Ya sin Verónica Castro, La casa de las flores vuelve para vivir el gran duelo
MEXICO DF. Desde el piso doce de un hotel ubicado sobre el Paseo de la Reforma se divisa el monumento del Ángel de la Independencia. Los alrededores de esa gran columnata suelen ser el punto de reunión para festejos o protestas populares. En estos momentos está en plena etapa de reparación. Un viernes de hace unas semanas atrás miles de mujeres se concentraron allí para protestar contra la violencia de género. Había pañuelos verdes y morados, y mucho control policial. En el basamento de esa monumental columnata ahora se lee una pintada que dice: "México femicida".
En el piso doce de este hotel con visuales impactantes de la ciudad están varios de los protagonistas de la serie La casa de las flores. También su director y guionista Manolo Caro. Cumplen el rito de atender a la prensa local e internacional para el lanzamiento de la segunda temporada de la serie, que desde este viernes está disponible en Netflix.
La casa de las flores tiene seductores elementos de un culebrón millennial con toques almodovarianos. Durante la primera temporada de esta historia, que gira alrededor de una extravagante familia cuyos personajes femeninos llevan el hilo conductor, se ha transformado en un fenómeno de audiencia.
La madraza de estas mujeres emponderadas es Virginia de la Mora, la legendaria Verónica Castro que interpretó a esta dama regida por los vicios privados y las virtudes públicas. Es la actriz que, justamente ante rumores de conductas privadas que tomaron la lógica de lo público, decidió dar un portazo a la actuación. Verónica Castro, cosa que ya sabían los fanáticos de esta serie antes de que la diva de los culebrones tomara la decisión de dejar su carrera, no estará en la segunda temporada. Su personaje ha muerto. ¿Cómo se transita desde adentro este duelo? Lo contesta Manolo, el creador de este mundo de lo diverso: "A mí fue el que menos me agarró por sorpresa porque lo había platicado con Verónica desde que terminamos la primera temporada. Ya lo tenía en la cabeza. Después del éxito hubo algunas pláticas para ver si podíamos continuar, pero nos dimos cuenta que lo mejor era dejarlo ahí, como lo habíamos pensando en un principio".
Con fondo de flores de todos los colores, el joven director y guionista atiende a LA NACION rodeado de asistentes con cronómetro en mano que miden el tiempo que cada periodista tiene para hablar con ellos. Manolo Caro maneja la situación a su anchas. A su lado está Cecilia Suárez, la estupenda actriz cuyo su personaje tiene ese modo tan efectivo y particular de hablar decididamente más lento, y Mariana Treviño, una de las incorporaciones de la segunda temporada.
Nuestra lucha, nuestro compromiso es darle visibilidad a cualquier tipo de minoría. Si uno sigue enfatizando los clichés se perpetúa el esteriotipo
En Casa de muñecas, Nora, el personaje principal del texto de Ibsen, le pega un portazo al patriarcado de la época en la escena final. ¿Cuáles son los portazos que pegará La casa de las flores en esta vuelta? "Un poco como En casa de muñecas es dejar atrás otra etapa de la vida y buscar la libertad, y con la libertad también vienen muchísimas responsabilidades. Como serie esta segunda temporada se enfrenta al luto y a la reconfiguración de la familia cuando existe una pérdida. Y cuando esta llega por la puerta de la casa se tienen que abrir muchas ventanas para manejar esa energía. En esa fuga entran personajes de tránsito como aquellos que se quedan", explica su creador.
Cecilia Suárez, cuyo personaje es uno de los centrales de este entramado en el que conviven varias capas, toma la palabra. "En este contexto mi personaje hace lo que puede por rescatar a su familia, cosa que es imposible. La familia cuesta, como a todos nos pasa, y es una cosa inevitable en la que se quiere permanecer. Eso es troncal en esta historia. No es fácil la convivencia entre ellos, pero es necesaria...", se ríe la actriz con cara de resignación.
La familia cuesta, como a todos nos pasa, y es una cosa inevitable en la que se quiere permanecer. Eso es troncal en esta historia
A lo largo de su primera temporada, la serie naturalizó cuestiones de género en medio de una sociedad mexicana que no cuenta con matrimonio igualitario y con 470 muertes por discriminación sexual en los últimos cinco años. Manolo Caro reconoce claramente que desde un principio la intención fue dar cuenta de este mapa de tensiones.
"Escucho esos datos y es más fuerte todavía esa intención inicial de cuando empezamos con esto. Como ni los medios ni las ficciones retratan estos temas se podría pensar que no está sucediendo nada de eso, pero ocurre y hay que darle visibilidad. Aunque La casa de las flores es una comedia aborda estos temas con seriedad y desde una óptica que no es común verla. Por ejemplo, nos han enseñado que los personajes trans siempre tienen que ser caóticos, que recurren por presión social a las drogas o que están viviendo un infierno personal. Acá eso es algo que siempre quisimos darle la vuelta. María José, papel a cargo de Paco León, es una abogada penalista trans exitosa que deja atrás esos clichés. Son barreras muy difíciles que tenemos que entender cómo enfrentarlas. Nuestra lucha, nuestro compromiso es darle visibilidad a cualquier tipo de minoría. Si uno sigue enfatizando los clichés se perpetúa el esteriotipo y no le da cabida a que la gente se sienta reflejada. De hecho, un personaje homosexual no tiene porqué ser siempre súper alegre".
