LONDRES.-"Solo hay una reina", dice la princesa Margaret en uno de los episodios de la flamante tercera temporada de The Crown", la serie de Netflix creada por Peter Morgan que mañana estrenará elenco y una nueva era a retratar. La frase, aunque cierta en el contexto de la ficción y fundamental para definir el lazo entre las hermanas Windsor, sonará a guiño para los espectadores de la serie. Es que en realidad aquello de "reina hay una sola" aquí no se aplica. Porque durante las dos primeras temporadas de la ficción, Isabel II fue Claire Foy y su interpretación de la joven soberana permanecerá intacta a pesar del cambio de guardia. Ahora, la reina británica según Netflix es Olivia Colman,la más reciente ganadora del Oscar a la mejor actriz por su papel en La favorita. Y claro, apenas a veinte minutos de caminata casi en línea recta en el palacio de Buckingham está la otra reina, la de verdad. La que aparece en los billetes, las monedas y las estampillas. Símbolo y figura que The Crown convirtió en personaje de ficción y en ser humano "real".
Un triunfo de las dos primeras temporadas que Colman y Tobias Menzies (Outlander) –el actor que toma la posta de Matt Smith para interpretar a Felipe, el duque de Edimburgo, marido de la soberana británica–, confirman en los diez nuevos episodios, que abarcan el período comprendido entre 1964 y 1977. Una era tumultuosa para la familia real tanto en el ámbito público como en el privado.
Así, con su habitual habilidad para intercalar dramas íntimos y acontecimientos históricos, Morgan incluyó esta vez en su relato a los efectos de la Guerra Fría; la crisis económica que atravesaba la Gran Bretaña de mitad de los años 60; el desastre del derrumbe de la mina del pueblo galés de Aberfan, en la que murieron 144 personas (116 de ellos, niños); la llegada del hombre a la Luna y la inestabilidad política del reino. Todos esos tópicos se reflejan en diversas situaciones privadas que atravesó la familia real como los conflictos entre la princesa Margaret (interpretada por una inspirada Helena Bonham Carter) y su esposo Lord Snowdon, el deseo de independencia del príncipe Carlos (Josh O'Connor) y la crisis de mediana edad que atraviesan, cada uno a su modo, Isabel II y Felipe.
Todo el elenco de la nueva temporada coincide que en la "escuela para actores que interpretan a la familia real" (una institución inventada, por supuesto), la peor alumna fue sin dudas Colman. Ella es la primera en decirlo. La actriz, de 45 años –encarnación perfecta de la famosa tendencia británica de ser humildes hasta rozar el límite de la autohumillación– era la que más se reía cuando los expertos en ceremonial les indicaban cómo sostener un vaso (por poco tiempo) y cuántas veces se debe pasar el cuchillo por lo que se intenta cortar. Sí, en los banquetes de la realeza británica, hay un número determinado de intentos para cortar la carne.
Según Bonham-Carter, el trabajo de la familia real es ser visto. "Por eso se mueven lento, para que las cámaras capten sus movimientos. Especialmente en la época en la que transcurre esta temporada, porque el registro se trataba de básicamente de fotografías", explica la actriz, con bastante experiencia en el enrarecido mundo de la aristocracia. Su tío, el barón Bonham-Carter, formaba parte de la guardia de la familia real. Además, hace unos años fue invitada a "una pijamada" en el castillo de Windsor. "Fue una experiencia muy extraña. También estaban James Bond [Daniel Craig] y Rachel (Weisz)", recuerda la actriz a LA NACION.
La reina del pueblo
No hay atisbos de pompa ni circunstancia en Olivia Colman. Vestida de jean, pulóver negro, zapatillas, pelo corto y usando apenas un poco de maquillaje, la actriz comienza la entrevista murmurando sus respuestas, como intentando que lo que dice pase desapercibido, lo que es básicamente imposible. Ya antes de ganar el Oscar y de participar en la brillante Fleabag, Colman era una de las grandes damas de la TV británica actual. Un lugar que, más allá de los premios Bafta conseguidos, le reconoció hasta British Airways, al elegirla como una de las figuras destacadas de la cultura local que protagonizan el video de seguridad –el corto comienza con Michael Caine– que los pasajeros de la aerolínea de bandera ven apenas parte uno de sus aviones.
