Succession: un padre despótico, el heredero que nunca llega y el final de una historia demasiado parecida a la realidad
El primero de los diez episodios de la última temporada de la exitosa serie, inspirada por la familia Murdoch, se verá esta noche por HBO y está disponible por HBO Max
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Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Cuando a fines de febrero, el creador de Succession, Jesse Armstrong, anunció que la cuarta temporada de la exitosa ficción de HBO –que se estrena hoy y estará disponible por HBO Max– sería la última no solo fueron sus espectadores los que atravesaron de una manera u otra las cinco etapas del duelo -según la teoría elaborada en 1969 por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross- sino que buena parte del elenco del programa también empezó a experimentarlas. Ellos, que en gran medida ya terminaron de grabar los diez últimos episodios, aún están procesando una despedida que nadie quería -o creía-, que llegara tan pronto ¿Encontrará Logan Roy al sucesor para su negocio que desde el principio de la serie afirma querer? ¿Podrán sus hijos por fin crecer lo suficiente para hacerse cargo de sus propias vidas? y ¿El romance platónico entre Tom y el primo Greg florecerá en medio del caos?
Son todos interrogantes que deberían tener respuesta cuando se emita la última escena del décimo episodio de la satírica ficción que esta noche emprenderá su última vuelta con la familia Roy -y sus satélites- divididos en dos bandos enfrentados: de un lado el patriarca, que se aferra a su trono; por el otro, sus rebeldes hijos menores, decididos –ahora sí, una vez más, para siempre– a ganarle a papá.
“La verdad es que todavía no siento que sea real. Hubo muchos ‘últimos días’ en el set y me emocioné varias veces pero sobre todo cuando recordé una charla que tuve con Sarah (Snook) durante la tercera temporada. Ella estaba hablando con Nicholas (Braun) y cuando me sumé a la conversación me dijo: “Estábamos hablando de que nunca más volveremos a formar parte de un elenco. Jamás nadie nos va a juntar para hacer una escena juntos”. Fue como si me hubiera dado una piña en el estómago. Pero en ese momento también pensé que todavía teníamos tiempo para preocuparnos por eso. Pero me equivoqué y en mi última escena me acordé de esa charla y me derrumbé”, dice Kieran Culkin durante una charla por Zoom con un grupo de periodistas de la que participó LA NACION.
Al actor que interpreta a Roman Roy, el hijo menor de la familia, le cuesta hablar en serio. Se ríe de sí mismo más que de los demás aunque cuando se le pregunta su opinión sobre la falta de reacción que tuvo Brian Cox ante el final de la serie, el espíritu del bufonesco Roman sale al ruedo para apuntar al actor que hace de su papá en la ficción. “Es un versero. Te aseguro que internamente estaba conteniendo las lágrimas para soltarlas después. Excepto que, como se trata de él, probablemente le salieron como pequeños ataques de diabética ira”, detalla Culkin, despiadado –Cox es diabético– como el personaje del que evidentemente le está costando despegarse.
Roman es un personaje único, como aporta elocuentemente J. Smith Cameron, la actriz que interpreta a la intrigante Gerry. “Un poquito repelente e irresistible al mismo tiempo. Y así fue como se metió bajo la piel de Gerry”, dice la intérprete, que como su compañero de escena todavía está acostumbrándose a la idea del final del programa.
