Shakespeare va al colegio
"10 cosas que odio de tí" ("10 Things I Hate About You", Estados Unidos/1999). Presentada por Buena Vista. Música: Richard Gibbs. Fotografía: Mark Irwin. Intérpretes: Julia Stiles, Heath Ledger, Joseph-Gordon Levitt, Larisa Oleynik y David Krumholtz. Guión: Karen McCullah Lutz y Kirsten Smith. Dirección: Gil Junger. Duración: 97 minutos. Para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena.
Durante el último cuarto de siglo, Hollywood alimentó hasta el hartazgo una suerte de subgénero dominado por comedias livianas e historias de suspenso y terror ambientadas siempre en colegios secundarios. Estos films, protagonizados y dirigidos a gente joven, comenzaron a repetirse cada vez más hasta llegar a un virtual agotamiento.
En los últimos tiempos, entonces, los productores echaron mano a novelas clásicas para trasladarlas a ese ámbito tan identificatorio para las audiencias adolescentes como el de las high-schools norteamericanas de estos días. "Ni idea", con Alicia Silverstone, fue una inteligente recuperación de "Emma", de Jane Austen, mientras que la reciente "Juegos sexuales" resultó un fallido intento por reciclar un texto erótico como "Las relaciones peligrosas".
Por eso, así como hace tres años el australiano Baz Luhrmann apeló a la estética MTV para filmar "Romeo + Julieta", no extrañó que Disney financiara una adaptación en clave moderna y escolar de "La fierecilla domada". Y, por una vez, habrá que reconocer que esta nueva y libérrima traslación de la creación de William Shakespeare a un colegio actual de la costa oeste de los Estados Unidos resulta todo un hallazgo.
Trabajada como un universo cerrado, sin interferencias ni contaminaciones externas, "10 cosas que odio de tí" describe las pequeñas desventuras de varios alumnos de clase media-alta. No hay aquí, entonces, problemas económicos, de violencia, ni siquiera de conducta. A lo sumo, algún desliz con la bebida o con las drogas blandas y alguna que otra broma no demasiado pesada.
Pero lo más llamativo es que, en ese contexto casi saludable y tranquilizador, con jóvenes bastante normales para los parámetros actuales, el director debutante Gil Junger ofrece como contrapartida observaciones inteligentes, creíbles y, principalmente, divertidas acerca del modo de relacionarse que tienen sus personajes.
Sin pretensiones desmedidas
La película va de las aulas al comedor escolar y de las habitaciones de los chicos a las discotecas sin pretenderse jamás un relato aleccionador, un análisis sociológico ni mucho menos una película generacional.
Es, apenas, una lúcida mirada hacia ciertas contradicciones de estos tiempos (las fantasías y represiones sexuales, el individualismo imperante y los pequeños destellos de solidaridad, los intentos por relacionarse y a la vez por diferenciarse de la figura paterna, y las formas de identificacarse, entretenerse y seducir en una sociedad consumista que propone escasos estímulos) alejada de todo didactismo.
Aunque la película se desgasta al seguir a demasiados personajes y perderse en pequeñas subtramas que no aportan detalles interesantes, el carácter coral del relato otorga una dinámica y una ligereza que, con el agregado de toques de humor, el espectador termina agradeciendo con una sonrisa casi permanente.
Pero quizás el mayor logro de "10 cosas que odio de tí" sea, además de no caer en los habituales clisés del género, la elección de sus protagonistas. Sin figuras demasiado conocidas, los responsables del casting han descubierto a varios jóvenes intérpretes que, a partir de ahora, seguramente veremos muy seguido.
Dentro de un elenco muy sólido, se destacan el gordito David Krumholtz, un gran proyecto de capocómico, y Julia Stiles, una actriz de enorme ductilidad, capaz de interpretar a una contradictoria joven feminista que pasa de la hostilidad brutal para con los hombres y su medio ambiente a mostrar una sensibilidad y una vulnerabilidad extremas.
Más allá de los desniveles apuntados y de la por momento demasiado burda utilización de las letras de los temas musicales para amplificar el sentido de una escena, habrá que saludar a un film juvenil que no peca de trascendental ni cae en la banalidad. Una película que, afortunadamente, alcanza el equilibrio justo.
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