The Serpent Queen: la serie que explora la verdad detrás de los mitos sobre la controvertida figura de Catalina de Medici
Protagonizada por Samantha Morton, la nueva ficción basada en la plebeya que consiguió construir poder en la Europa renacentista se encuentra disponible en StarzPlay
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The Serpent Queen, la nueva miniserie histórica de StarzPlay –una tradición que ya se ha convertido en la marca de la plataforma-, explora la vida y el reinado de una de las monarcas más controvertidas del Renacimiento francés: Catalina de Médici.
Apodada “La Reina Serpiente”, fue una de las mujeres con mayor poder de la dinastía Valois, además de convertirse en regente de los reinados de tres de sus hijos varones, Francisco II, Carlos IX y Enrique III. También consolidó pactos con varias monarquías europeas mediante el casamiento de sus hijas Isabel –convertida en reina de España- y Margarita –conocida como la ‘Reina Margot’ de Navarra y luego de Francia-, y se la reconoce por haber construido poder en un entorno hostil. Pero Catalina también fue considerada como la villana de sucesivas epopeyas, la archienemiga de Diana de Poiters -aquella bella dama de la corte que fue amante de Enrique II, el marido de Catalina-, hostil con su joven nuera María Estuardo, y hasta ¿artífice de la masacre de San Bartolomé, corazón de las sangrientas guerras religiosas de Francia?
The Serpent Queen intenta explorar la verdad detrás de los mitos que rodearon a Catalina, pero lo hace desde la propia voz del personaje, interpretado en su vida adulta por Samantha Morton. Basada en la biografía de Leonie Frieda, publicada en 2003 y convertida inmediatamente en best-seller, la serie comienza en 1860, cuando Catalina ya es la reina regente de Francia en nombre de su primogénito, Francisco II, de tan solo 15 años. Casada con el segundo hijo del rey francés Francisco I, Catalina estaba destinada a una vida sin grandes logros, purgando los pecados de su origen innoble, de las traiciones que habían marcado su infancia. Pero su ascenso al poder de la corte la conduce a su mejor juego y ya desde las primeras imágenes descubrimos a Morton en sus aposentos, serena y expectante ante la llegada de una joven doncella. La elegida es Rahima (Sennia Nanua), una adolescente negra maltratada por los otros sirvientes del palacio, víctima de las bromas más crueles. En su encuentro fortuito con la reina, se convertirá en su privilegiada interlocutora, testigo de un relato que se remonta al pasado de la monarca, a los días anteriores a su llegada a Francia.
Con esa astuta estructura de sucesivos flashbacks, The Serpent Queen despliega la historia de la futura Reina Madre de Francia desde sus tiempos plebeyos, todavía como la huérfana indeseada de los Médici en Florencia. En su versión adolescente, Catalina es interpretada por Liv Hill, quien encuentra en la cámara su mejor aliada para la complicidad con el espectador vía el quiebre de la cuarta pared. Así es como nos cuenta que su padre, el mujeriego Lorenzo II de Médici, murió de sífilis y su madre, Magdalena de la Tour de Auvernia, falleció días después de su nacimiento; que quedó bajo el cuidado de su abuela paterna por un tiempo, luego pasó por la severa disciplina de las monjas hasta ser raptada por los enemigos florentinos de los Médici y vendida por unas cuantas monedas de oro a su tío, el Papa Clemente VII. Pese a ser hija del duque de Urbino y de haber nacido en una de las familias más ricas del Renacimiento, Catalina cargaba con la maldición de los Médici y el desprecio de los nobles de Europa por lo que sería aquel linaje de acaudalados arribistas.
Salvada de las calles y cobijada en los salones del Vaticano bajo el auspicio del Papa, Catalina se convirtió en una pieza valiosa para las alianzas monárquicas. Enemigo acérrimo del emperador Carlos V, Francisco I de Francia buscaba una alianza con el papado para mejorar su posición en el tablero geopolítico. Clemente VII encontró entonces el acuerdo conveniente para ambas familias: casar a la joven Catalina, entonces de solo 14 años, con Enrique, el duque de Orleáns, segundo en la línea sucesoria al trono tras el delfín Francisco de Bretaña. Si bien la serie no profundiza los aspectos políticos detrás de las alianzas que marcaron el destino de Catalina, sí examina las condiciones del arribo de la duchessina florentina a la corte de los Valois.
Catalina no era agraciada para los cánones de belleza de la época, de baja estatura y sin rasgos delicados debió ser formada en tiempo récord en los protocolos de la aristocracia, vestida y peinada a la moda, y nutrida de un importante séquito italiano que oficiara de respaldo ante el hostil recibimiento francés. No solo estaba el recelo del rey Francisco I por la limitada dote que ofrecía el papado sino el riesgo de que los territorios prometidos para la celebración del casamiento fueran el blanco de nuevas disputas.
