Tenía todo lo que se necesita para pasar a la historia, pero el apuro por poner la serie al aire terminó dinamitando sus mejores condiciones y la sepultó en el nostálgico panteón de los programas de culto
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El Triángulo de las Bermudas. Uno de los misterios más herméticos y atractivos de la humanidad. En medio de ese espacio mítico y desconocido, se encuentra una isla que funciona como reservorio de todos los seres vivos que desaparecieron entre sus aguas. Unidos por la necesidad y la desesperación, un filósofo del siglo XXIII, un científico rebelde de los ‘60, un médico recién recibido, un adolescente y una poderosa mujer mitad atlante-mitad extraterrestre, buscarán afanosamente una salida. En el camino, deberán enfrentarse a lo mejor y lo peor del ser humano: racismo, violencia de género, fanatismo religioso, gobiernos dictatoriales, brecha generacional. Viaje al Triángulo de las Bermudas pudo ser una de las grandes series televisivas de los Estados Unidos, pero la injerencia comercial de la cadena NBC terminó condenándola al fracaso comercial y el rescate cariñoso de los fanáticos, que la transformaron en objeto de culto.
Ábrete sésamo
El Océano Atlántico, entre las Bermudas, Puerto Rico y Miami. Según los expertos, este triángulo de millón y medio de kilómetros cuadrados, es una de las zonas más peligrosas para el tránsito marítimo. Por la corriente del Golfo, que le aporta a las aguas una meteorología sumamente variable e inestable, generadora de enormes olas y violentos huracanes. Al tratarse también de una de las rutas más utilizadas por barcos y aviones de todo el mundo, se entiende por qué existen cientos de accidentes y naufragios registrados en el área, entre 1846 y la actualidad.
Desde diferentes ángulos y enfoques, el periodismo se fue haciendo eco del tema. La pata sensacionalista arrancó en 1950, con el artículo que Edward Van Winkle Jones dedicó a las “misteriosas desapariciones del Triángulo del Diablo” en las páginas de The Miami Herald. Diez años después, Vincent Hayes Gaddis fue un poco más lejos, incorporando la actividad paranormal en la nota pseudocientífica que publicó en la revista Argosy, donde patentó el definitivo nombre de Triángulo de las Bermudas. En 1974, el norteamericano Charles Berlitz consolidó conspiraciones militares y suposiciones alienígenas en el mega best-seller El Triángulo de las Bermudas, libro que agotó más de veinte millones de ejemplares en todas las lenguas conocidas. En menos de dos años, Berlitz instaló definitivamente en el inconsciente colectivo global sus ideas relacionadas con ovnis, tradiciones tribales, arqueología extraterrestre, el mito de la Atlántida y el flujo de arcanas energías descontroladas, dando renovado impulso a la divulgación fenomenológica.
Bruce Lansbury, hermano de Angela Lansbury y reconocido productor televisivo, fue uno de los primeros en percatarse del filón. “De repente, el Triángulo de las Bermudas se convirtió en el perfecto ‘Ábrete Sésamo’ para la imaginación. La puerta que podíamos abrir para justificar cualquier tipo de aventuras. Teníamos que llevar eso a la TV”, escribió. Sin esfuerzo, convenció al directorio de NBC, que estaba buscando alimentar su pantalla con producciones de corte fantástico. La trama de la nueva serie seguía a una familia de científicos que desaparecía en el Triángulo de las Bermudas, quedando atrapada en una isla donde el tiempo lineal no existía, razón por la cual el pasado, el presente y el futuro convivían de manera algo caótica. Varados en ese medioambiente, pasarían los episodios tratando de regresar a sus respectivos hogares. “Iba todo tan bien -contó Lansbury-, que no pensé que terminaría tan mal”.
Muchas manos en un plato
Lansbury en persona supervisó el casting. De toda la tripulación que naufragaba en el Triángulo de las Bermudas, sólo sobrevivían el profesor Paul Jordan (Scott Thomas) y su hijo adolescente Scott (Ike Eisenmann), el médico recién recibido Fred Walters (Carl Franklin), las ayudantes Eve Costigan (Susan Howard) y Jill Sands (Karen Somerville). Caminando por la isla misteriosa, el grupo se encontraba con Varian (Jared Martin), un filósofo del año 2230 con las respuestas justas para que el telespectador no se quede en babia. A Lansbury le encantó el resultado final. A la NBC, no. “Nunca entendieron nada -afirmó con enojo el productor-. Mi idea era navegar por la fantasía especulativa al estilo de la Dimensión Desconocida, abrir la mente para expresar cuestiones existenciales de manera adulta. Pero ellos sólo querían ciencia ficción básica, llena de lugares comunes, estereotipos gastados y discursos huecos”.
