The L Word: Generation Q: un mero guiño nostálgico sin nada nuevo para decir
The L Word Generation Q (Estados Unidos, 2019). Creada por: Ilene Chaiken, Kathy Greenberg, Marja-Lewis Ryan & Michele Abbott. Elenco: Jennifer Beals, Katherine Moennig, Leisha Hailey, Rosanny Zayas. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: regular.
Cuando Ilene Chaiken estrenó The L Word en 2004, la serie se convirtió en un fenómeno de la cultura popular y en un ancla para muchas mujeres que necesitaban verse representadas. Si bien el personaje de Jenny Schecter (Mia Kirshner) terminó tomando un rumbo por demás bizarro sobre el final del drama (que viró hacia lo telenovelesco de manera inexplicable), lo cierto es que fue ella quien le puso el cuerpo a esa joven que, como tantas que vieron la producción en su momento, cuestionaba su sexualidad al conocer a una mujer que le cambiaba la vida. Jenny no solo salía del clóset con todo lo que eso implicaba para su vida conservadora, sino que también mostraba el sinuoso camino de asumirse queer. La introspección, el miedo, el entorno, son factores a los que The L Word aludió, en sus primeras temporadas, con una naturalidad que le garantizó una audiencia fiel, incluso a pesar de ese final que sumaba innecesariamente una narrativa whodunit que muchos prefirieron olvidar.
The L Word: Generation Q llega una década más tarde y es en parte continuación, en parte spin off de la serie madre, y en esa doble apuesta pierde de vista su objetivo. En lo que respecta a retomar historias del pasado, Chaiken y la showrunner Marja-Lewis Ryan traen de regreso a tres personajes fuertes de la producción original: Shane (Katherine Moennig), Bette (Jennifer Beals) y Alice (Leisha Hailey), y es allí donde reside su gran acierto, especialmente cuando las tres actrices logran revisitar sus viejos roles como si no hubiera pasado el tiempo. De esta forma, el componente revival es atractivo: sentimos que estamos de vuelta en esa Los Ángeles del pasado, cuando esas tres mujeres navegaban conflictos sentimentales sin presura, como si el futuro fuera un concepto foráneo, muy alejado de sus vidas. En Generation Q, Shane, Bette y Alice se reúnen y las escenas en las que están juntas consiguen, a través de sus espontáneas conversaciones sin pruritos, dar en el clavo -otra vez- respecto a las múltiples formas de amar y de relacionarse con el otro.
Los guiños al pasado de la serie demuestran que no hay nada nuevo para decir
Sin embargo, el tiempo efectivamente pasó, y las integrantes del trío ahora le pasan la batuta a esa nueva generación a la que alude el título. Shane es una peluquera exitosa que está en pleno divorcio, Bette tiene aspiraciones políticas y vive con su hija, y Alice triunfa con un talk show que pone a la mujer gay en el centro, una variación de lo que hacía en el podcast de The L Word. En ese afán por poner al espectador al día sobre las situaciones de sus protagonistas, hay un exceso de guiños al pasado -incluso se la nombra a Jenny, y se derriba el mito acerca de su muerte- que, apilados en sus ocho episodios, dejan de ser nostálgicos y pasan a ser una válvula de escape. ¿Qué tiene Generation Q para ofrecer hoy que The L Word no haya hecho antes? La respuesta es: poco y nada. Esa batuta que ceden las protagonistas pasa a estar en manos de las nuevas incorporaciones a la serie, personajes jóvenes que, con excepción de Finley (Jacqueline Toboni), parecen un refrito de tantas otras mujeres que pasaron por el cosmos de la serie original, y que carecen del carisma de la primera camada.
De esta forma, con excepción de la subtrama de Bette y su carrera política que le permite al drama dirigirse a una audiencia más actual que necesita de voces que aboguen por sus derechos -desde la juventud homeless que es echada de sus hogares por su orientación sexual, hasta la importancia de la representación gay en micromundos masculinos-, esta nueva generación carece de rostros distintivos y de líneas argumentales autónomas: parecen estar allí con el único propósito de oficiar de interlocutoras de las verdaderas protagonistas, lo cual no es suficiente, sobre todo con una segunda temporada en carpeta.
La primera temporada de
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