Succession: un final de temporada a la altura de la excelencia de la serie que dejó pistas sobre lo que vendrá
Anoche, la ficción de HBO se despidió con un episodio que promete grandes cambios para la cuarta temporada a grabarse hacia mitad de 2022
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“¿Cómo nos sentimos por matar a papá?”. La pregunta de Shiv (Sarah Snook) hacia el final del último episodio de la temporada de Succession fue no solo un aglutinante de sus sentimientos conflictivos y los de sus hermanos Kendall (Jeremy Strong) y Roman (Kieran Culkin), sino también un buen resumen de todo el programa. Después de todo, la comedia dramática creada por Jesse Armstrong sobre la familia Roy, un grupo disfuncional y récord Guinness de traiciones cruzadas, desde el comienzo le da vueltas a la idea -apenas en el límite de la metáfora- de tomar el lugar del patriarca, aun cuando él no parece estar dispuesto a ceder el trono a sus herederos. Y, de hecho, lo que demostró el capítulo que cerró la tercera temporada es que contra las cuerdas y avizorando tener que ceder algo de su poder, Logan (Brian Cox) prefirió vender y desarmar su compañía antes de tener que traspasarla a alguno de sus hijos. Entonces, más que contestarse qué sienten por matar a papá, los hermanos Roy se dan cuenta que, una vez más, los vencidos son ellos.
“Les gané”, dice Logan en la secuencia final con su insulto preferido incluido -a esta altura traducir fielmente sus “fuck”, es imposible e innecesario-, mientras Kendall, Shiv y Roman descubren que a pesar de su alianza su padre siempre está varios pasos por delante de ellos cuando se trata de traiciones y puñaladas por la espalda.
La postergada tercera temporada de la ficción de HBO honró la espera -provocada por la pandemia-, de sus pacientes espectadores con nueve episodios de una calidad inusitada incluso para la serie ganadora del Emmy a mejor drama. Desde el primer capítulo con Kendall decidido a ser el salvador y reservorio moral de la familia y la empresa hasta el episodio que cerró la tercera temporada y dejó el campo de batalla lleno de heridos para la anunciada cuarta, la historia no dio respiro. Y tampoco lo tuvieron sus brillantes actores, cada uno de ellos a la altura de las exigencias de sus personajes.
Si todo comenzó con Strong haciendo equilibrio entre los delirios de grandeza de Kendall y su paralizante inseguridad, luego llegó el turno de Snook, cuya interpretación de la tensa Shiv alcanzó su punto más alto de la temporada cuando, enterada de la última maniobra de su padre para dejarla afuera de la carrera por el mando, expresó su sorpresa, furia y desilusión sin decir una palabra. Y hasta el locuaz Roman de Culkin se desarmó de toda su pose ante la posibilidad de haber cometido el peor de los errores al aliarse con sus hermanos en contra de papá.
La intriga del anteúltimo episodio con Kendall con la cabeza dentro del agua, un aparente intento de suicidio frustrado, inundó todos los caminos narrativos del final. Del exultante cruzado de los primeros episodios de la temporada a la sombra de sí mismo que circuló como alma en pena en éste, el efecto de sus acciones provocó la escena de su confesión tan postergada y el consuelo tan necesitado de sus hermanos. Que todo ocurriera junto a los tachos de basura, detrás de la esplendorosa mansión italiana en la que se estaba casando su madre, con Kendall desde el suelo, demostró el altísimo costo de enfrentarse al padre. “Estoy hecho pedazos”, decía Ken llorando, mientras Shiv y Roman se debatían entre alivianar su carga y hacerlo partícipe de la crisis inminente.
Una crisis provocada por una nueva corazonada de Logan, siempre dispuesto a creer solamente en sus instintos, que lo llevó a considerar la venta de su emporio sin tomar en cuenta los deseos de nadie más que los propios. Aunque esta vez sus razones fueran válidas, sus métodos resultaron tan horribles como siempre. ”Hagan su propia pila de dinero”, vociferaba el personaje frente a sus atónitos hijos que por diseño, el suyo, son incapaces de pensar más allá de lo que les toca heredar.
Una de las características más sobresalientes del programa es su atención a los personajes secundarios, a los parásitos que se alimentan de los restos que los Roy dejan a su paso. Y entre ellos, claro, los magníficamente pusilánimes Tom (Matthew MacFadyen) y el primo Greg (Nicholas Braun), siempre dispuestos a recibir los golpes de la familia, a ser sus chivos expiatorios preferidos, su sociedad es una de las más raras, graciosas y ¿exitosas? de toda la trama. Un festival de momentos incómodos y frases hilarantes a los que MacFadyen y Braun siempre le exprimen hasta la última gota como se vio en el episodio final.
“Estás cerca de convertirte en el príncipe más extraño de Europa”, le dice Tom al primo Greg cuando parece que su intento de conquistar a una aristócrata está funcionando, uno de los tantos delirios del personaje que suele vivir de uno en otro, alimentado por su peculiar vínculo con Tom quien hacia el final del episodio le propone hacer “un trato con el diablo”, que lo cambiará todo de cara a la cuarta temporada. Que cuando llegue -se empezaría a grabar en junio 2022-, tal vez sea en un escenario totalmente distinto al que se vio hasta ahora. Sin empresa por la que pelearse, sin sillón por disputar, sin sucesor por elegir, el destino de los Roy es una página en blanco. Aunque rápidamente cubierta de insultos, por supuesto.
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