“Nos fuimos enterando de manera gradual porque creo que ni Jesse estaba seguro de que sería la última temporada cuando empezamos a grabarla. Pensamos que era una posibilidad pero teníamos esperanzas de que no fuera así. Pero cuando vimos que la historia de Succession se estaba terminando fue durísimo. Creo que todos estábamos desconsolados porque sentimos que nuestros personajes tenían mucho más para dar. Pero, al mismo tiempo, tengo confianza absoluta en Jesse: él sabe cómo atar los cabos sueltos. Su decisión de hacerlo ahora tiene que ver con garantizar la calidad del relato. Es algo admirable y al mismo tiempo no deja de ser triste”, explica Cameron que admite que no puede revelar nada del final, no por instrucciones de HBO sino porque no sabe qué pasará. “Hubo reescrituras de último momento, cosas que se agregaron, otras escenas eliminadas y hasta líneas de diálogo que dije que no sé si quedaron en el corte final o si la edición cambió el sentido de los textos. Nunca se sabe, así que veré el episodio final al borde de la silla, como el resto del mundo”, concluye Cameron, que formó parte esencial de lo que hizo de Succession una serie inolvidable, un hito televisivo a la altura de The Wire y Los Soprano salido de HBO. Como aquellos ciclos señeros, presentó un nuevo antihéroe imposible de olvidar. Y de odiar.
Brian, el gruñón
“Esta fue una de las mejores experiencias de mi carrera. Sería muy descortés negarlo: fue un papel fantástico, un personaje que disfruté mucho. Me resultó un placer conocerlo y meterme en su piel. Desde el punto de vista artístico fue muy emocionante. Es un gran papel en muchos sentidos y claramente también en el impacto que tuvo en los espectadores. La audiencia está completamente fascinada con Logan. No saben si odiarlo o amarlo. La mayoría dice que es un hombre horrible pero no se le pueden resistir. Personalmente no creo que sea un hombre horrible sino que es un tipo incomprendido. Me parece que para proteger lo que tiene debe cometer actos horribles. Lo único que quiere es encontrar a un sucesor para su negocio en el seno de su familia”, dice Cox con ese tono de voz entre imperativo e irritado que durante cuatro temporadas le prestó a su personaje. Según el actor escocés, Logan nació malhumorado, pero que tiene suficientes motivos para vivir en permanente estado de bronca.
“Logan nunca fue feliz. No sabe lo que es la felicidad y eso es muy triste. Toda su vida fue una lucha y eso lo llevó al éxito, pero ese nivel que alcanzó tiene un costo. Eso es lo que vimos durante todo el programa y también cómo afectó a sus hijos”, reflexiona el actor quien, al igual que su personaje, es directo y, a diferencia de muchos de sus colegas, durante las entrevistas dice exactamente lo que piensa. Así sea que esté hablando del estado del mundo (“vivimos en tiempos sombríos y elegimos a personas espantosas como Donald Trump para que nos gobiernen”), el patriarcado (“estamos asistiendo a sus últimos estertores; está claro que el patriarcado no funciona y tenemos que cambiar las cosas. Tenemos que rescatar a las mujeres de Irán y Afganistán y asegurarnos de que tengan derecho a hacer lo que quieran”) y de criaturas ficcionales como los hijos de Logan, a los que desde el principio se nombra como “los chicos”. Toda una declaraciónde parte de los guionistas, que hicieron del recurso de infantilizar a Connor (Alan Ruck), Kendall (Jeremy Strong), Shiv (Sarah Snook) y Roman (Culkin), una de las virtudes de Succession. Y también el mejor efecto colateral de la ambición del personaje de Cox, que –haciéndole honor a su criatura– se niega a probarse a ese sayo.
“A cierta edad eso de culpar a los padres por los errores cometidos como adultos ya no corre. Por supuesto que podés culpar a tus padres por muchas cosas pero si seguís haciéndolo, si seguís diciendo: “oh, esto es porque mi papá hizo tal cosa o dejó de hacer la otra” no estás asumiendo responsabilidad por tu propia vida. Eso está mal. Estos chicos tienen que hacerse cargo de quiénes son y no lo hacen, francamente. Así que no creo que Logan tenga la culpa”, se ofusca el actor, que ya de salida sigue defendiendo a su personaje como el primer día. O tal vez él también, como sus compañeros de elenco y el resto del mundo, ya haya empezado el proceso de duelo. Aunque en su caso todo sea un permanente estado de ira.
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