La crisis emocional de una cantante y el vínculo destructivo que establece con un misterioso empresario es el eje de este título que, precedido de innumerables polémicas, acaba de estrenar HBO Max
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No es fácil ganarse un nombre en el feroz mercado de las series televisivas, o al menos así es para los guionistas. Pero Sam Levinson logró ese objetivo en muy poco tiempo. El estreno de Euphoria en el 2019, hizo de este autor uno de los talentos más novedosos de la pantalla chica. Ese desangelado retrato de una nueva generación de adolescentes consolidó a Levinson como una de esas firmas dueña de un público cautivo, y un mimado por los críticos y la industria, un wunderkind como dirían en Ted Lasso (aunque con 35 años, Levinson no era tan “joven”). A partir de ese momento, cada uno de sus nuevos proyectos era seguido con atención, y por ese motivo es que su siguiente anuncio rápidamente encendió las expectativas
En junio del 2021, The Weeknd confirmó que había puesto en marcha su primera serie televisiva, en compañía del mencionado Levinson. Y ambos nombres fueron garantía suficiente para HBO, que ordenó la producción de una primera temporada de seis episodios. Titulada The Idol, la trama giraba alrededor de una cantante pop y el vínculo que establecía con una suerte de empresario devenido a líder de una secta. Con respecto a los protagonistas, junto al intérprete de “Blinding Lights”se confirmó la presencia de Lily- Rose Depp (hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis), en su primer rol central dentro de en un proyecto a gran escala. Sin embargo, y a pesar del entusiasmo inicial, ese show fue noticia mucho antes de llegar a la pantalla, aunque por los motivos equivocados.
Un rodaje imposible
En medio de una seguidilla de éxitos en la línea de Succession y Game of Thrones, la pantalla de HBO se preparaba para recibir a The Idol. Pero un llamativo silencio con respecto a la fecha de estreno dio pie a rumores de todo tipo, que pronto fueron avalados por un artículo publicado en Variety en el que se revelaba que la serie atravesaba serias dificultades.
La realizadora Amy Seimetz, que había sido elegida para dirigir los episodios, renunció al proyecto en medio de versiones cruzadas con respecto al por qué de su decisión. Todo indicaba que Seimetz había chocado una y otra vez con The Weeknd en lo referido al rumbo de la historia y a la representación de esa cantante pop que se sumergía en un infierno personal. A partir de ese momento, descubrir qué sucedía tras bambalinas en la filmación de The Idol se convirtió en una suerte de deporte para gran parte del periodismo de espectáculos.
En medio de ese torbellino, Sam Levinson dejó de ser solo guionista para también involucrarse en la dirección de la serie, a medida que no dejaban de crecer las versiones sobre un rodaje atravesado por una gran tensión y constantes reescrituras de guion. Con el objetivo de contrarrestar esos rumores, HBO emitió un comunicado en el que aseguró que la partida de Seimetz tuvo que ver con que “su visión no cumplía con los estandartes del canal”, y en ese texto se detalló: “A lo largo de este proceso, el equipo creativo está comprometido a garantizar un espacio de trabajo seguro, colaborativo y respetuoso. Y durante el último año se realizaron cambios que se sintieron mejor para la producción como también para elenco y el equipo técnico”.
Frente a la partida de la primera directora y con casi toda la serie filmada, The Idol partió nuevamente desde cero y se rehicieron infinidad de escenas. El propio Levinson se ocupó de reescribir casi todo el material, y fue necesario inyectarle al proyecto un monto cercano a los 75 millones de dólares con el objetivo de volver a filmar prácticamente la totalidad de la temporada.
