Stranger Things, un final inquietante y la búsqueda incansable de Netflix para seducir a los usuarios
La cuarta temporada de la serie, cuyos últimos dos capítulos se estrenaron el viernes 1, refleja las búsquedas de la plataforma de streaming
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“Esto es solo el principio, el principio del final”, le dice Vecna, el villano de la cuarta temporada de Stranger Things a Eleven, su heroína, en uno de los pasajes más intensos de los dos últimos episodios de la serie que Netflix estrenó el viernes. La frase de póster se refiere a la trama de los capítulos repleta de terror, dolor, desencuentros y emociones tan turbulentas como los sentimientos de sus protagonistas adolescentes.
Aunque después de ver los 225 minutos de los de últimos episodios resulta evidente que la frase también dice mucho sobre el impacto de la serie creada por los hermanos Duffer que va mucho más allá de su narración. De hecho, con la nostalgia y el relato juvenil como estandarte -con su cuarta temporada completa-, Stranger Things se transformó en el más acabado representante del presente de la plataforma. A diez años del estreno de su primera ficción original, la poco recordada Lillyhammer, y a nueve de su primer gran éxito, House of Cards -que por su relación con Kevin Spacey muchos en la plataforma prefieren olvidar-, hoy Netflix está más cerca de las ambiciones de la TV abierta y las películas tanque de Hollywood que de las series de alto vuelo creativo que, emulando a HBO, intentó en sus comienzos como productor de contenido propio.
Con la industria del cine golpeada por la pandemia y asediada por las cada vez más reducidas ventanas entre la exhibición en las salas de cine y los estrenos en las plataformas de streaming, Stranger Things ejemplifica el camino alternativo que el servicio eligió seguir aun después de la pérdida de suscriptores que experimentó recientemente. El éxito de la nueva temporada de la serie -según la medidora de audiencias Nielsen, durante su fin de semana de estreno los primeros siete episodios superaron los 66 millones de minutos de visionado solo en los Estados Unidos-, confirmó esa senda. Cada vez más lejos de los contenidos de nicho o la híper segmentación del público, Netflix apunta al suceso por consenso. Y de la mano de los hermanos Duffer y sus criaturas lo consiguieron aunque, como en su ficción, ese triunfo llega haciendo algunos sacrificios.
Advertencia: a partir de aquí aparecen detalles específicos de la trama que incluyen spoilers
Con una extensión casi cuatro horas, el octavo y noveno episodios propician algunas secuencias repetitivas que aunque están en línea con el intento de explicitar todo para que el público no se pierda nada de la trama al mismo tiempo la debilitan, dejando poco para la imaginación de los espectadores. Cuando todo se explica en exceso, la historia pierde el brillo y la frescura que sus personajes sí sostienen a capa y espada. En algunos casos, literalmente. El ritmo de los episodios, de hecho, funciona tracción a las emociones de las muchas batallas que deben enfrentar por separado, una herramienta narrativa que en esta oportunidad abrió tres líneas del relato con diferentes grados de acierto.
Por un lado, está la acción que transcurre en Hawkins impulsada por las vivencias de Max (Sadie Sink), Lucas (CalebMcLaughlin), Dustin (Gaten Matarazzo), Nancy (Natalia Dyer), Steve (Joe Keery) y Robin (Maya Hawke), a los que se suma Eddie (Joseph Quinn), el inesperado héroe de la temporada. Entre los traumas del pasado, unas muertes violentas e inexplicables y las experiencias típicas de la adolescencia, esa línea narrativa logra atrapar el interés del espectador en todo momento. La actuación de Sink como la perturbada y solitaria Max y los lazos de amistad que forman los personajes de Keery, Hawke, Quinn y Matarazzo, sientan las bases para los mejores momentos de la temporada. Unos pilares que se tambalean un poco cuando la trama se traslada a la prisión perdida en la tundra soviética en la que Hopper (David Harbour) apenas sobrevive con la ayuda de un guardia que espera una recompensa económica por sus esfuerzos. Cuando Joyce (Winona Ryder) y Murray (Brett Gelman) lleguen al rescate, los fanáticos tendrán por fin el esperado momento romántico en medio de un plan de escape que sale tan mal como se podría esperar.
Y en términos sentimentales, cuando la historia se concentra en Eleven (Millie Bobby Brown), Mike (Finn Wolfhard), Will (Noah Schnapp) y Jonathan (Charlie Heaton), la temporada encuentra su corazón. La lucha de la joven superpoderosa por romper con las ataduras de su pasado digitado por el siniestro doctor Brenner (Matthew Modine) y la aceptación de su esencia emocionan pero donde el guion se eleva más allá de lo esperado es en las escenas en las que Will debe lidiar con sus sentimientos por Mike, su vínculo con Eleven y esa sensación de “ser un error”, esa línea que desliza en su confesión/pedido de ayuda/sacrificio amoroso.
Con sus homenajes al cine de terror de los años ochenta y la cuidadosa construcción de su propio universo narrativo, esta temporada los Duffer se dieron el gusto de construir suspenso al poner en peligro a todos sus personajes centrales. Como sucedía con los de Game of Thrones, los seguidores de Stranger Things ya saben que ningún personaje está a salvo, especialmente si son relativamente nuevos en la historia o no pertenecen al núcleo fundacional integrado por Mike, Eleven, Dustin, Will y Lucas. Así, a medida que se desarrolla la trama de los últimos dos episodios, la tensión crece cada vez que alguno de los personajes hace una declaración que suena a despedida, asevera que “ esta vez las cosas podrían no resultar” o resulta demasiado bueno para seguir vivo. Ese nivel de expectativa e intriga aportan el impulso que la historia necesita para seguir adelante y hacia la quinta y última temporada que además de cerrar el relato supondrá una nueva bisagra para la marcha de toda la plataforma.
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