Los cambios fueron brutales. Con forceps y sin sutilezas, la premisa original fue modificada hasta quedar prácticamente irreconocible. Tres nuevos guionistas fueron contratados para “mejorar” el material. El primero decidió que Varian fuera ascendido a líder del equipo, ya que contaría con el Energizador Sónico, un elemento mágico con forma de diapasón cristalino, que le permitía manipular mentalmente la materia, destruir el universo conocido u operar sin anestesia. El segundo, entonces, decidió borrar de un plumazo a Paul Jordan, Eve y Jill, que terminaron expulsados de la isla sin mayores explicaciones. El tercero, por último, hizo cumplir el mínimo cupo femenino requerido: de la nada, introdujo a la bella Liana (Katie Saylor), poseedora de superfuerza heredada de un padre atlante y una madre extraterrestre. Además de incontables habilidades psíquicas, Liana podía comunicarse con los animales, especialmente con el gato Sil-El, que también tenía capacidades telepáticas.
La cosa no paró ahí. Incentivada por las modificaciones, la gerencia de NBC decidió sumar una primera figura al reparto regular. El elegido fue Roddy McDowall, actor todoterreno que había amasado una carrera exitosa en teatro, cine y TV. Con el mismo rigor profesional, supo ponerle el cuerpo a Shakespeare y al Batman de Adam West, a la Beat Generation de Jack Kerouac y a los prostéticos de El planeta de los simios. Pensando en su capacidad para la morisqueta, le construyeron a medida el papel del Dr. Jonathan Willoway, que debutaría en el tercer episodio de la serie. “Willoway era un científico rebelde que había desaparecido en los años ‘60 -confió McDowall-, una especie de anacronismo viviente con amplio dominio de las computadoras, la robótica y las ciencias duras. Un tipo poco confiable, capaz de dar la vida por sus amigos o de traicionarlos sin ningún remordimiento. Porque, en realidad, tenía su propia agenda y una motivación privada y misteriosa. Por desgracia, la serie se acabó antes de llegar a esa etapa”.
De apuro
Contenta con los cambios, NBC ordenó la realización de una primera temporada de 13 episodios. Disconforme, Lansbury se dedicó a intentar salvar lo que pudiera salvarse de su proyecto. “Básicamente, teníamos un programa futurista con bajo presupuesto. Como no podíamos darnos el lujo de muchos efectos especiales, mi propuesta fue la de tratar temáticas sensibles mediante buenas ideas y mejores diálogos”, aseguró. El listado de tópicos sigue siendo actual: bullying, violencia machista, racismo, discriminación, fanatismo religioso, gobiernos dictatoriales, consumo de drogas, pena de muerte, brecha generacional, la concepción moral del bien y del mal, aquello que hoy llamamos inteligencia artificial. Como contraparte, la injerencia empresarial impuso la presencia de muchos alienígenas (verdes, púrpuras, cabezones), robots, brujos de la Grecia helénica, psíquicos malvados, zombies con poderes electrónicos.
“Con todo, eso no fue lo peor”, se sinceró Lansbury. Urgida por el horrible desempeño televisivo de Gemini Man, NBC decidió apurar el estreno de la nueva serie. Viaje al Triángulo de las Bermudas (The Fantastic Journey) salió a pelear audiencia en el horario central del 3 de febrero de 1977, mientras los capítulos de la temporada se estaban escribiendo, filmando y editando. “Hicimos todo en tiempo récord -contó Lansbury-. Los guiones no se revisaban, las secuencias se resolvían en una toma, reciclamos escenografías y maquetas de Hechizada y Los invasores; y filmamos mucho en exteriores: Las playas de Malibú, las colinas de Hollywood, el Hotel Bonaventure y el Observatorio Griffith”.
Con los costos disparados y el rating estancado, NBC decidió cancelar la serie en marzo, sin darle oportunidad de nada. La producción se cortó en seco, dejando un capítulo a medio filmar y otros dos sin terminar de escribir. Anoticiada de la situación, Katie Saylor tuvo una crisis nerviosa y cayó enferma, motivo por el cual su personaje fue eliminado de los dos últimos episodios emitidos. Sin pena ni gloria, el 16 de junio de 1977 Viaje al Triángulo de las Bermudas desapareció de las pantallas, perdido en el Triángulo del Diablo de la programación.
El paso del tiempo, las repeticiones locales, las ventas al extranjero y la recuperación nostálgica de los consumos culturales infantiles, terminó poniendo a la serie en un lugar de clásico de culto. “Creo que se terminó valorizando más lo que pudo ser que aquello que en realidad fue -comentó Lansbury poco antes de morir, en 2017-. Porque para nosotros fue un verdadero desastre. Del que aprendimos mucho, es cierto. A todos nos quedó muy claro qué es lo que no debe hacerse”.
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