Stranger Things 4, volumen 2: muertes, reencuentros, una batalla sangrienta y qué esperar del explosivo final de temporada
La popular serie de Netflix estrena este viernes los últimos dos episodios de su cuarta entrega
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Hace un mes, el final de la primera parte de la cuarta temporada de Stranger Things (es cierto, parece un trabalenguas), dejó al elenco de protagonistas diseminado a lo largo de un mundo que no deja de expandirse. Y los últimos dos episodios de esta temporada, que mañana se encontrarán disponibles en Netflix, prometen un final verdaderamente explosivo.
¿Peligran las suscripciones en Netflix?
Hace pocos días comenzó a circular por redes sociales, un curioso aviso redactado por muchos seguidores de la serie, en el que advierten que la posible muerte de Steve Harrington (Joe Keery) en el final de temporada, desencadenaría una baja masiva en la suscripción al servicio de streaming. Claro que esto no es una amenaza, sino la divertida súplica de millones de fans encariñados con el que quizá sea el personaje que más ha crecido en la historia.
Nacido como un villano de poco vuelo, pero luego reformulado como pícaro antihéroe hasta convertirse en un héroe clásico, Steve es la cara de uno de los arcos que integran la actualidad de Stranger Things. En dicha trama, él se une a Nancy (Natalia Dyer), Robin (Maya Hawke), Dustin (Gaten Matarazzo) y otros de los chicos, para derrotar al terrible Vecna, un monstruo que habita en esa dimensión paralela conocida como “Upside Down”. Este ente, cuyo origen lo emparenta a Eleven (Millie Bobby Brown), comenzó un raid de asesinatos en Hawkins que nunca pudieron ser debidamente esclarecidos por su naturaleza sobrenatural.
Steve se convirtió en un líder improbable, un personaje que lejos del egoísmo de sus primeras apariciones, construyó una relación entrañable con varios de sus compañeros: confidente de su amiga Robin, cómplice de Dustin, y repleta de idas y vueltas con Nancy, un viejo amor que amenaza con tener revancha.
Otro de los integrantes más importantes de ese grupo, es Eddie (Joseph Quinn), un outsider que reúne varios de los clichés de la época, y del prejuicio alrededor de algunas formas de ocio. Tremendamente extrovertido, tiene gustos de nicho: lo apasiona el heavy metal y el juego de rol Calabozos y dragones, placeres de pocos que la sociedad tilda de sectarios (algo que hoy tiene su correlato, por ejemplo, en los videojuegos). A Eddie no le interesa encajar, y por ese motivo, se convierte en el culpable perfecto a quien cargarle las inexplicables muertes que suceden en Hawkins.
Al igual que lo que sucede con Steve, el público confía en que Eddie también sobreviva, y una sola imagen suya del último avance, empuñando su guitarra en el Otro Lado, alcanza para alimentar el entusiasmo que los fans tiene por este gran personaje.
Eleven, Finn y la necesidad del reencuentro
Novios desde pequeños, Eleven y Mike (Finn Wolfhard) sufrieron encuentros y desencuentros constantes. Unidos a través de un amor que se forjó en la niñez, la adolescencia los encuentra ante los obstáculos que supone una relación a distancia. Y la aparición de una nueva amenaza los separa una vez más.
Luego de perder sus poderes, Eleven acepta que debe recuperar esos dones que llegó a considerar una maldición, y por eso acepta someterse a nuevos experimentos. De esa manera, ella sufre el reencontrarse con el doctor Martin Brenner (Matthew Modine), el hombre al que consideró un padre. Una vez más, la adolescente debe luchar contra las manipulaciones de Brenner, aceptando que él forma parte de su crianza y del origen de sus poderes. Pero para Eleven, lo más importante es volver junto a sus amigos, parte esencial de su vida y quienes le refuerzan esa condición humana que la aleja de un pasado de laboratorios y experimentos. Mientras tanto, a muchos kilómetros de distancia, Mike también está buscando a su novia incansablemente, junto a Jonathan (Charlie Heaton), Will (Noah Schnapp) y Argyle (Eduardo Franco, otra notable incorporación).
