El relato sobre una mujer que huye de su vida idílica para encontrar el amor en un muchacho al que conoce accidentalmente es una fórmula conocida que sin embargo, aquí logra un aire renovado
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Desde su estreno hace pocas semanas, Un cuento perfecto se posicionó cómodamente entre los títulos más vistos de Netflix. Y aunque se trata de una fábula romántica sin grandes aspiraciones, eso no quita que esta propuesta haya sabido construir una identidad propia, que enganchó a miles y miles de televidentes alrededor del mundo. Por este motivo, a continuación hacemos un repaso por los ingredientes más importantes de esta popular producción española.
Una historia conocida
El cuento lo vimos mil veces: Margot (Anna Castillo) es una joven de familia millonaria, que tiene una vida perfecta y un futuro resuelto. Sin embargo no está conforme, a su romance le falta chispa y en su trabajo todos consideran que sus logros tienen más que ver con su apellido que con su talento. Temerosa de romper el molde, pero decidida a hacerlo, escapa de su casamiento hacia un rumbo incierto, con la intención de darle a su realidad un desorden necesario.
En otro rincón de Madrid, un muchacho llamado David (Álvaro Mel) no planea más allá de mañana, tiene varios trabajos que le dan más disfrute que dinero y su amor está puesto en una novia que lo desprecia y que terminará poniéndole un punto final a la relación. Margot y David no pueden ser más distintos, pero ambos están perdidos y quieren reencauzar su vida amorosa y accidentalmente cruzan sus caminos. Se conocen, hay química pero deciden ser amigos. Se comprometen a ayudarse mutuamente en la misión de recuperar a sus respectivas parejas. Ella oculta su identidad, él esconde su evidente interés; ambos cicatrizan sus inseguridades en esa amistad que, como es de esperar, no es más que el prólogo de un profundo amor.
Salta a la vista que la fórmula no es niguna novedad y que cualquier espectador puede adelantarse con facilidad a lo que va a suceder. Pero en vez de aburrir, esa se convierte en la gran fortaleza de una serie que confía acertadamente en el carisma de su pareja protagónica.
Margot y David
La química en pantalla no se puede forzar ni responde a una fórmula matemática. Dos intérpretes pueden representar de forma desangelada cualquier tipo de historia precipitando hacia el abismo al mejor de los guiones. Pero en este caso, esa alquimia que es el entenderse con una mirada, surge de manera poderosa. Anna en la piel de Margot y Álvaro como David se potencian mutuamente y le dan al vínculo compartido, una verdad irresistible. Enfundados en sus personajes, el actor y la actriz se entienden con una sonrisa, se enojan sin pronunciar su furia y disimulan torpemente ese deseo que cada vez les resulta más incontenible. De este modo, el público se enamora con ellos y puede sentir cómo esa amistad transmuta en amor.
Los cinco capítulos que integran esta miniserie posan la historia en los hombros de su pareja central haciendo que el público sea uno con ellos. Y así es que la fórmula triunfa cuando gana en intimidad, cuando nos abre las puertas de la relación entre Margot y David y cómo evolucionan los sentimientos entre ellos. La construcción de la cercanía entre ambos y el romance que surge cuando están solos es el gran logro de esta ficción (y como epílogo de eso que sucede en pantalla, es que Anna y Álvaro blanquearon su relación amorosa pocas semanas después del estreno de esta miniserie).
Las virtudes de Grecia
Hay ficciones que viajan por el mundo y que en ese andar invitan a los televidentes a formar parte. Y Un cuento perfecto tiene mucho de eso porque si bien el comienzo se ancla en Madrid, la miniserie pronto lleva a los protagonistas a Grecia y a algunas de sus postales más destacadas, entre las que se encuentran Atenas, Mykonos y Santorini. Pero lejos de mostrar ese país como telón de fondo, esos paisajes se integran al relato, y se convierten en un personaje más que impulsa el romance.
A medida que la acción avanza y la complicidad crece entre Margot y David, los hoteles pasan de ser grandes espacios a lugares más pequeños. De la ampulosidad de imponentes habitaciones y las majestuosas vistas paradisíacas, los personajes eventualmente se afincan en lugares más pequeños con paisajes menos conocidos pero igual de atractivos. Y ese espacio que se va achicando, que va perdiendo lujo para ganar en intimidad es el reflejo del vínculo entre David y Margot. El amor que se despoja de las apariencias iniciales para darle paso a la autenticidad de sus sentimientos.
Cinco episodios
En un momento en el que las series se estiran más de lo necesario, que las temporadas contienen numerosos capítulos y las tramas se empantanan en baches de todo tipo, el formato miniserie es un refugio. Las ficciones que se plantean en un puñado de capítulos son un canto de sirena entre tantas producciones que se prolongan a lo largo de años y años. Por este motivo es que Un cuento perfecto supone una apuesta segura, e invita a verla en forma de maratón.
Sin necesidad de extender innecesariamente la cantidad de personajes y ramificar la historia hasta el hartazgo, aquí la trama se circunscribe de forma exclusiva alrededor del amor entre Margot y David y es más, hasta se podría reclamar el presentar personajes que luego no tienen mayor desarrollo y que se licúan con el correr de las escenas (el de la madre de Margot, interpretada por Ana Belén, es uno de esos cabos sueltos que la ficción decide olvidar). Pero es indudable que el formato de cinco episodios potencia la calidad de la propuesta y la convierte en una pieza redonda.
Su calidez
Hay series que son zonas de confort, ficciones que tienden puentes y que logran un ejercicio mucho más complejo de lo que aparentan y es el de hacer sentir al público parte activa de la historia. Títulos como Gilmore Girls por ejemplo, logran ese efecto y llevan al espectador a Stars Hollow para integrarlo al relato. De esta manera, las criaturas de ficción se convierten en personas más que en personajes y Un cuento perfecto logra ese registro.
En su llegada a la pantalla, el libro escrito por Elisabet Benavent presenta una galería de personajes entrañables, de esos que uno no quiere dejar de reencontrarse. Y a través de ese tono es que Un cuento perfecto invita a volver a esas islas de Grecia, a ese amor que nace de una amistad y a una historia que en su aparente sencillez, transmite una calidez que pocas ficciones logran alcanzar.
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