En su segunda temporada, The Marvelous Mrs. Maisel vuelve a hacer honor a su título
Cuando en 2017 apareció la nueva serie de Amy Sherman-Palladino en Amazon Prime Video , todas las preguntas se concentraron en cómo se podía construir una ficción ambientada en la Nueva York de los años 50, protagonizada por una mujer comediante, que además funcionara como el retrato de una familia judía del Upper West Side en plena colisión con la efervescencia del mundo bohemio del Greenwich Village. El secreto estaba en el afilado guion de Sherman, en la inmejorable interpretación de Rachel Brosnahan , y en la conquista de un perfecto equilibro entre el humor sobre el escenario y la vida de los personajes fuera de él.
Si todo eso parecía insuperable, basta mirar los primeros episodios de la segunda temporada, que ya están disponibles en la plataforma de streaming (está confirmada una tercera temporada). Ahora que ya conocemos sus claves, que entramos en su mundo, que sabemos que el artificio que mejor maneja Sherman puede combinarse de manera genial y sin perder excentricidad con los desafíos de las mujeres en ese tiempo, solo queda pensar cuáles son los nuevos territorios a explorar. Y son muchos. Esta nueva entrega se afirma sobre la conquista de un nombre propio para Midge. La Mrs. Maisel que sube a los escenarios de Manhattan no solo batalla con prejuicios de género y ensancha los permisos sociales, sino que contagia ese mismo aire fresco al interior de su familia y al mundo laboral en el que se sumerge. Al mismo tiempo, construye un perfecto dúo cómico con su manager Susie Myerson (Alex Borstein), engranaje vital de este nuevo viaje de stand up y desparpajo femenino.
Sherman resuelve los interrogantes del final de temporada –el futuro del matrimonio de Midge y Joel, las amenazas de un peso pesado del under neoyorkino, la idea de un trabajo mundano pese a los privilegios de Park Avenue– con un mágico viaje a París: hacia allí ha ido la desencantada madre de Midge (Marin Hinkle), luego de la desconfianza y el destrato de su familia, a buscar nuevos aires de independencia. En ese plástico territorio de bohemia y ensueño, modelado en las esculturas de Rodin y las tragedias de Sylvia Plath (heredero de la irrealidad con la que Vincente Minnelli recreó ese imaginario en Un americano en París), la serie pone en perspectiva las transgresiones de Midge, reinventa su futuro pese a las desilusiones, y sostiene en la rapidez de los diálogos y la música de Sinatra y Louis Amstrong ese espíritu que la había hecho triunfar.
The Marvelous Mrs. Maisel reflexiona sobre la esencia de la comedia y la incomodidad que supone correr los límites sociales, sin nunca perder agudeza ni autenticidad, y haciendo del humor la mejor estrategia para producir los verdaderos cambios.
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