Tal vez para compensar los reconocimientos y los elogios ajenos, la actriz se mueve en dirección opuesta. Cuando se le pregunta por la investigación que hizo para meterse en personaje, admite que no le gusta mucho esa parte de su trabajo. Y agrega, por si acaso: "Me iba terrible en la escuela. Además, si tenés demasiada información te preocupás porque no sabes cómo transmitir todo lo que sabes en una escena. Y entonces podes sentir que cada secuencia es como dar examen ¡Qué momento horroroso!". Para que no queden dudas de lo que piensa apenas menciona los exámenes, la actriz se sacude un escalofrío del cuerpo como quién acaba de ver pasar una rata.
A su lado, Menzies sonríe ya acostumbrado a las peculiaridades de su colega, que ante un comentario suyo suelta una carcajada estruendosa, para nada aristocrática. En persona, Colman no podría estar más en las antípodas de la reina, pero como actriz, elimina las distancias en un par de escenas. De perfil y con la cabeza ligeramente elevada como único gesto, todo lo que uno ve es a la reina Isabel II, magistralmente interpretada por Olivia Colman. Y cuando se la oye también.
"Inicialmente pensé que tendría que hacer un acento de clase alta, pero resulta que no es así como habla la reina. Cada vocal dicha por ella suena distinto, eso me sorprendió. Isabel habla con una entonación que es particular de una clase y de una generación que ya casi no existe. Los integrantes más jóvenes de la familia real no hablan de ese modo. Porque todos ellos fueron a la escuela y tuvieron influencias del mundo exterior, mientras que la realeza en su época era educada en el palacio por institutrices y tutores", explica la actriz, que inmediatamente –antes de que a alguien se le ocurra que está hablando bien de sí misma– le otorga el crédito de su interpretación al equipo de vestuario y maquillaje.
"La verdad es que tenemos mucha suerte porque el departamento de vestuario y maquillaje es tan fantástico que, aun sin intentarlo, hacen todo el trabajo por vos. Son tan buenos que la gente creería que soy la reina aun si hiciera otro acento", explica Colman en plena campaña de autodesprestigio que todos los que la rodeamos tratamos de desestimar. Pero ella insiste. Y admite otra supuesta flaqueza en su interpretación. En esos momentos del relato en los que a su personaje, educado para no expresar nunca lo que siente, se le exige que demuestre alguna emoción, la actriz dice que necesitó de todos los trucos de su caja de herramientas para salir adelante.
"No soy muy buena conteniendo mis emociones. Trato de pensar en cosas lindas durante las escenas más dramáticas porque lo cierto es que si veo la foto de una persona que luce un poco triste ya me pongo a llorar", admite Colman y su compañero de elenco no puede evitar reírse un poco de ella. "Sos durísima, es increíble", le dice Menzies. Y ella contesta, irónica: "Una roca". Y sigue: "Se le hacía difícil a los directores porque de repente mis ojos se llenaban de lágrimas y para sacarme de ese estado me decían: «Pensá que estás en un parque y hay un cachorrito»".
Colman se ríe de su propia excentricidad, pero inmediatamente se pone seria porque las exigencias que acosan a su personaje van mucho más allá de la ficción."Esto es algo que siempre me molesta. A un hombre de esa generación nunca le dirían «necesitamos verte llorar» pero una mujer debe hacerlo. En su entrenamiento a Isabel siempre se le dijo, como a todos los hombres que ocuparon el trono, "tenés que ser fuerte, no mostrar emociones". De hecho, durante mucho tiempo la prensa no tenía permitido publicar fotos de la familia real riéndose. Porque todos teníamos que creer que ellos estaban más allá, más allá de nosotros. Que eran más fuertes, mejores. No se les permitía ser humanos. Insisto, me molesta que haciendo el mismo trabajo que un hombre y entrenada de la misma manera, se le pida que olvide todo eso porque queremos verla mostrar sus emociones. No es justo. Y por supuesto que si siendo mujer te emocionás demasiado, entonces sos una histérica", se entusiasma la actriz, que termina su discurso con un gruñido de frustración, el puño alzado y una sonrisa resignada.
