Una historia real: retrato fallido de una hermandad que encuentra la unión en el crimen
La miniserie protagonizada por Kevin Hart y Wesley Snipes elabora un thriller lleno de giros forzados e inverosímiles
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Una historia real (True Story / Estados Unidos, 2021). Creador: Eric Newman. Elenco: Kevin Hart, Wesley Snipes, Paul Adelstein, William Catlett, Tawny Newsome, Theo Rossi, John Ales, Chris Diamantopoulos, Billy Zane. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
Filadelfia parece conservar un oscuro encantamiento en la vida del exitoso comediante Kid, una especie de alter ego bastante cercano al actor Kevin Hart que lo interpreta. Kid nació y creció en los barrios negros de Filadelfia, las canchitas de básquet de los parques conservan el recuerdo de sus años adolescentes, y su hermano mayor Carlton (Wesley Snipes) resulta una carga demasiado grande para seguir pagando como precio de su éxito. Ese es el disparador inicial de Una historia real, miniserie creada por Eric Newman (guionista y productor de Narcos) y modelada en la biografía de Hart, un comediante de stand up convertido en una estrella multimillonaria de franquicias y películas infantiles, seguido por millones de fans. El regreso a casa implica también el retorno a la zona oscura de su ascenso a la fama y ese hermano que hiciera de protector en su infancia y hoy amenaza con empujar al abismo todo lo conseguido no es más que el lado B de su prolijo heroísmo.
El problema central de la miniserie es que para ilustrar esa idea elabora un thriller lleno de giros forzados e inverosímiles, que solo se apoya en el vértigo de la misma acumulación, el hallazgo de algunos personajes secundarios atractivos –un fan obsesionado y una familia de mafioso griegos- y la solvencia de Snipes para llevar encima la oscuridad de la dupla. Hart no termina de convencerse si su personaje es un cretino convertido en famoso o un pobre tipo al que todos los que lo rodean quieren exprimirlo y sacarle plata. O quizás es un poco de cada uno de esos tópicos, pero su escasa convicción dramática y la creciente gesticulación en los momentos críticos lo convierten en la farsa de su propia tragedia. Y lo cierto es que ni el mundo del pasado –el entorno familiar y las condiciones de su crianza-, ni la necesidad de salir de allí, de ser alguien más que ese chico al que su hermano salvó de la marginalidad o el fracaso, terminan de cobrar vida en la historia.
La llegada de Kid al Four Seasons de Filadelfia viene presidida de toda la expectativa imaginable. Un mega éxito en taquilla y la posible oferta de firmar por la secuela, una serie de presentaciones en vivo, sesiones de fotos, pruebas de sonido y el reencuentro con la ciudad de su origen que lo ve convertido en su niño prodigio. Nada parece arruinar su prodigalidad y el buen humor de su comitiva, ni los chistes racistas de un fan de primera clase en el avión, ni las fotos del nuevo romance de su exesposa, ni las exigencias de cumplir horarios, protocolos y compromisos. Pero sí la presencia de Carlton en el hotel, el recuerdo de sus traspiés económicos en el pasado y las tentaciones que trae de nuevo al presente sobrio de Kid. La entrada a escena de Snipes, en un gag con bata de baño y muñeca inflable, ofrece la perfecta fachada de ese personaje, un fanfarrón que gesto a gesto se va oscureciendo, y cuya sinuosa moral resulta uno de los mejores aspectos de la construcción dramática de Una historia real.
Lo demás es predecible: la borrachera, la chica muerta en la cama y un entramado de culpas cruzadas y encubrimientos que progresa solo para impulsar la acción, enredarla y justificar sus desvíos más absurdos. Por suerte aparece Billy Zane haciendo de un cínico villano, regodeándose en la descripción del desmembramiento de un cadáver mientras se burla del complejo de rico del pobre Kid que está dispuesto cargar con las pesadillas de su culpa siempre y cuando no supongan una cuota mensual demasiado elevada. La comitiva de Kid –manager (Paul Adelstein), guionista (Tawny Newsome) y guardaespaldas (William Catlett)- funciona como ese mundo exterior que siempre amenaza con descubrir la verdad, que se entromete en su suite con el riesgo de ser testigo de lo que allí sucede, y que de vez en cuando se dedica a tener una línea narrativa propia.
La ciudad, que se nombra una y otra vez, que resulta omnipresente en su influjo emocional en el Kid adulto, recién cobra vida en algunas escenas nocturnas, en el rail que los hermanos emprenden para deshacer sus crímenes, encontrar lo que los unió en el pasado y todavía persiste, saldar las cuentas que el dinero no puede reparar. Y es Snipes quien mejor transita ese submundo, solitario en su departamento con las fotos de sus sueños rotos, consumido por el rencor que aún resiste en su memoria, temeroso de sus fantasmas. Incluso se permite los destellos de comedia que la serie consigue deslizar, esas muecas de dolor y traición enredadas en el intento de recuperar una hermandad que parece perdida.
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