Superman: el bueno, el malo, el peor y por qué Tyler Hoechlin es el indicado para llevar el traje del hombre de acero
La nueva serie de HBO Max, Superman and Lois, sorprende en el abordaje que brinda al personaje, ofreciendo nuevos puntos de conflicto pero a la vez respetando su historia de la mano de un intérprete a la altura de las circunstancias
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Se dice que fue el primer superhéroe de la historia, aunque la definición es discutible si se tiene en cuenta que nuestro Patoruzú nació diez años antes y era tan poderosamente heroico como el Hombre de Acero, pero ese es otro tema. Más allá de la necesaria aclaración patriótica, es clave resaltar que la iconografía detrás de Superman -ligada directamente a los dioses griegos- recién completó su círculo virtuoso cuando el personaje pasó del papel a la pantalla.
Ni las viñetas publicadas a partir de junio de 1938, ni los fantásticos cortos animados de principios de los 40, lograron lo que la televisión, el cine, otra vez la televisión, y hoy el streaming pudieron. Como decía la promoción del film de 1978, fue el live action el que nos convenció de que “un hombre puede volar”.
El estreno en HBO Max de la serie Superman and Lois actualiza el mito, incluso para los que la miran de reojo preguntándose: ¿Qué más se puede decir de Superman? Y la respuesta es “mucho”. Porque la propuesta creada por Todd Helbing y Greg Berlanti no solamente se interna en un aspecto del personaje que hasta ahora se había hecho poco y mal, sino que lo presenta a imagen y semejanza del actor Tyler Hoechlin quien, contra todo pronóstico, se revela como uno de los mejores (sino el mejor) en llevar las botas rojas y la emblemática “S” sobre el pecho. Las razones, a continuación.
Un personaje a prueba de balas, y de críticas
Para aventurar semejante definición hay que ubicarse en contexto. No todos los “supermanes” fueron iguales, porque tampoco el personaje se mantuvo incólume al paso del tiempo. Cuando las historietas pasaron a llamarse novelas gráficas, y el mero entretenimiento infantil llevó a que los guiones soñaran con mundos adultos a los que ni el cine ni la televisión se atrevían, los superhéroes evolucionaron hacia otras realidades. Afloraron contradicciones, inseguridades y cuestionamientos, dignos de dos sesiones de terapia semanales.
No se salvó ninguno. Pero en DC, Superman (seguido de cerca por Batman) fue quien recibió mayor atención, y por ende mayores modificaciones. Si hasta murió y resucitó, como una jugada comercial que mantuvo en vilo a los fans de comienzos de la década del 90.
Concatenado a lo anterior está la representación que hizo tanto la pantalla grande como la chica de su imagen. Pasando por alto a George Reeves, que en la década del 50 no hacía mucho más que acostarse boca abajo con una pantalla que se movía detrás para simular el vuelo, los mayores de 40 no dudarán en decir que la unidimensionalidad de Christopher Reeve fue la representación cabal del último hijo de Krypton. Y es que para ese momento lo fue.
Pero visto hoy con ojos sub-20, todo aquello quedó anacrónico: ni el héroe es tan heroico, ni sus proezas pre CGI cortan el aliento. Para este grupo etario, ver la saga de Reeve es casi como ir a un museo, y recorrer sus pasillos con curiosidad complaciente. No niegan lo que fue, pero les cuesta entenderlo. Como será el sentimiento que cuando Brandon Routh quiso repetir el mismo estilo en Superman regresa (Superman Returns, 2006) fue defenestrado. Aunque en este ejemplo vale aclarar que la película era tan floja que no colaboró mucho que digamos a una épica en franca decadencia.
El que sí pudo alzarse como el “Superman de la nueva era” fue Henry Cavill, que protagonizó películas en solitario, se cruzó con el Batman de Ben Affleck en una aventura conjunta que algún día será reivindicada, con la Mujer Maravilla de Gal Gadot, y también con los demás integrantes de La Liga de la Justicia. Sin embargo, más allá de sus méritos actorales, su acercamiento al personaje quedó a mitad de camino, un gran “ni fu, ni fa” que alcanza para una nota digna, pero no llega a emocionar. Ni hablar de sus problemas capilares, como el bigote que le tuvieron que borrar digitalmente en 2017 cuando se dieron cuenta que tenían que rehacer media Liga de la Justicia para que no los crucificaran. O el problema de alopecia cada vez más evidente, que no es propio de un superhombre hecho y derecho.
La televisión intentó una vuelta de tuerca en la década del 90 con Lois & Clark (1993), en plan comedia romántica. Dean Cain como Kent no se tomaba en serio ni a él mismo, y aunque acertó en mostrar por primera vez al hombre por sobre el héroe, no siempre las historias estuvieron en concordancia con la intención.
