La saga mafiosa evidenció la importancia del psicoanálisis en las ficciones, y cuáles fueron las historias que profundizaron esa búsqueda
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El estreno de Los santos de la mafia invita nuevamente a revisar el legado de Los Soprano. La serie creada por David Chase renovó la forma de comprender el crimen organizado, y revitalizó un mundo que parecía agotado. Y si bien se suele hablar del ingrediente vinculado a la mafia en el marco de esa saga, lo cierto es que las largas sesiones de terapia entre el protagonista y su psicóloga también representaron uno de sus ingredientes más valiosos. Por ese motivo, y a más de veinte años de su estreno, es momento de repasar cómo a partir de Los Soprano el mundo de las ficciones televisivas aprendió a capitalizar el análisis como disparador de conflictos.
La psicología, según Los Soprano
En la primera escena de Los Soprano, Tony (James Gandolfini) se encuentra en la sala de espera de la doctora Melfi (Lorraine Bracco), para comenzar una terapia a partir de un episodio de ataque de pánico. Desde ese minuto inicial, David Chase demuestra que su versión de la mafia va a ir a contramano de los espacios habituales de ese género, y así como El padrino podía mostrar a los criminales preparando una salsa de tomate, Los Soprano podía jugar con ese mismo contrapunto, y mostrar un capo como un hombre tremendamente vulnerable. Y para evidenciar esa dualidad que habita en Tony, era imprescindible el espacio psicoanalítico. La serie necesitó darle un gran protagonismo al vínculo entre paciente y terapeuta, porque solo en ese lugar Tony Soprano podía reflexionar sobre su verdadera esencia y sobre la cara que no podía mostrarle a quienes lo rodeaban.
A lo largo de las seis temporadas que integran la serie, la relación entre Tony y la doctora Melfi atravesó varias etapas, desde la idealización inicial al desencanto, pasando por innumerables discusiones o necesidades de tomar distancia. Pero ese consultorio siempre fue sagrado no solo para el personaje, sino también para la evolución de la trama, que lo presentaba como un oasis en el que la acción se detenía, para reflexionar sobre el rumbo de las cosas. Y en ese sentido, salvo contadas excepciones, no era casual que Melfi no se cruzara jamás con ningún otro personaje de la historia, porque para Tony Soprano, como para cualquier espectador, el espacio de terapia no es susceptible de mezclarse con otros ámbitos.
Antes de la doctora Melfi, no hubo grandes psicólogos televisivos. Las ficciones de la pantalla chica parecían no saber cómo insertar una terapia en el marco de una historia, y los terapeutas quedaban relegados a personajes de relleno que no representaban en absoluto una experiencia psicoanalítica. Pero Los Soprano cambió eso para siempre. David Chase construyó un vínculo terapéutico que reforzaba el ejercicio de empatía que proponía Tony Soprano, un pionero en el ejercicio de reflejar al público en la piel del villano. Con el correr de los episodios, los televidentes incluso pudieron asomarse en la vida privada de esa psicóloga, y cómo ella podía mostrarse impasible ante su paciente, aún cuando un huracán emocional la tomaba de rehén (una idea que encuentra su punto más alto en el episodio “El empleado del mes”, en el que es víctima de una violación). Por ese motivo, el éxito de Los Soprano no solo modernizó las sagas sobre el crimen organizado, sino que también demostró que la terapia podía ser un espacio de gran riqueza para las series.
Otras ficciones, otros psicólogos
Para encontrar al primer psicólogo televisivo, hay que viajar al año 1970. En ese año se estrenó The Psychiatrist, una serie en la que Roy Thinnes se ponía en la piel del doctor James Whitman, un joven terapeuta de métodos atípicos. Como era habitual en las ficciones de la época, cada episodio presentaba un caso autoconclusivo, usualmente ligado a temáticas sociales, como la historia de un adicto en recuperación o las consecuencias emocionales que sufría un veterano de Vietnam. Esa serie no despertó demasiado interés, y duró apenas siete entregas (usualmente, el único motivo por el que se la recuerda, es porque uno de sus episodios fue dirigido por un desconocido Steven Spielberg).
