Vigilante: la nueva serie de Ryan Murphy para Netflix toma un escalofriante caso real y lo despoja de intriga
El showrunner apuesta por una producción con vueltas de tuerca tramposas que no le hacen justicia al interesante material de base
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Vigilante (The Watcher, Estados Unidos, 2022). Creadores: Ryan Murphy, Ian Brennan. Guion: Ryan Murphy, Ian Brennan, Relly Smith, Todd Kubrak, basado en el artículo de Reeves Wiedeman para The Cut, “The Haunting of a Dream House”. Elenco: Naomi Watts, Bobby Cannavale, Margo Martindale, Mia Farrow, Jennifer Coolidge. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
En medio de ese inesperado y apabullante éxito de la bioserie true crime Dahmer- Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer, Netflix estrena una nueva producción de Ryan Murphy e Ian Brennan con una propuesta mucho menos ambiciosa (y, a su favor, menos ofensiva) que, de todas formas, nunca logra levantar vuelo. La historia de base, un caso real narrado en el artículo de The Cut, “The Haunting of a Dream House” [”La maldición de una casa de ensueño”], parece haber sido escrita para que el mismísimo Murphy la traspole a su universo y todos los aditamentos están allí: una vivienda aterradora, posibles cultos satánicos, una familia que sufre el asedio de una misteriosa figura... Todos tópicos tentadores para el prolífico showrunner que ya vimos en su antología American Horror Story. Además de coescribir los siete episodios, Murphy también dirige dos, entre ellos, el prometedor “Bienvenidos, amigos”, uno de los mejores de esta historia efectista que se inclinó por el formato miniserie para alimentar su factor adictivo.
Sin demasiados preámbulos, Vigilante pone todas las cartas sobre la mesa en ese primer episodio, cuando el matrimonio de Nora (Naomi Watts) y Dean Brannock (Bobby Cannavale) y sus dos hijos, Ellie (Isabel Gravitt) y Carter (Luke David Blumm), llegan desde Nueva York a Westfield, Nueva Jersey, para ver una casa que promete ser el lugar de sus sueños. Antes de que los Brannock la alquilen -y gasten todos sus ahorros en el proceso, un foco de conflicto latente-, el guion de Murphy y Brennan se aproxima a una crítica sobre la violencia y la inseguridad como moneda corriente de las grandes metrópolis, la razón principal que motiva a los protagonistas a dejar una vida acomodada para adquirir tranquilidad y bienestar para sus hijos en una zona plácida, exenta de alteraciones (la paradoja no se disimula).
Como ya ha venido demostrando cuando ocupa el rol de guionista, la crítica social no es precisamente el fuerte de Murphy, quien se siente más cómodo en lo ominoso y esto sucede cuando, una vez instalados en la lujosa propiedad, los Brannock reciben una carta disruptiva en su perfecto buzón. La misiva, firmada por “The Watcher” [El Vigilante], amenazante y coercitiva, busca que abandonen el lugar y regresen a su “vida de yuppies” en la Gran Manzana. Para no mostrarse débiles ante sus hijos (entre otros factores), Nora y Dean no solo no abandonan la casa sino que emprenden ellos mismos una investigación para resolver el misterio: quién es la persona que los está observando.
Cuando Watts y Cannavale trabajan en dupla jugando con las reglas del whodunit y aportando una cuota de humor es cuando Vigilante pisa terreno firme. La construcción de esta pareja como unos detectives/anti-héroes que se proponen desenmascarar a quien los aterroriza es interesante per se, y suma matices cuando se incorpora una tercera figura, la de Theodora (Noma Dumezweni, a quien pudimos ver en Pose, uno de los raros triunfos creativos de Murphy), una excantante de jazz devenida investigadora privada que se obsesiona con el caso tanto como ese matrimonio que la contrata cuando la policía parece estar en connivencia con quien los acosa.
Asimismo, Vigilante se despega de otros productos de la factoría Murphy-Brennan cuando apunta al thriller psicológico, con la figura del patriarca cayendo en un espiral autodestructivo y con la de Nora tomando control de la situación compleja en la que se hallan. A pesar de esos ocasionales tramos donde la serie encuentra el tono justo, el panorama se complica con el ingreso de personajes secundarios cuyo único propósito es el de ser los sospechoso de turno, meras caricaturas.
Desde Mia Farrow como una vecina que preside una sociedad de preservación histórica demasiado abrasiva hasta Margo Martindale como una posible líder de una secta, Vigilante se marea al adentrarse en lo coral, cuando cualquiera de esos personajes podría ser el responsable de las cartas, algo con lo que se machaca sin demasiadas sutilezas.
Dentro de esa comunidad de individuos con quienes se enfrentan los Brannock se destaca el de Karen, una agente inmobiliaria interpretada por una gran Jennifer Coolidge, una presencia que contribuye a revitalizar secuencias tediosas. Además tampoco ayuda la inclusión de innecesarios flashbacks sobre la casa de la discordia y una subtrama romántica sobre la hija de los protagonistas que no va hacia ninguna parte y que busca distraer (subestimando al espectador en el proceso). Aunque era un tanto chato visualmente, el largometraje The Watcher de Ryan Rothmaier basado en el mismo caso real era, al menos, contundente. La serie de Murphy es un pueril intento de abordar una historia angustiante con más interrogantes que certezas y con un evidente regodeo en sus giros narrativos.
Vigilante se encuentra disponible en Netflix.
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