13 Reasons Why: un regreso forzado y reiterativo
De Brian Yorkey: más intenciones que ideas
"Desde el momento en que empezás a hablar de algo, todo se vuelve más fácil", asevera la actriz Alisha Boe en el breve clip que abre la segunda temporada de 13 Reasons Why. El video también muestra al resto de los protagonistas advirtiendo sobre el contenido de la serie, poniendo así sobre la mesa el modo con el que Netflix abordó la anticipada vuelta de la creación de Brian Yorkey: con extrema responsabilidad sobre el alcance masivo de un producto que toca temas que pueden sensibilizar (con menor o mayor intensidad) a quienes hayan atravesado (o atraviesan) hechos similares. Asimismo, la plataforma de streaming concibió un espacio de consulta y auxilio para quienes estén viviendo situaciones de depresión, bullying, abuso y adicción a las drogas: 13reasonswhy.info
De todas formas, la segunda temporada de la serie demostró que esta siempre fue muy dependiente del material de base -la novela de Jay Asher que narraba la concatenación de hechos que llevaron a la joven Hannah Baker al suicidio-, dado que nunca logra funcionar autónomamente.
El impacto que tuvo la primera temporada de 13 Reasons Why convirtió a Hannah en una suerte de emblema, una figura que representaba problemáticas adolescentes como el bullying silencioso que se suscita en la escuela secundaria (desde rumores falsos hasta la expulsión de ciertos círculos), el abuso sexual, la depresión y el suicidio. En la segunda temporada se vuelve rápidamente evidente que Yorkey y su equipo de guionistas quisieron mantener a Katherine Langford en la historia, pero no lograron que la presencia de su personaje se vuelva cohesiva, al emplear dos recursos trillados a los que no se los pudo implementar con éxito. En primera instancia, el uso de los flashbacks para completar los espacios en blanco de la vida de Hannah resultan disonantes con las historias de la primera temporada (su noviazgo oculto con Zach, por ejemplo, carece de lógica y contradice líneas argumentales trazadas previamente).
En segunda instancia, desde el episodio inicial, la joven se le aparece a Clay Jensen (Dylan Minnette) como un fantasma y, con excepción de algunos gags autoconscientes, sus constantes charlas no cuadran con el tono general de la serie. Por lo tanto, los pocos momentos en los que Hannah deja de ser un símbolo y la presencia de Langford se siente justificada son aquellos en los que sus padres y amigos la recuerdan con anécdotas donde la vemos a través de un prisma y comprobamos que, desde el comienzo, ella siempre fue una mujer que luchó para combatir la soledad, incluso desde sus imperfecciones.
Se podía prever que, ya sin el contexto de los trece cassettes como marco narrativo, 13 Reasons Why iba a tener que encontrar otro modo de articular sus trece episodios. Por lo tanto, se eligió como mecanismo el desarrollo del juicio de los Baker contra la secundaria Liberty, y los testimonios de todos los estudiantes que se vincularon con Hannah. En consecuencia, cada capítulo es narrado por una voz en off diferente, dependiendo del individuo llamado a testificar. El problema surge cuando cada personaje enarbola las mismas sentencias que, si bien se nutren de buenas intenciones, se vuelven simplistas en el amplio espectro de las temáticas tratadas (en realidad, todo el juicio evoluciona de manera endeble e improbable). Frases hechas sobre la culpa, la redención y el efecto dominó del bullying se repiten constantemente ("la verdad te puede liberar si la dejás"), como si la serie hubiera quedado atrapada en un círculo vicioso de autoindulgencia. Asimismo, se añade un misterio que se prolonga demasiado: la aparición de unas polaroids en las que vemos inconscientes a las víctimas de abuso de Bryce Walker (Justin Prentice). Las imágenes son duras y difíciles de procesar, pero se las trivializa al buscar el golpe de efecto respecto de la identidad de la persona que las tomó. Más allá de la búsqueda de justicia (legal y de otra índole) para Hannah, esta temporada no puede eludir la reiteración de conversaciones y situaciones que podrían haberse sintetizado en no más de seis episodios.
Si hay algo que la serie resuelve con mayor inteligencia en su regreso son los procesos por los que atraviesan Jessica Davis (Alisha Boe) y Tyler Down (Devin Druid). En el primer caso, la joven lidia con el estrés postraumático de haber sido abusada sexualmente por Bryce y la manera en la que intenta recomponer su vida es tan dolorosa como reveladora. Yorkey acompaña al personaje mientras duerme en la habitación de sus padres por miedo a quedarse sola, mientras no puede mirarse al espejo sin que esto sea un disparador de esa fatídica noche, mientras encuentra en el apoyo y los consejos de otra víctima las palabras necesarias para enfrentar el hecho de ver a su abusador todos los días en los pasillos de la escuela. Si bien el personaje se convierte en una figura clave en el juicio, los guionistas no apresuran ese momento en el que, en el marco de una denuncia policial, decide alzar su voz y ponerle nombre y apellido al hombre que la violó, aunque este termine siendo liberado por sus privilegios (las similitudes con el caso real de Brock Turner no son incidentales). En este sentido, la evolución de Jessica se asemeja a la de su expareja Alex Standall (Miles Heizer), quien supera las limitaciones físicas producto de su intento de suicidio. En el segundo caso, el proceso es inverso. Lejos de combatir la hipocresía con su propia verdad, Tyler se convierte en un peligroso justiciero y su violencia lo va llevando de manera progresiva (escena de tortura gratuita mediante) al acto final, al clímax de "Bye", el último capítulo, dirigido por Kyle Patrick Álvarez. Con los recientes tiroteos a colegios de Florida y Texas, la subtrama de Tyler se vuelve clave para que 13 Reasons Why siga manteniendo relevancia en sus diálogos con el contexto en el que surge. De todos modos, cuando se la reduce a un inverosímil cliffhanger para "asegurarse" una tercera temporada, la serie de Netflix se torna frustrante, nihilista, poco inspirada y simplemente desesperanzadora.
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