Ese primer intento de sumergir a la televisión en el mundo de la terapia no tuvo una continuidad inmediata. Durante los años posteriores, los psicólogos solían ser personajes de relleno y con apariciones muy limitadas, como Sidney Freedman (Allan Arbus) en MASH, o Marvin Monroe (Harry Shearer) en Los Simpsons. Pero como ya se mencionó, la aparición de Los Soprano revirtió esa tendencia y poco a poco, los psicólogos empezaron a ganar terreno. Aunque no fueran piezas centrales, las sesiones de terapia servían para motorizar conflictos, porque para los guionistas ellos eran los interlocutores perfectos para sus protagonistas.
De ese modo, el doctor Wayne (Andy Umberger) en Mad Men, el doctor Porter (Derek Luke) en Trece razones, Daniel Shin (Jay Hayden) en Crazy Ex Girlfriend o la doctora Sasaki (Amy Okuda) en Atypical, eran personajes que sin protagonizar, marcaban de forma satelital la evolución del relato. Mención aparte merece la doctora Reisman (Robin Weigert) en Big Little Lies, una parte fundamental en la subtrama de Celeste (Nicole Kidman), centrada en la manipulación de los victimarios sobre las víctimas, y la violencia de género naturalizada.
Otras ficciones apostaron decididamente por la figura del psicólogo como su estrella principal. Aunque no muy famosa, la pionera en esa categoría fue Doctor Katz, una serie animada emitida entre 1995 y 2002, cuyo eje eran los extravagantes pacientes que acudían al consultorio del neurótico Katz (Jonathan Katz). En Sex Education, la doctora Jean Milburn (Gillian Anderson) es uno de los personajes principales, y si bien su área es la sexualidad, sus sesiones son imprescindibles en la evolución de gran parte de los protagonistas. Pero ningún psicólogo de ese grupo, tuvo la importancia de Paul Weston (Gabriel Byrne), estrella de In Treatment.
Basada en una ficción israelí llamada Be Tipul, In Treatment trasladó la lógica de la terapia, a la lógica de la pantalla chica. Este título se transmitía de lunes a viernes, y cada día presentaba siempre al mismo paciente, a lo largo de un capítulo que simulaba el tiempo real de una sesión. Sin lugar a dudas, esta fue la propuesta definitiva sobre el mundo del psicoanálisis en televisión, y su popularidad le permitió prolongarse en el tiempo a lo largo de varias temporadas (e incluso, cambios de formatos). El éxito de In Treatment y de la versión original Israelí, tuvo incluso su correlato argentino, tierra en donde el psicoanálisis, como es sabido, es muy popular.
Mientras tanto, en la Argentina...
En el año 2012 y con el protagónico de Diego Peretti (psiquiatra, justamente), la Televisión Pública estrenó En Terapia, versión local de Be Tipul. De una calidad notable, esa remake se prolongó a lo largo de tres temporadas, y por sus episodios pasaron grandes intérpretes como Dolores Fonzi, Leonardo Sbaraglia, Norma Aleandro, Cecilia Roth, Julieta Díaz y Roberto Carnaghi. Al frente de este título, Peretti construyó un personaje respetuoso de la esencia original, pero con un ingrediente local que hacía a su Guillermo Montes alguien muy cercano.
Al margen de esa ficción, hubo otros títulos argentinos que también hicieron foco en la psicología, y en ese rubro, Vulnerables fue de los más populares. Emitida entre 1999 y el 2000, esta producción de Polka ponía el acento en una terapia grupal, y el rol que allí jugaba Guillermo Segura, el terapeuta interpretado por Jorge Marrale. Vulnerables caló muy hondo en el público, que siguió esta historia con fidelidad, convirtiéndola en uno de los grandes éxitos de esa época. Actualmente, otras propuestas como Terapia alternativa o Terapia en cuarentena, también buscan darle una vuelta de tuerca a la idiosincrasia del argentino y su amor por el psicoanálisis. De ese modo, el interés por las ficciones que hacen del diván su principal estrella, está muy lejos de agotarse.
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