El siguiente proyecto para la pantalla chica fue Smallville (2001), con Tom Welling a cargo de una versión teen del personaje, previa a su mudanza a Metrópolis. Diez temporadas de tónica adolescente que entregaron a cuentagotas algunos conceptos propios del cómic, como para no apartarse tanto de la línea trazada por el original. Sin embargo siguió sin ser Superman, al menos para los que lo admiraban desde hacía décadas. Todo bien con el temita del autodescubrimiento, pero la historia seducía más a los que en su vida habían leído un cómic del superhombre, que de aquellos fans de la primera (o segunda) hora.
Y cuando parecía que las ideas en torno al Hombre de Acero se habían agotado, llegó la reescritura definitiva de manos de quien menos se esperaba.
¿El mejor Superman de todos?
Es importante aclarar que Superman and Lois no nace como idea propia, sino como un spin-off de Supergirl. Fue en la serie de Warner (disponible en Netflix) donde apareció por primera vez Tyler Hoechlin interpretando al superhéroe. Comenzó como una participación especial durante la segunda temporada, y más tarde se sumó como recurrente en aquellos capítulos en los que Kara Zor El (Melissa Benoist) necesitaba imperiosamente la colaboración de su primo.
Estas primeras apariciones no fueron tan celebradas como se esperaba. Mientras los productores de la serie lo defendían a muerte, los fans inundaron las redes con comentarios tan lacerantes como una tonelada de kryptonita.
Con el correr del tiempo, este Superman fue pieza clave de aquellas historias que atravesaron todas las series del universo televisivo de DC, denominado “Arrow Verso” (Arrow, The Flash, Supergirl, Legends of Tomorrow, y más tarde Black Lightning y Batwoman). Sin embargo no había caso, Hoechlin no gustaba y se encaminaba a ser lo que George Clooney a Batman: la mayor vergüenza en la historia de su protagonista. Sin embargo, Superman and Lois llegó para cambiar todo eso.
Por lo pronto, la serie que acaba de estrenar HBO Max encuentra al héroe inmerso en una nueva realidad, casado con Lois Lane (Elizabeth Tulloch, también heredada de Supergirl) y con dos hijos adolescentes, los mellizos Jonathan (Jordan Elsass) y Jordan (Alex Garfin).
Un involuntario regreso a Smallville y la pérdida de sus trabajos en el diario El Planeta por culpa del inescrupuloso empresario Morgan Edge (Adam Rayner) obliga a la familia a enfrentarse a una realidad cotidiana mucho más difícil de resolver que cualquiera de sus superaventuras.
Así este Superman lidia a partes iguales con su condición de padre, que con los metavillanos de turno (que los hay, y en cantidad), mientras intenta acomodarse a una vida pueblerina que abandonó hace mucho tiempo.
Sin caer en grandilocuencias ni lugares comunes, el desarrollo dramático de Superman and Lois se desplaza por múltiples caminos paralelos, y aunque el protagonista sigue siendo quien lleva la batuta, hay espacio suficiente para que se acentúen las tramas secundarias que protagonizan sus hijos, su esposa; su exnovia y ahora amiga, Lana Lang (Emmanuelle Chriqui), y otra media docena de personajes. Todos tienen su momento, entrando y saliendo en función de la historia, pero siempre con una justificación que aporta a la fluidez del relato.
De igual manera, Hoechlin acomoda su interpretación a las órdenes del guion, ofreciendo a un Superman que, llegadas las circunstancias, puede ser tan humano como impiadoso. Al mismo tiempo eleva a su alter ego Clark Kent, y lo pone en perspectiva con el Hombre de Acero. A diferencia de encarnaciones anteriores, donde el apocado periodista era solamente el disfraz del héroe, aquí se produce una simbiosis entre ambos donde uno no puede existir sin el otro: no hay Superman sin Clark Kent, ni viceversa.
También, y especialmente en el primer tercio de la temporada, se ofrece un punto de vista interesante relacionado a los hijos del matrimonio: ¿Qué harías siendo adolescente si de un día para el otro te enterás que tu papá es el hombre más poderoso del universo? La respuesta no es obvia, y la serie se toma su tiempo para encontrarla y ponerla en discusión.
Con el acento puesto en la familia como núcleo a preservar, Superman and Lois encontró la manera de volver sobre un personaje que va para los cien años, ofreciendo nuevos puntos de conflicto, pero a la vez respetando su historia. Por supuesto, sin olvidar que se trata de una serie de acción y aventuras; y prestando especial atención a sumar todos los guiños que un fanático va a agradecer: desde episodios donde el protagonista usa un traje similar al de las primeras historietas, a nombres de lugares que remiten a los creadores del personaje, Joe Shuster y Jerry Siegel, entre decenas de referencias a las que hay que estar muy atento.
Superman and Lois marca un nuevo comienzo en la vida del héroe, con un actor que ha sabido desmarcarse de sus antecesores para ofrecer la versión más compleja y atractiva que se ha visto del personaje en imagen real. Un mérito que no solo le ha valido una segunda temporada ya confirmada, sino también un lugar bien alto en el podio de los mejores actores que han flameado con hidalguía la capa roja en el firmamento televisivo.
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