Tokyo Vice: quién es Jake Adelstein, el periodista norteamericano que develó los secretos de la yakuza en la serie de HBO Max
Fue el primer no japonés en formar parte de la redacción de The Yomiuri Shimbun, el diario con mayor tirada del mundo; sus investigaciones ayudaron a desmantelar un clan de la mafia japonesa, que lo amenazó de muerte
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TOKIO.- Actualmente quedan pocos signos visibles de la yakuza en el barrio de Kabukicho, el abigarrado distrito rojo y de entretenimiento situado en el corazón de esta vertiginosa metrópolis de 37 millones de habitantes, la ciudad más grande del mundo. Las drásticas leyes antimafia de Japón han debilitado a los sindicatos del crimen organizado y han empujado a las sombras a sus envejecidos líderes y sus menguantes miembros. Pero hasta hace no tanto, esta zona y muchas otras estaban bajo el control de la mafia japonesa, la yakuza.
“Estaban delante de uno”, dice Jake Adelstein, sentado en un club de jazz sobre Yasukuni Dori, probablemente la avenida más fotografiada de Tokio. En la vereda de enfrente está ese laberinto de neón que es el distrito Kabukicho, donde Adelstein se reunía con fuentes y observadores de la actividad de la yakuza cuando trabajaba en la sección de policiales de The Yomiuri Shimbun, entre 1993 y 2005. Fue el primer periodista gaijin (no japonés) en el que sigue siendo el diario de mayor tirada del mundo. “Se notaba mucho que yo era extranjero, así que venía acá, me senataba a leer mi diario en inglés, y paraba la oreja”, dice Adelstein. “Pero hoy los yakuza ya son cosa del pasado en más de un sentido.”
Su historia cobra nuevo aliento con Tokyo Vice, la miniserie de ocho capítulos disponible en HBO Max. Basada en su libro de memorias, sigue los pasos de un joven periodista norteamericano (interpretado por Ansel Elgort) en un diario parecido al Yomiuri en 1999, mientras descubre los lazos entre la policía, los políticos y el submundo criminal de Tokio, y al mismo tiempo enfrenta el abismo cultural, el choque de jerarquías sociales y el desafío de forjarse su propio camino.
El primer episodio fue dirigido por el célebre cineasta Michael Mann. El showrunner de Tokyo Vice es el dramaturgo J. T. Rogers, amigo de la infancia de Adelstein. Ken Watanabe es Hiroto Katagiri, un detective de la policía que se convierte en una figura paterna para el reportero en ciernes.
Si bien no es raro que las producciones de televisión tengan un derrotero complicado hasta concretarse, Tokyo Vice ha recorrido una ruta particularmente tortuosa. Entre esos contratiempos estuvo la cuarentena de ocho meses por la pandemia, problemas de trámites burocráticos y lo que Poul diplomáticamente describe como “los muchos obstáculos culturales y psicológicos” que entraña filmar una superproducción norteamericana en las calles de Tokio.
Pero por supuesto que Adelstein la pasó mucho peor cuando investigó la historia que constituye el centro de sus memorias y que recorre la miniserie: la influencia de Tadamasa Goto, jefe de la familia yakuza Goto-gumi y conocido como “el John Gotti de Japón”. El artículo revelaba que Goto le había “entregado” su pandilla al FBI para que lo pusieran primero en la lista de espera de un trasplante de hígado en Estados Unidos, por delante de ciudadanos estadounidenses.
Las amenazas de muerte contra Adelstein no se hicieron esperar: en aquella época, la sociedad japonesa no solo toleraba a los mafiosos, sino que incluso los admiraba. Mientras recorremos el mosaico de bares y turbios locales de Kabukicho, Adelstein me muestra ejemplares de una revista ya desaparecida destinada a los fans de la yakuza, una de las muchas que durante décadas eran omnipresentes en los kioscos japoneses. Esas publicaciones han desaparecido y el submundo que glorificaban se ha desvanecido, pero Adelstein, sigue vivo y tiene apenas 53 años. “La yakuza sigue existiendo y tiene altos contactos con el poder –dice–. Pero su capacidad operativa y su predisposición para el uso de la violencia han disminuido drásticamente. Además, sus filas han mermado mucho, de unos 80.000 miembros que tenían hace una década ahora quedan 10.000, y estos tienen ahora tienen más de 50, como yo”.
“De hecho, sigo en contacto con algunos”, dice Adelstein. “Y la pregunta a esta altura es ¿cómo andás del hígado?”
Las llaves del reino
Inicialmente, Tokyo Vice iba a ser una película. El libro salió en 2009 y los derechos fueron adquiridos por John Lesher, un exjefe de la Paramount Pictures que firmó contrato como productor de la película. Adelstein sugirió el nombre de Rogers, un destacado dramaturgo y excompañero de secundaria de sus días en Missouri, para que adaptara el guion. Pero Rogers conocía el material desde unos años antes de que arrancara el proyecto cinematográfico. Desde las inmediaciones del santuario Ebisu-jinja de Tokio, una de las locaciones de la serie, Rogers recuerda que Adelstein lo llamó para hacerle una pregunta muy rara: ¿había recibido últimamente alguna amenaza telefónica en japonés?
