Vuelve Lost: siete inolvidables momentos de la serie
Desde hoy, a las 17.30, TNT Series comenzará a emitir diariamente la exitosa ficción creada por J.J. Abrams
Hace doce años no podíamos imaginar el lugar que las series empezarían a ocupar en la cultura popular global. Tampoco sabíamos de eras doradas, Peak TV, Netflix o maratones. Pero sí empezamos a sospechar que algo estaba pasando cuando todo el mundo hablaba de Lost, especialmente durante la tercera temporada que a más de un espectador le voló la cabeza un número –4815162342–, a la vez. Luego llegarían las teorías especulativas al por mayor, las explicaciones filosóficas, matemáticas, esotéricas, los libros y las disertaciones, todo alrededor de una pieza de entretenimiento creada en Hollywood. Increíble pero real. Y justo en el aniversario de la emisión del primer episodio en los Estados Unidos, Lost regresa a la pantalla local en forma de tira diaria por TNT Series. A pesar de que habiendo visto/sufrido/odiado el final ya nada es lo mismo, quién nos quita el impacto, la emoción y la sorpresa de aquellos episodios y esas escenas que lo cambiaron todo, que pusieron todo en marcha.
La escotilla. Uno de los primeros misterios de la isla y uno de los pocos que se explicó completamente en el transcurso de la serie. Locke (Terry O'Quinn) y Boone (Ian Sommerhalder) descubren una estructura enterrada en la jungla y una puerta metálica que, en principio, no pueden abrir. Luego, en el comienzo de la segunda temporada, descubrirán la estación subterránea que se esconde tras la escotilla, el cisne, y al hombre que la mantiene en funcionamiento.
Locke. En una serie repleta de grandes personajes, uno de los favoritos del público y los guionistas fue John Locke. En el transcurso de las seis temporadas del programa al hombre le pasó de todo, literalmente su vida entera. Sin embargo, pocos momentos fueron más impactantes en su trayectoria que aquel de la primera temporada en el que los espectadores descubren que antes de que se estrellara el avión Locke estaba en una silla de ruedas. Una revelación que luego se completó en la tercera temporada cuando nos enteramos cómo fue que terminó paralizado.
Los otros. Nada más misterioso y al mismo tiempo atemorizante que lo desconocido. El otro, dirían los académicos, que también es uno mismo. En los primeros episodios del programa además de descubrir que en la isla había osos polares y un monstruo más oído que visto, los sobrevivientes del vuelo 815 de Oceanic también se dieron cuenta de que la isla en la que habían caído no estaba exactamente desierta. Que había otros allí que había llegado antes que ellos. Y los estaban vigilando.
Flash Forward. Si Lost se transformó en un fenómeno global tan implacable como inesperado en gran medida fue por sus guiones escritos con cuidado por los personajes y siempre atentos a la coherencia narrativa aun en las circunstancias temporales menos lineales. Con el recurso del flashback para explicar las motivaciones y orígenes de cada uno de sus protagonistas, la serie acostumbró a sus seguidores a esa forma del tiempo narrativo. Hasta que lo cambió. En el último episodio de la temporada tres, lo que parecía un extenso viaje al pasado de Jack (Matthew Fox) resultó ser otra cosa completamente distinta: un salto hacia el futuro de los personajes que cambiaría el programa de allí para adelante.
Charlie ya no está aquí. En la época en la que Game of Thrones aun era una novela de culto, Lost ya se dedicaba a matar a sus protagonistas más queridos. Cuando las reglas del juego televisivo prohibían eliminar de la historia a un personaje popular J.J. Abrams y sus muchachos se animaron a hacerlo con tristes pero excelentes resultados. En el caso de Charlie, el tierno rockero de pasado complicado que interpretó Dominic Monaghan, la muerte del personaje fue decidida por una necesidad extradiegética. Monahan quería dejar el programa y los autores le escribieron la mejor despedida posible para su personaje: dispuesto a sacrificarse por sus amigos y su amada Claire, Charlie muere en la estación submarina pero antes advierte sobre la trampa que los espera en el mar. El mensaje escrito en la mano y otra escotilla que no se abre más.
La constante. Para muchos una serie de aventuras, fantasía y acción, Lost fue también un gran drama romántico. No sólo jugó insistentemente con el triángulo amoroso que formaron Jack, Kate (Evangeline Lilly) y Sawyer (Josh Holloway) si no que creó un perfecto relato paralelo con la historia de amor entre Desmond (Henry Ian Cusick) y Penny (Sonya Walger). El hombre de la escotilla con talento para viajar en el tiempo cuya única constante era el amor. En el quinto episodio de la cuarta temporada finalmente se revela la historia del romance entre el soldado y la hija del millonario y de paso se consigue uno de los momentos más emocionantes de toda la serie.
La dimensión desconocida. La cuarta temporada de la serie abrió un mundo de posibilidades narrativas a desarrollar. Entre los viajes hacia el pasado y el futuro de los personajes, la cada vez más tenebrosa presencia de Ben Linus y las explicaciones "científicas" y mágicas a los sucesos de la isla, quizás una de las situaciones más fantásticas fue la del episodio final de la temporada en la que Ben consigue lo que venía anunciando hace tiempo: mover la isla de lugar.
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