Shogun: una visceral y ambiciosa producción al servicio de un relato de notable solidez
La saga de un marinero inglés que cae en las costas de Japón es una poderosa historia sobre cómo un evento fortuito puede inclinar la balanza del destino
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Shogun (Estados Unidos/2024) Creada por: Rachel Kondo, Justin Marks. Dirección: Jonathan van Tulleken. Edición: Maria Gonzales. Elenco: Hiroyuki Sanada, Cosmo Jarvis, Anna Sawai, Tadanobu Asano. Disponible en: Star+. Nuestra opinión: muy buena.
Las tramas que hacen foco en los contrastes surgidos de los choques culturales pueden resultar apasionantes, partiendo de la ciencia ficción y sus viajeros del tiempo que se trasladan a otras épocas, hasta llegar a los dramas históricos, que relatan el arribo de un hombre a un territorio desconocido. A esta última tipología adhiere Shogun, la ambiciosa miniserie de diez episodios que adapta la novela homónima de James Clavell que, a su vez, ya fue llevada a la televisión en 1980 con los protagónicos de Richard Chamberlain y Toshiro Mifune.
La historia transcurre en el siglo XVII, y comienza en el interior de un barco inglés que viaja a la deriva y en el que todos sus navegantes están moribundos, al borde de la inanición. Sin nadie al timón, el navío encalla en las cosas de Japón, en una región especialmente tumultuosa. En ese lugar, la muerte de un poderoso shogun desató un conflicto entre cinco señores feudales que pretenden alzarse con el poder. De esa manera, una guerra a gran escala parece inevitable, y uno de esos líderes, un hombre noble y gran estratega llamado Toranaga (Hiroyuki Sanada), busca prevalecer en ese conflicto armado.
Inicialmente, los guerreros japoneses apresan a los marinos, los someten a malos tratos y castigos físicos. Pero uno de ellos, John Blackthorne (Cosmo Jarvis), logra persuadir a sus agresores de mantenerlo con vida. Blackthorne quiere salvar a sus compañeros tripulantes y sabe que para eso debe demostrar que ni él ni los suyos representan ningún tipo de amenaza para Toranaga. A medida que el inglés se acerca más al círculo íntimo de militares que rodea a Toranaga, él puede demostrar conocimientos y una forma de pensar el arte de la guerra que resulta innovador en el marco del Japón de esa época.
De esa forma, Blackthorne y Toranaga se convierten en inesperados aliados, y el shogun sabe que contar con la ayuda de ese visitante puede significarle ganar una guerra que consideraba perdida. El puente entre ellos, y quien les permitirá surcar la barrera idiomática, será una joven traductora con un pasado muy difícil de resolver, quien también perseguirá sus propios objetivos.
Como una suerte de relato de conquista a la inversa, aquí el protagonista llega a tierras vírgenes no para someterlas, sino para convertirse en esclavo. De ese modo, y muy lejos del John Smith de Pocahontas, Blackthorne es apresado y es víctima de torturas hasta que finalmente puede probar el valor que representa en esa tierra. En esa mirada, ante todo, se encuentra en principal atractivo de esta nueva versión de Shogun, mucho más visceral que la primera adaptación.
Es evidente que en esta miniserie el enfoque está en reconstruir fielmente el Japón del siglo XVII, las complejas dinámicas entre los samuráis, su estricto código de honor, y las lealtades que enorgullecían a los soldados de esa época. Claro que por, otra parte, esas mismas lealtades que son motivo de orgullo, a veces también son causa de vergüenza en caso de respirar la necesidad de desobedecer al líder.
A través del protagonista, que llega a ese nuevo mundo desconociendo absolutamente sus reglas y, de manera equivocada, tratando de imponer su lógica, se produce un diálogo de gran riqueza, y el espectador puede dimensionar la vulnerabilidad que representa ser un extraño en tierra extraña. Sin embargo, poco a poco ese lugar gana en calidez y se convierte en casi un hogar a fuerza de trabar amistades y frágiles alianzas. Y aunque el inglés y el japonés no logran jamás entenderse en una charla, hay un código que supera a todo eso y que tiene que ver con los principios morales.
Los hombres de Shogun se entienden no tanto desde el lenguaje, sino más bien desde una serie de principios éticos que se distinguen desde las actitudes, desde las miradas y un poco también desde algunos desafíos que se apoyan en la necesidad de competir por el orgullo. En ese sentido, la serie establece entre sus personajes un denominador común que no tiene que ver con compartir un mismo país, sino con compartir un mismo código moral. Y aunque Toranaga se lamenta de tener el deber de desconfiar de sus compatriotas, más lo sorprende encontrar en ese extranjero llamado Blackthorne, la llave para una posible victoria.
Bajo este planteo, Shogun se confirma como una serie sólida, que se apoya en una imponente reconstrucción de época, para retratar el enorme valor de las hermandades improbables en los taimados escenarios que preceden a las guerras.
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