La reflexión de género evidentemente es un tema que Colman tiene muy presente, tanto que en plena campaña de promoción de la serie le aseguró a la revista Radio Times que para ella, Isabel II es feminista. Una exageración que, por supuesto, se transformó en el título de la entrevista y en pregunta obligada para todos los medios desde entonces.
"Dije eso en un momento de pánico y ahora tengo que explicarlo. Es mi culpa. No debería hablar. Nunca. Pero a lo que me refería es que, por ejemplo, una niña pequeña que busca referentes femeninos positivos puede verla como una mujer fuerte, noble y que está haciendo su trabajo con responsabilidad hace muchísimo tiempo. Aunque su posición le fue otorgada y no tuvo que trabajar para conseguirla, lo cierto es que la ha ejercido con dignidad y solvencia", elabora la actriz que en más de una oportunidad aseguró que dar notas es la parte que menos le gusta de su trabajo.
Ocultos a primera vista
"¿Qué quieren de nosotros? Los rituales y el misterio nos mantiene ocultos a plena vista", dice la reina en el cuarto episodio de la nueva temporada, cuando un intento de su marido por acercar a la familia real a las masas a través de la TV obtiene el resultado contrario al deseado. Y esa pregunta (¿qué quiere el público de las figuras públicas a las que idolatra?) bien podría aplicarse a los actores, que son la realeza de la era de las redes sociales y la fama instantánea.
"Lo que yo quiero de su parte es constancia, responsabilidad y que los dejen en paz. No puedo tolerar la persecución de la que son objeto, me parece de muy mal gusto. Es una manera muy cruel de tratar a una persona. Es horrible. Son seres humanos. No pueden hacer cosas normales y creo que la gente no entiende del todo cuán necesario es eso para cualquier persona", dice Colman sobre la familia real, aunque también está hablando de ella misma. De la intensidad de la fama que navega con bastante incomodidad. Y que probablemente crezca cuando se estrene esta temporada y la próxima que ya se comenzó a grabar.
"Lo cierto es que diferentes personas quieren diferentes cosas de ellos. Algunos quieren que sean dignos, aristocráticos y se mantengan a distancia de la gente. Y otros prefieren saber todos sus chismes y sentirlos más cercanos. Y esas diferencias es una de las cosas que explora el programa", reflexiona Menzies y la actriz enseguida lo celebra: "Sos tan bueno para estas respuestas. Vos deberías contestar siempre primero y luego yo diría: «Sí, opino lo mismo»", dice la Colman en un nuevo intento, poco exitoso, por quedar en segundo plano.
Más allá de contar las intrigas palaciegas, de mostrar los glamorosos vestidos, las coronas e imaginar los detalles desconocidos de ciertos enredos amorosos -en esta temporada comienza el romance entre el príncipe Carlos y Camilla, mucho antes de que ella tenga el apellido Parker-Bowles, The Crown utiliza como punto de partida y referencia eventos históricos verídicos y documentados, que son pasadas por el filtro de la mirada de la familia real. Entre los que se verán en estos nuevos episodios está el de la tragedia minera ocurrida en el pueblo de Aberfan, en Gales. Una catástrofe mayormente olvidada por las nuevas generaciones de británicos.
"No sabía nada de Aberfan. Nada en absoluto. Lo triste es que no soy la única. Sucedió antes de que yo naciera y supongo que no es algo que los padres querrían contarles a sus hijos en la infancia. Y luego, la vida sigue. Me da mucha satisfacción que estemos reconstruyendo esa historia. De hecho, la comunidad en Aberfan vio el episodio antes que todo el resto del público. No puedo ni pensar en lo que habrá sido ese momento para ellos", dice Colman, que tuerce un poco la cabeza, respira hondo y logra contener la ola de emoción que casi la tapa. Finalmente, sonríe.
La reina hubiera estado orgullosa.
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