The Alienist: cuando las pandillas de Nueva York temían a los asesinos seriales
MADRID.– The Alienist comienza con la explicación de su título, tanto en la novela original de Caleb Carr como en su adaptación televisiva. Como recuerdan ambas, antes del siglo XX las personas con enfermedades mentales eran catalogadas de alienadas, apartadas de la sociedad y de ellas mismas. Sus médicos solían definirse como alienistas. Así se abre una de las novelas policíacas más populares de las últimas décadas y a su esperada adaptación en diez capítulos, ya disponible en Netflix . Una historia donde la realidad de un Theodore Roosevelt o de un J. P. Morgan (antes de ser presidente y magnate de las finanzas, respectivamente) se mezcla con el empobrecimiento de una Nueva York de fines del siglo XIX.
La serie cuenta con los nombres de Cary Fukunaga, John Sayles, Eric Roth o Hossein Amini entre su equipo creativo. "Mi cerebro explotó cuando pensaron en mí para Laszlo Kreizler", el alienista del título, dice su protagonista, el germano-español Daniel Brühl, quien es uno de los primeros criminólogos norteamericanos, predecesor de los ya famosos profilers de asesinos seriales que pululan en la TV norteamericana; mezclando el campo de la psiquiatría con el de la investigación policial no solo es uno de los papeles que más le ha interesado como actor.
La adaptación televisiva no escatima a la hora de visualizar los intensos detalles de la novela. Sin poner en duda la importancia del papel de Brühl, liderando el reparto junto con Luke Evans y Dakota Fanning (en su primer trabajo protagónico en TV), en The Alienist el verdadero protagonista es la Nueva York decimonónica, reconstruida con todo detalle en... Budapest.
Desde la publicación del libro, en 1994, el problema de su adaptación –pensada originalmente para el cine– fue cómo reconstruir la sordidez de ese Nueva York emergente a costa de los más débiles. Primero se pensó en hacerlo en Canadá. Más tarde, incluso en la propia Nueva York. Pero cuando no salían los números, las ayudas fiscales a la producción fílmica que concede la capital húngara convirtieron Budapest en la Gran Manzana. "También hay que resaltar el nivel de detalle que hemos conseguido rodando aquí", muestra la diseñadora de producción, Mara LePere-Schloop, durante la visita al set.
Rodada en dos estudios diferentes, la serie reproduce fielmente los tres barrios en los que transcurre la trama: donde residen tanto Kreizler como la alta sociedad neoyorquina, otro de clase media y otro para los barrios bajos, donde sobrevivir es un lujo. Los sets son prácticos, construidos para darles a los actores el ambiente en el que se desenvuelven. "Un mundo que se extiende más del doble en altura y superficie gracias a los efectos especiales", explica LePere-Schloop. El empedrado viene de Eslovaquia y muchos de los edificios ya existían en Budapest, como la ópera o la estación de autobuses, reconvertida para la ocasión. Todo para ofrecer un ambiente como el de las películas La edad de la inocencia, de Martin Scorsese, o Érase una vez en América, de Sergio Leone, pero en televisión. "No hay nada que envidiar entre ambos medios", se admira Evans, que interpreta a un ilustrador de periódicos que se une al alienista para investigar, a instancias de Roosevelt, por entonces jefe de policía de la ciudad, una serie de asesinatos de niños prostitutos que aterroriza a la población (Fanning compone a una secretaria decidida a convertirse en la primera detective en la historia del cuerpo).
"Aquí hemos logrado la misma intensidad, pero durante 10 horas", prosigue. Brühl la secunda. "Si hay algo que me gusta de The Alienist es que recuerda lo mejor de Poe, a Dr. Jekyll & Mr. Hyde, a Jack el Destripador", compara.
Se usaron más de treinta escenarios por episodio. Lo más complejo: los burdeles de jóvenes. LePere-Schloop contó con documentación del Museo Lower East Side Tenement dedicado a esos edificios –similares a los conventillos– en los que se hacinaban miles de inmigrantes.
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