SWAT: el escuadrón demasiado violento para la TV norteamericana que fue éxito en la Argentina gracias a un chiste de Olmedo
Su creador Aaron Spelling quiso sacarse de encima la serie de Steve Forrest cuando crecieron las críticas sobre su glorificación del exceso de violencia policial; Canal 13 la probó al aire en 1976 después de despedir al cómico y quedarse de un día para el otro con un espacio vacío en su grilla
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Será acaso por las corridas, o porque sus héroes eran implacables o quizás porque ya desde la presentación aparecían antes las armas que las personas que las portaban, pero S.W.A.T. fue la quintaesencia del policial en la TV. Aunque hacia mediados de la década del 70, la pantalla chica estaba inundada de propuestas sobre uniformados (en nuestro país, aplaudidas y fogoneadas desde el gobierno de facto, en lo que luego se conocería como “la tele del Proceso”), el “escuadrón policíaco” enseguida se desmarcó del resto por una muy bien pensada alquimia entre vértigo y acción. Una fórmula exitosa que, paradójicamente, fue el secreto de su éxito, y también de su prematura cancelación.
La historia de S.W.A.T. comenzó casi por casualidad. En sus inicios fue apenas una idea más para un episodio de la tercera temporada de Los novatos (The Rookies), un proyecto afianzado en el género policial que tenía una legión de fieles seguidores. En él, el grupo protagonista se cruzaba con el teniente Harrelson (ya con la cara de Steve Forrest) durante una toma de rehenes. Aunque estaba claro que el escuadrón ocupaba un lugar secundario, el entusiasmo en los pases previos fue tal que los productores vieron que había potencial para darle a Forrest y compañía su propio programa. Para cuando el capítulo de los novatos se emitió, el piloto de S.W.A.T. ya era una realidad.
No costó demasiado completar el elenco del show: ninguno de los actores era todavía una estrella (algunos tampoco lo fueron después) salvo Forrest, que cargaba con tres décadas de cine y televisión sobre sus espaldas, y Robert Urich (Jim Street), quien a pesar de tener apenas veinte años ya se había dado el gusto de participar de series como Kung Fu o Marcus Welby, y también en películas como Magnum 44.
Vale agregar que fue Burt Reynolds quien le habló a su amigo y productor Aaron Spelling sobre las virtudes de Urich, ya que ambos eran muy buenos amigos desde su paso por la Universidad de Florida. El resto del elenco se destacó más por sus apellidos de ficción que por su trayectoria concreta: Deacon (Rod Perry), Luca (Mark Shera) y T.J. McCabe (James Coleman).
Mi nombre es violencia
La idea de los guionistas era que cada semana el grupo enfrentara amenazas extremas en la gran ciudad, como una forma de lograr la identificación de los televidentes. Terrorismo, crímenes, secuestros, tráfico de drogas, corrupción: siempre pasaba algo que obligaba a los hombres de Harrelson a entrar en acción, llegando precipitadamente en su camioneta negra, que con el correr de los episodios se transformó en un personaje más. Porque como bien rezaba el eslogan: “cuando la gente tiene problemas llama a la policía, pero cuando la policía tiene problemas llama a S.W.A.T.”
Que rápidamente se afianzara en el gusto de la gente tuvo mucho que ver con el signo de los tiempos. En épocas de agitación social, el televidente conservador añoraba tener a mano a los cinco policías expertos en poner orden “caiga quien caiga”. Por eso, la perspicacia de los productores hizo que cada uno de los capítulos aportara un granito de arena más a la utilización de la violencia como principio rector, envuelta en atractivas aventuras coreografiadas al detalle. De uno y de otro lado, porque también los S.W.A.T. terminaban cada dos por tres al borde de la muerte. Eso sí, en el momento justo se salvaban para, a la semana siguiente, volver a empezar.