La producción estaba en marcha nuevamente, pero su destino era incierto. Se habían cumplido casi dos años del anuncio de la serie y ni siquiera había una fecha de estreno pautada. Para agregarle más leña al fuego, Rolling Stone publicó un artículo en el que trece fuentes anónimas que trabajaron en ese rodaje aseguraban que la partida de Seimetz había afectado notablemente el tono de la historia, que ahora contenía escenas de “violencia sexual”, con un argumento que giraba en torno a una “fantasía de violación digna de cualquier hombre tóxico, y cómo una mujer vuelve a él solo porque de esa manera logra mejorar su música”. Según esa nota, el golpe de gracia era que esa ficción “se había convertido en lo mismo que pretendía satirizar”.
Un polémico debut
A principios del 2023, The Idol permanecía en un limbo, y amenazaba con ser uno de esos productos que se cajonean para siempre, a fuerza de reescrituras infinitas. Pero de manera sorpresiva, desde HBO anunciaron que sus primeros dos episodios tendrían una premiere en el Festival de Cine de Cannes, un inesperado honor para una serie que parecía destinada a jamás ver la luz. De ese modo, el pasado 23 de mayo, Sam Levinson, The Weeknd y Lily- Rose Deep asistieron al prestigio evento cinematográfico, que se vistió de televisión durante una noche.
Como era de esperar, ese debut no hizo más que levantar ampollas, principalmente por su representación del sexo en pantalla. Durante una conferencia de prensa, y sin miedo a ponerse colorado, Levinson aseguró que estaba seguro de tener entre manos “el show más importante de la temporada”, mientras que The Weeknd expresó: “Quería realizar una fantasía oscura y retorcida sobre la industria musical. Tomar todo lo que había conocido y llevarlo a su máxima expresión”. Y con el reciente estreno del primer episodio a través de HBO Max, y luego de una catarata de críticas en contra, finalmente llegó el momento de responder si The Idol es una de las sorpresas del año, o si realmente se trata de una visión fallida del universo de la música pop.
El episodio abre con un primer plano de Lily-Rose Depp en la piel de Jocelyn. En el marco de una sesión de fotos, la cantante se muestra segura de sí misma, una actitud que enmascara su profunda angustia luego de la muerte de su madre. En una de sus habituales salidas nocturnas, la artista conoce a Tedros (The Weeknd), un enigmático hombre con el que establece una inmediata conexión sexual, que da pie a una dinámica en la que Jocelyn acepta someterse como parte de una búsqueda para mejorar como cantante.
A partir de esa trama, la mirada de Levinson y de The Weeknd parece focalizarse en una sexualidad plástica, en donde los cuerpos se frotan sin lograr ese erotismo buscado, sino más bien una serie de imágenes mecánicas que enfrían la pantalla. Y en ese plano inicial de Jocelyn obedeciendo las órdenes de un fotógrafo que le indica qué debe provocar (tristeza, euforia, provocación, etc), se revela la torpe artificialidad de esta serie.
En The Idol el sexo es el único lenguaje disponible, y la herramienta con la que se vinculan todos los protagonistas. Pero irónicamente, y aunque todos parecen presos de sus hormonas, los personajes viven una sexualidad que es pura pose, sin mostrar ningún tipo de autenticidad.
En esta propuesta no hay una exploración lúcida (o lúdica) que busque el goce en prácticas sexuales alternativas (como sí ocurre en Crash de David Cronenberg, o en Pink Flamingos de John Waters, por citar dos ejemplos), sino que el disfrute del sexo se entiende como una forma burda de sometimiento. Peor aún, es que alcanza con ver el primer episodio para confirmar que efectivamente sí hay una peligrosa idea vinculada a la sumisión y a la violencia sexual. Y no se trata de ser conservadores, sino en comprender que The Weeknd y Levinson quieren provocar pero no saben cómo, y por eso recurren a un modo de filmar el sexo y el cuerpo femenino al que resulta difícil no encontrar ofensivo. Y si bien es indudable que las numerosas polémicas que la rodearon servirán para que el público encuentre irresistible el acercarse a esta ficción, es posible que el interés por The Idol acabe con solo ver su primer capítulo.
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