Pero lo más arduo para Catalina fue asegurar su posición en aquella corte que la despreciaba mediante el rápido alumbramiento de un heredero (finalmente tendría diez hijos, siete de los cuales alcanzaron la edad adulta). Su noche de bodas se convirtió en una de las pocas ocasiones en las que compartió alcoba con Enrique, quien estaba más que enamorado de su favorita: Diana de Poitiers. Interpretada por Ludivine Sagnier, la Diana de The Serpent Queen revela el costado más insidioso de aquella figura siempre celebrada como el epítome de la cortesana francesa: culta, bella, seductora. Fue interpretada en Hollywood por Lana Turner, fue una figura adorada por la poesía renacentista, innovadora en la arquitectura de sus dominios, una diosa en forma terrena. Frente a ella, Catalina siempre se vio condenada a ser el patito feo que intenta permanecer en una fiesta en la que no ha sido invitada.
Si bien el apodo de Madame Serpiente o la Reina Negra (debido al luto que mantuvo toda su vida) fue acuñado después de esos primeros tiempos en Francia, cuando Catalina todavía buscaba quedar embarazada por evitar su expulsión de la corte y recurrió a todos los “remedios” caseros imaginables, ya entonces estaban los gérmenes de ese descrédito. La muerte de Clemente VII y la negativa del nuevo Papa Paulo III de saldar la dote pendiente convirtió a la princesa en la “mujer que nos ha llegado desnuda” para la corte de los Valois, y aceleró su necesidad de aferrase a su título mediante un descendiente real.
The Serpent Queen, como otras de las series históricas de StarzPlay, busca quitar al personaje real de su ostracismo y ofrecer una nueva mirada desde su propio punto de vista. Así lo hizo primero The White Queen con Isabel de Woodville (interpretada por Rebecca Ferguson), la reina consorte de Eduardo IV de Inglaterra en el corazón de la Guerra de las Rosas; luego con Isabel de York en The White Princess, con Jodie Comer dando vida a la consorte que unió a las casas de York y Tudor, poniendo fin a la batalla sangrienta por el trono inglés; y por último con Catalina de Aragón en The Spanish Princess, la hija de los Reyes Católicos exiliada en su propia corte por las veleidades casaderas de su marido Enrique VIII. Pero también The Serpent Queen recoge la vocación de redimir figuras femeninas vapuleadas en las historias oficiales desde una versión pop y algo irreverente. En ese terreno fue un pionero Tony McNamara en el guion de La favorita (2018) con su relectura de la figura de la Reina Ana, olvidada monarca de la Casa Estuardo, y luego en la serie The Great con Catalina la Grande, princesa alemana que asumió el poder total como la emperatriz de Rusia. Todos fueron personajes ajusticiados por rumores y maledicencias de la época, convertidos en el blanco de la misoginia y las intrigas palaciegas, dedicados ahora a tener su propia voz en el relato, el protagonismo dentro de su propia ficción.
En ese sentido, The Serpent Queen elige hilvanar el relato de Catalina con la tensa ambigüedad que brinda Morton a su personaje, quien se presenta en los créditos sentada en un trono adornado con serpientes. Sus trucos están a la vista, y el juego del creador Justin Haythe consiste en revelar su capacidad de manipulación a partir de las confesiones que comparte con la doncella Rahina, enclave perfecto del trazo ficcional. Crédula y piadosa, Rahina se mueve entre la servidumbre asumiendo el desprecio mediante el sacrificio de ofrecer la otra mejilla. Lo que Catalina le revela es que “cuando la vida conspira en tu contra, debes encontrar la forma de volcarla a tu favor. Cueste lo que cueste”. En esas mundanas enseñanzas para sortear la maledicencia que Rahina soporta en la cocina, Catalina esgrime su sabiduría política, aquella que le permitió sobrevivir en una corte hostil en manifiesta desventaja. No solo consiguió doblegar a sus adversarios con astucia y ventajosas estratagemas para el poder de Francia, sino que construyó una red de aliados a lo largo de toda Europa.
El presente de la serie parte de su primer año de regencia en 1560, tras la muerte de su marido y la asunción al trono de su hijo como Francisco II, y recorre ese tiempo en el que dirigió los destinos de Francia en pleno Renacimiento. Además de sus enfrentamientos con Diana de Poitiers por el favor de Enrique -y el poder del Estado-, quien asoma como otra de sus contrincantes es la joven María de Escocia (interpretada por Antonia Clarke), criada por Catalina en el seno de la corte francesa al estar prometida de su primogénito desde temprana edad. María Estuardo representaba en Francia el poder de los Guisa, una familia católica que intentaría controlar el gobierno tras la temprana viudez de Catalina. La serie asume en esa disputa también el choque de dos fuertes personalidades, que dirimen en ese breve tiempo que compartieron castillo una de las claves de la convulsa coyuntura de la época. Sucesiva regente de los monarcas Valois, artífice de varios matrimonios estratégicos para sus herederos, Reina Madre de la Francia renacentista, Catalina de Médici consiguió la suma de un poder que nunca hubiera soñado en sus orígenes plebeyos.
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