Sin lugar a dudas, la saga de Eleven y Mike merece algo que se parezca, al menos, a un final feliz. No hay que olvidar que, en parte, el origen en las aventuras de estos personajes estuvo en la necesidad de Mike por cuidar de Eleven cuando ella apenas descubría el mundo exterior. Por ese motivo, el público espera con ansias un reencuentro entre ambos.
El largo camino a casa
Luego de un exhaustivo peregrinaje, que incluyó tiroteos, peleas, vuelos y hasta un aterrizaje forzoso, Joyce (Winona Ryder) pudo encontrar a Jim Hopper (David Harbour). Atrapado en un gulag, el exsheriff de Hawkins forjó una inesperada alianza con Dmitri (Thomas Wlaschiha), uno de sus carceleros. Luego de enfrentar (o mejor dicho, escapar) de un Demogorgon, Hopper pudo sobrevivir al caos que se desató en esa cárcel, sin saber que la responsable de todo era Joyce. Y ante todo pronóstico, la pareja se reencontró, aunque ambos tienen por delante un desafío mayor.
Varados en Rusia, Hopper y Joyce deberán regresar a Hawkins, en donde se desarrolla una guerra de la que no saben absolutamente nada: la que los jóvenes protagonistas llevan adelante contra Vecna. Y ante ese interrogante, el cómo volver puede que sea el eje del conflicto. Teniendo en cuenta que Jim llegó al gulag a través de una explosión que se vincula con el Otro Lado, quizá ellos encuentren una brecha que les permita viajar de Rusia a Hawkins, atravesando un verdadero infierno de demogorgons y otras criaturas de la tenebrosa fauna local. Otra opción es que en el gulag se esconda un mal mayor que Hopper deba desarticular, antes de volver a su pueblo natal (¿quizá en la próxima temporada?).
La riqueza de un universo anclado en los ochenta
El de Stranger Things es un fenómeno que, dentro y fuera de pantalla, encierra una encantadora paradoja. Transcurre en el pasado, pero hace eco en el presente, y aunque se emite por una plataforma streaming, logra reunir al público como si fuera una vieja emisión televisiva.
La serie de los hermanos Matt y Ross Duffer retrata de forma inmejorable esa hermosa melancolía que dejaron los ochenta, ese recuerdo embellecido de una época que transcurrió entre himnos pop, colores flúor y patios de comida. Hay un lenguaje universal en Stranger Things, que si bien está claramente anclado en la sensibilidad de ese período en Estados Unidos, logra traspasar fronteras y sumergir a los espectadores en unos ochenta que muchos ni siquiera vivieron de forma directa. Como Mad Men, esta serie nos enamora de un pasado que no existió, embelleciendo virtudes y ocultando sus defectos. En otro aspecto, la ficción también invita a repensar el cine de terror de ese período (no es casual el cameo de Robert Englund), e incluso revitaliza aspectos de esa época que no tuvieron ninguna relevancia, como sucedió con la inesperada popularidad de la canción “Running Up That Hill”, de Kate Bush.
Por otra parte, resulta imposible no destacar la ansiedad que este final de temporada despierta en el público. Los fans de Stranger Things, se sabe, no harán nada este fin de semana que no sea ver (y en muchos casos, rever) los últimos dos episodios, que prometen una sesión maratónica de casi cuatro horas. De esa manera, como si fuera un capítulo televisado que el público ve en simultáneo, este final nos devolverá una práctica perdida: la de reunir a millones de televidentes, en un mismo día, para ver de forma ritual el cierre de temporada de su serie favorita.
Sin lugar a dudas, los Duffer lograron hacer de este título uno de esos fenómenos que rompen la pantalla, y se convierten en piezas que definen una época. La pasión de los seguidores se materializa y contagia en forma de tatuajes, remeras, muñequitos y mucho más. Y en un mercado de efímeros éxitos televisivos, Stranger Things logró armar una base sólida de seguidores que sueñan con una época que no vivió y que no deja de reivindicar la importancia de la aventura como género, y de la amistad como motor.
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