The Eddy: una atractiva serie narrada al ritmo del jazz
The Eddy (EE. UU.-Reino Unido-Alemania/2020). Creador y showrunner: Jack Thorne. Elenco: André Holland, Joanna Kulig, Amandla Stenberg, Leïla Bekhti, Tahar Rahim. Disponible en: Netflix. Calificación: muy buena.
The Eddy comienza en el interior de un club de jazz. El lugar y el sexteto que desde el escenario entrega un potente set identificado con el bebop se parecen mucho a lo que vemos en algunos tramos de La La Land. El pianista interpretado en esa película por Ryan Gosling aparece tocando en un espacio casi igual y con el mismo repertorio, junto a una formación muy parecida.
Si no hay diferencias es porque detrás de uno y otro aparece la misma firma. Damien Chazelle dirigió La La Land y hace lo mismo en los primeros dos episodios de esta serie atractiva, potente, segura de su propia intensidad expresiva, con personajes de gran riqueza dramática que están siempre en movimiento y, sobre todo, con una extraordinaria banda de sonido.
Chazelle dirigió solamente los dos primeros episodios, casi como gran estrella invitada que se suma a un proyecto ajeno, creado y escrito por Jack Thorne (National Treasure, His Dark Materials, Kiri, The Last Panthers). Pero cuando él se va, la continuidad de la trama mantiene a partir del tercer episodio la identidad y el impulso de una apertura potente, llena de energía y apoyada con total confianza en el poder de la narración.
The Eddy es un proyecto que a priori no le pertenece, pero Chazelle muestra aquí toda su mirada sobre el mundo, como si en una extensa obra musical dejara con total claridad las líneas iniciales para que sus compañeros las continúen en esa misma línea, llevándolas hasta el destino buscado desde el comienzo. Como en Whiplash y en La La Land, el eje del relato es un talentoso músico de jazz que hace cosas que están muy por debajo de su talento, pero todo en su vida le resulta tan complicado que no puede (o no quiere) aspirar a algo más.
En la década de 1960, muchas figuras del jazz estadounidense (Dexter Gordon y Ben Webster, por citar apenas un par ,de ejemplos) se radicaron en Europa y encontraron allí el reconocimiento que habían perdido en su país. A Elliot Udo (el excelente André Holland) le pasa lo mismo, pero su mudanza de Nueva York a París tiene mucho más que ver con la complicada relación conyugal y familiar que atraviesa. En la capital francesa maneja con suerte dispar un club de jazz llamado The Eddy junto a un socio francés de origen árabe (Tahar Rahim), cuya cruenta muerte termina mezclándolo en una riesgosa intriga policial. Para colmo, la llegada a París de su problemática hija (Amandla Stenberg, otro punto alto del elenco) agrava los problemas.
The Eddy funciona como una larga composición de jazz con sus variaciones y momentos de improvisación. Todo el leit motiv aparece al principio, en clave de historia coral y con un magnífico uso de la cámara en mano que fortalece la tensión, nos ayuda a entender más lo que le pasa a cada personaje y convierte a las calles de París en otro gran protagonista. A partir de allí, sin perder el hilo central de la trama, cada episodio convierte a cada aparente actor de reparto en figura central. Les toca a ellos el turno de ser los solistas.
No todas las piezas de este gran tablero tienen el mismo atractivo y a la vez algunas situaciones que parecen insolubles aparecen resueltas con demasiada facilidad, pero estos reparos quedan atenuados por el desarrollo de un relato que se ocupa con claridad y sin subrayados de varios temas dignos de observación: la soledad del artista, los desafíos del desarraigo personal y cultural, las exigencias de la vida en una urbe multiétnica, el acceso sin restricciones al delito y a la droga. Hay momentos extraordinarios, como el funeral que se transforma de golpe casi en una celebración. Los personajes ponen en juego todas sus dudas con transparencia y sin necesidad de justificaciones. Los entendemos todo el tiempo, con la ayuda de un formidable elenco que sabe recorrer un amplio rango de sentimientos que van de la felicidad al dolor.
Algunos de los actores, además, son grandes músicos y podemos escucharlos por fortuna en composiciones muy bellas, que casi siempre suenan completas. Toda una bendición. Por allí aparece la polaca Joanna Kulig, con un aspecto bastante distinto al de la maravillosa protagonista de Cold War, pero luce igual de expresiva en su voz y su melancólica mirada.
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