Streaming: Foodie Love desperdicia las posibilidades románticas del arte de comer y beber
Foodie Love (España/2019). Creadora: Isabel Coixet. Elenco: Laia Costa y Guillermo Pfening. Disponible en: HBO (los viernes, a las 19.30) y en HBO Go. Nuestra opinión: regular.
La primera serie producida en España por HBO tiene el sabor de cierta moda intelectual en la que el viejo y maravilloso arte del romanticismo se oculta y trata de disimularse a través de algunas manías posmodernas. De la mano de la premiada y muy activa Isabel Coixet, Foodie Love parte de lo único que aparece sugerido sin necesidad de dar demasiadas explicaciones en toda la historia: gracias a la operatividad de un algoritmo, dos personas conciertan una cita desde una app utilizada por solos y solas que al mismo tiempo son amantes de la comida.
Ese hombre y esa mujer que tienen a la gastronomía como único elemento en común y están decididos a romper la soledad a través de un encuentro a ciegas no tienen nombres propios. Pero desde el primer momento se empieza a construir entre ellos una química extraordinaria, mérito del inmenso talento de los dos protagonistas, la catalana Laia Costa y nuestro compatriota Guillermo Pfening, que conserva el acento argentino pero muestra al hablar el comportamiento de alguien que hace bastante tiempo reside en España.
Ambos son un prodigio de intuición y perspicacia interpretativa. Saben cómo y cuándo hablar, y manejar los silencios. Los dos gesticulan y se mueven con ejemplar destreza en el espacio ínfimo de la mesa de una cafetería de autor situada en Barcelona, aunque la acción podría ubicarse sin problemas en cualquier capital del mundo con una población cosmopolita habituada a compartir ese tipo de hábitos.
Ese encuentro inicial será el primero de muchos y esa rutina marcará el ritmo central de la narración. Irán del café a un bar de cócteles y así sucesivamente, abarcando todas las posibilidades gastronómicas. A Coixet le interesa sobre todo poner en escena ese tablero con preguntas sobre las distintas posibilidades de un vínculo amoroso, ligadas en todo momento al acto de comer y beber en distintos ámbitos y situaciones. La soledad y el encuentro siempre estarán aquí atravesadas por ese tamiz.
Hay un atractivo potencial muy visible en ese intento de acercamiento que tan bien nos sugieren los dos protagonistas del relato. Costa y Pfening lucen tan bien dispuestos y tan convencidos que nos contagian de inmediato las ganas de saber cómo podría evolucionar esa relación, sazonada con los ingredientes que surgen de su identificación con sabores o aromas. Pero Coixet de inmediato nos frustra esa posibilidad con una puesta que también desde el vamos le pone sin necesidad un corte al vuelo de ese juego de seducción.
No hay aquí lugar para la elipsis o la sutileza. Costa y Pfening hacen un esfuerzo notable para invitarnos a descubrir todo lo que pasa por la conciencia y el corazón de dos solitarios abiertos a una nueva oportunidad en el amor, pero Coixet derriba ese hechizo con explicaciones sobreentendidas y redundantes en cada paso del menú. Cada cosa que sugiere un personaje queda explicitada inmediatamente con un plano que las ilustra, las comenta y las justifica al mismo tiempo. O bien se usan globitos característicos de las historietas, otro modo de recargar sin necesidad cada explicación.
Una pena: el plato que dos espléndidos intérpretes preparan con sinceridad, nobleza y esmero se transforma sin necesidad en un desabrido menú a la carta al gusto de los más pueriles manuales de psicoanálisis. Lo que en España llaman "postureo", una actitud de pose permanente que oculta las motivaciones verdaderas detrás del esnobismo y la pura apariencia.
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