Daba la “casualidad” de que Rogers efectivamente había recibido algunos mensajes de voz incomprensibles. Adelstein se disculpó y le explicó que había descubierto los secretos de un mafioso que eventualmente había logrado apoderarse de su agenda y estaba amenazando a todos sus contactos. “En ese momento pensé dos cosas”, recuerda Rogers. “Como su amigo, me preocupé por su seguridad. Pero como escritor, ¡mi impulso fue agarrar la lapicera y tomar nota de todo!”.
Para 2013, Daniel Radcliffe había sido contratado para interpretar a Adelstein, pero el proyecto de la película finalmente se canceló. (Adelstein cree que uno de los factores fue el miedo persistente de la industria cinematográfica japonesa a la yakuza; otros involucrados lo atribuyen a meros problemas de financiamiento). En 2019, cuando la productora Endeavor Content compró los derechos y empezó a trabajar para convertir a Tokyo Vice en una serie, contrataron a Lesher como productor ejecutivo y Rogers como showrunner. “Es bastante raro que te den las llaves del reino la primera vez que hacés televisión, especialmente de una superproducción norteamericana de en una escala nunca antes realizada en Japón”, dice Rogers.
Por suerte tuvo ayuda. Poul —que produjo series como Six Feet Under y The Newsroom para HBO—, en la década de 1980 había vivido en Japón, donde consiguió su primer trabajo en una película importante, como productor asociado de Mishima de Paul Schrader (1985). Su fluidez para hablar japonés y su profunda familiaridad con la cultura japonesa fueron cruciales durante el rodaje. Mann —el célebre director de thrillers como Fuego contra fuego—, tuvo su primer gran éxito en otra serie policial que tenía un título similar y un lugar de pertenencia igualmente vívida: División Miami.
Mann está fascinado con Tokio y con Japón desde hace mucho tiempo, pero esta fue su primera oportunidad de trabajar allí. Su fascinación por la arquitectura, el diseño y la cultura de Tokio es evidente en el piloto, que deja establecido el tono visual de la miniserie. “Siento tal admiración por la estética japonesa que allá me cuesta caminar 100 metros sin detenerme a observar –dice Mann en videollamada desde Los Ángeles–. “Me quedo embobado con todo, hasta con el diseño de las tapas de alcantarilla. Doy otros tres pasos y me quedo parado a admirar la intrincada mampostería de una fachada. Cuando estoy en Tokio, me pongo imposible”.
Aunque la serie se basa en las memorias y experiencias de Adelstein, todos los involucrados enfatizan que es un trabajo de ficción. “Tokyo Vice no es ni una biografía ni un documental –dice Rogers–. Está inspirado en hechos reales, pero es ficción”. Aclara que ninguno de los personajes se basa directamente en Goto, que fue expulsado de su pandilla en 2008 pero que, según el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, continuó manteniendo vínculos con la yakuza.
“La yakuza tiende a ser caricaturizada”, dice el actor Ken Watanabe, cuyo personaje se basa en Chiaki Sekiguchi, el detective de Tokio que fue una especie de mentor para Adelstein. “Pero siento que Tokyo Vice mostramos un retrato muy auténtico de la yakuza. Son villanos, son los malos, pero también los vemos luchar y agonizar. Son personajes humanos.”
Aunque en Tokyo Vice aparecen muchos personajes japoneses, la miniserie le presta especial atención a la vida de los expatriados que buscaban abrirse camino y hacerse entender en una Tokio sin teléfonos inteligentes y Google Translate. Por sobre todas las cosas, Tokyo Vice se trata de la búsqueda de la verdad, tanto en las relaciones entre los personajes como en la investigación periodística que impulsa la trama. Y el programa también aprovecha para hacer una crítica a ciertos aspectos de la cultura japonesa que no han cambiado mucho desde la década de 1990, sobre todo los relacionados con las jerarquías patriarcales, la xenofobia y el sexismo.
Esos elementos aparecen con claridad en el personaje interpretado por la actriz Rinko Kikuchi, la editora de Adelstein en el diario ficticio, que combina a varios de los jefes de redacción que ha tenido Adelstein a lo largo de su carrera. Kikuchi dice que la actitud machista de los varones hacia su personaje es efectivamente así en la realidad. “Los japoneses todavía tienden a buscar mujeres dulces y un poco infantilizadas –dice la actriz–. En los lugares de trabajo dominados por hombres, las mujeres japonesas pueden convertir esto en un arma. Pero mi personaje, que es de ascendencia coreana, no usa su condición femenina como arma: lo que ella quiere es ser buena periodista” “Es un papel increíble”, dice Kikuchi. “De esos que no abundan para las mujeres en Japón.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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