber amenazado al productor con que si no pagaba eso se olvidara de su carrera en Francia, o no sé qué. Mandamos a Sebastián Rotstein, que era alumno mío en ese momento, a Francia a que traiga el negativo. Le dijimos que lo tenía que traer en el equipaje de mano porque sino se podía perder. Eran 35 kilos. Convenció a los de Air France que lo dejaran llevarlo con él en el avión porque les dijo que era una película sobre Charles De Gaulle".
Rotstein, hoy guionista y director, confirma la anécdota y agrega un detalle: "Lo que Martín no recuerda es que encontraron una pequeña bomba casera en el baño del aeropuerto y la hicieron detonar luego de desalojar un sector del aeropuerto. ¡Casi doy la vida por la película!".
El negativo de Silvia Prieto y su custodio llegaron sanos y salvos a Buenos Aires. La película fue al festival de Sundance y luego fue la elegida para cerrar la primera edición del Bafici, generando entusiasmo y marcando una época del cine argentino en la que todo parecía posible. Poco después, en mayo, tuvo su estreno comercial.
Pasaron 20 años pero ese entusiasmo continúa con alguien que quiere hacer una remake del film, pero con vampiros ("Les puse como condición que el título sea Silvia Prieto e Vampiros, como Vilma Palma e Vampiros", advierte Rejtman, divertido) y con la noticia de que la original fue restaurada por el museo del cine de Amsterdam y probablemente se podrá ver pronto en la Argentina.
¿Por qué Silvia Prieto marcó una época y aún ejerce fascinación? Bléfari opina que es un tema para un largo ensayo pero en pocas palabras consigue una buena definición: "Podría decir tantas cosas al respecto, pero solo te voy a decir que nunca se había visto algo así antes, es un universo creado por Martín Rejtman, a su imagen y semejanza. Y él no se parece a nadie. Su mirada es única pero lo más importante es que a la vez, es posible compartirla, con sus películas y con sus cuentos consigue invitarnos a ver el mundo a través de ese filtro. Y el mundo se vuelve un disparate. Eso lo vuelve notable".
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