La serie culminó su primera temporada en medio de una polémica que se potenció con el estreno de la continuación. Diferentes asociaciones en contra de la violencia policial pusieron la mira, precisamente en la clave del éxito de la serie: el uso excesivo de la fuerza. Y tanto se hicieron oír, que promediando la segunda tanda de capítulos quedó claro de que no iba a haber una tercera.
Otras versiones dicen que el prematuro asesinato del show fue un “trabajo interno”. Parece ser que el siempre expeditivo Aaron Spelling consideraba que programas “para toda la familia” podían generar mejores réditos, así que hizo lo necesario para despegar su buen nombre y honor de un espectáculo de esas características.
Mientras tanto, de este lado del hemisferio y aunque parezca increíble, Alberto Olmedo era el responsable de darle a S.W.A.T. un lugar de privilegio en el corazón de los argentinos.
El Negro no puede
El 4 de mayo de 1976 comenzaba en Canal 13 una nueva temporada de El chupete, ciclo de humor capitaneado por el Negro Olmedo. Sin embargo, a la hora señalada, la imagen que devolvió la televisión fue la del locutor Jorge Nicolao anunciando la “desaparición” de Alberto Olmedo. El chiste (que había sido grabado días antes, porque a la misma hora el capocómico se presentaba en el Teatro Astros) duró poco más de un minuto, pero alcanzó para que las agencias de noticias comenzaran a hablar de la muerte del actor, y se generara una verdadera locura colectiva. La humorada terminó con el despido de Olmedo, de sus colaboradores y, por consiguiente, con el levantamiento del programa.
De un momento para otro el canal se encontró con un espacio vacante en el prime time, sin ninguna producción local para ocuparlo. Fue entonces que surgió la idea de darle una oportunidad a esa serie policial que venía tan recomendada de los Estados Unidos. Así, el negrísimo humor del Negro redundó en el debut consagratorio de S.W.A.T. en la televisión argentina y, probablemente, favoreció los cimientos del éxito instantáneo que obtuvo cada vez que fue emitida.
A pesar de las críticas por el exceso de violencia, de una construcción argumental que tendía a repetirse, y a la falta de figuras, el programa dejó una marca muy profunda en la generación que lo acompañó en la década del 70. Por eso, más acá en el almanaque, existieron varios intentos de recrear aquella magia del original.
En 2003 se estrenó S.W.A.T. la película. Samuel Jackson y Colin Farrell le pusieron nuevos bríos al teniente Harrison y a Jim Street. Por ahí también andaban Michelle Rodriguez y Jeremy Renner. Lo curioso del caso fue que Paul Walker había sido tentado para protagonizarla, mientras que a Vin Diesel le habían ofrecido el papel de Deacon. Es decir, que si ambos hubieran dicho que sí, habría sido casi, casi un spin-off de Rápido y furioso.
A modo de homenaje, Steve Forrest hace una pequeña aparición como el conductor de la camioneta, un personaje cuya identidad desveló a los fans durante mucho tiempo. Fue el último papel de Forrest, que decidió cerrar su carrera con la marca que lo había vuelto mundialmente famoso. Todo un símbolo.
Esta película tuvo un discreto paso por las salas, por lo que el proyecto S.W.A.T. volvió a quedar olvidado en un cajón. Al menos hasta 2017, cuando CBS decidió intentar nuevamente con el formato serie. Esta vez, a pesar de las diferencias estéticas y creativas, el programa retomó el “nervio” del original, aggiornado con más presupuesto y nuevas tecnologías. El voto fue positivo, y en octubre de este año se prepara para estrenar su quinta temporada (aquí está disponible en Flow y Movistar Play). También hay una versión china de 2019 (disponible en Amazon Prime Video), que solamente mantiene el título.
Con 37 episodios repartidos en dos temporadas, S.W.A.T. quedó en el recuerdo como una serie única en su estilo. Por su impronta, por sus historias, y por ese tema de apertura que periódicamente resuena en la cabeza de los mayores de 40, acompañado siempre por una sonrisa.
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