La casa de las flores se estrenó a las doce de la noche de un jueves del año pasado. El viernes a las 6 de la tarde sonó el celular de Manolo Caro. Desde las oficinas de Netflix le avisaban que la serie había funcionado. Inmediatamente este creador al que los medios mexicanos lo ponen en la categoría de un verdadero renovador audiovisual, empezó a pensar en la segunda temporada y en la tercera que ya está pactada y que se verá el año próximo. Insiste en que será la última zaga de esta familia disfuncional que, como puede, celebra que todas las flores y que todas las personas sean diferentes.
"Como director y creador es un gozo tener planteado a los personajes y que el público se haya encariñado con ellos. Eso permite entrar en otras lineas argumentales con más facilidad. Los actores ya tienen en claro a sus personajes y el público también. Si me hubieran dicho que no había segunda temporada ya me hubiera quedado muy satisfecho, pero ante esta nueva forma de hacer entretenimiento quise continuar con esos personajes teniendo en claro el hacia dónde. El reto fundamental fue darle seguimiento a lo que ya se había planteado y ver cómo se reacomodaban todos frente al duelo de la madre. Pensar en compararla con la primera temporada sería un error. No había que dejar atrás lo transitado pero sí mirar hacia adelante. Esta segunda temporada es más irreverente, más musical".
Darío Yazbek Bernal acuerda con ese comentario. En la serie, el hermano de Gael García Bernal hace de Julián, el hermano menor de ese clan. En los primeros capítulos, de buenas a primeras Julián se declara abiertamente bisexual. "Creo que la segunda temporada es mucho más divertida, más loca y es muy lindo ver cómo se afianzan los personajes, cómo crecen. Era importante tomar riesgos y los tomamos para no repetirnos. La gente no es tonta, se da cuenta cuando algo está bien hecho. No nos quedamos con lo ganado", apunta en otro rincón de este piso tomado por la maquinaria de Netflix.
Juan Pablo Medina, como Diego, es su novio en la ficción. Es el que se transforma en el administrador del dinero de la familia (mucho de él conseguido vendiendo marihuana) y que al final de la primera temporada se sube en la primera clase de un avión con destino desconocido y con la plata de la familia. Es también el que debe administrar los constantes caprichos de su novio. "Las relaciones están llenas de pedos –se ríe usando un término que aquí remite a peleas–, es muy complicado tener una relación estable. Mi personaje tiene muy en claro lo que quiere, pero el de él no y se la pasa haciendo estupideces frente a los ojos de mi personaje. Y eso es lo lindo de todo esto: que actúe desde la inocencia. La gente podrá estar o no de acuerdo, pero nosotros no juzgamos a los personajes. El mensaje central es que lo importante es la persona y el amor de esa persona", apunta en tono conciliador mientras le toma la mano en broma al galancete Darío Bernal, que va por todo en esta nueva temporada.
Completa el cuadro de esta situación la bella Aislinn Derbez (la otra hija de la madraza que interpretaba Verónica Casto). "La verdad es que es una temporada llena de sorpresas en todos los sentidos. Cada uno de los personajes evolucionan de manera muy particular frente a la muerte de Virginia. En el caso de mi personaje siento que descubre una personalidad que desconocía. Me divirtió mucha la nueva faceta de Helena. Creo que eso la gente lo va a notar. Se llevan a los personajes más al límite".
La casa de las flores, segunda temporada, promete más momentos musicales, nuevas vetas para meterse en la cuña de la doble moral social, más diversidad en el mapa de lo diverso y nuevos cachetazos a las convenciones de esta especie de culebrón de un cuidado diseño de arte llevado al extremo. Serán, así prometen, los nuevos portazos que sonarán en esta casa que habitan estos seres tan disfuncionales como cercanos.
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La gurú de la nueva temporada
Una de las incorporaciones en esta temporada es la actriz Mariana Treviño. Será Jenny Quetzal, una mujer que imparte "cursos" que pueden cambiar la vida a cualquiera que se cruce en su camino. Durante el encuentro con la prensa es la que más habla. Tanto que pone nervioso al mismo Manolo por temor a un involuntario spoiler. "Mi personaje plantea una crítica muy interesante a nuestra sociedad. El ser humano tiene la necesidad de encontrarse a sí mismo en nombre de la felicidad, de la satisfacción personal, de la plenitud. Todas esas utopías internas tienen que ver con la búsqueda de una espiritualidad real, pero ya sabemos cómo operan las sociedades. Todas las verdades las agarran para su provecho y las usan para manipular, para controlar. En esta temporada de La casa... se hace eje en cómo la gente toma a estos grupos sectarios de autoayuda, que se los toma como religión para convertirlos en fórmulas vacías que generan más frustración que otra cosa. Mi personaje entraña esa desviación social".
Manuel Caro y Cecilia Suárez intentan frenarla, pero ella sigue. "Mi personaje entraña esa desviación social que existe y que se usa para controlar. Pero no es una crítica a la espiritualidad sino mas bien del mal uso que la sociedad hace de esos caminos", acota antes que Manolo le tape la boca a su amiga, con quien ya ha trabajado en otras oportunidades.
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