Señorita maestra: el éxito infantil que alimentó el mito de una maldición
El eterno retorno -da igual si es mito o no- plantea una idea en la cual los eventos se repiten de manera cíclica y constante. Si se trasladara este concepto al ámbito televisivo, el ejemplo más perfecto por su literalidad sería la historia de Jacinta Pichimahuida, la "señorita maestra".
Cuando en octubre de 1983 debutó su tercera (¿o cuarta?) encarnación televisiva, Jacinta y sus alumnos ya eran parte de la ADN cultural de nuestro país. Creados por Abel Santa Cruz a partir de recuerdos de su infancia, Jacinta ya había pasado por la revista Patoruzú en un puñado de historias que luego fueron recopiladas en el libro Cuentos de Jacinta Pichimahuida. En aquellas primeras narraciones ya se podía encontrar el espíritu de cada uno de los personajes, además de una exacta pintura de la Buenos Aires de principios de siglo XX.
Luego de un breve paso por la radio, en 1966 llegó la televisión. La maestra Jacinta se corporizó en Evangelina Salazar (que venía del éxito de la película Mi primera novia, donde conoció a Palito Ortega) para un programa semanal que se emitía los jueves por canal 9 llamado simplemente Jacinta Pichimahuida. Fue un éxito rotundo que continuó hasta 1968, aunque ese último año Evangelina fue reemplazada por Silvia Mores -la mamá de Mariana Fabbiani-, luego de que esta le ganara el rol a Soledad Silveyra, la otra gran candidata.
La docente volvió a la pantalla del 9 en junio de 1974, esta vez con el rostro de María de los Ángeles Medrano. Si la primera versión había sido un suceso, esta lo fue aún más. Tanto que se convirtió en la única de todas las encarnaciones en tener su propia película: Jacinta Pichimahuida se enamora, dirigida por Enrique Cahen Salaberry, y estrenada el día de Reyes de 1977 en el cine Normandie.
Sin embargo, la versión que quedó más viva en la retina de los televidentes no fue ninguna de estas dos, sino la que se produjo en los albores del último período democrático.¿La explicación? Un elenco brillante, una protagonista inolvidable, una dirección impecable, libros precisos, y una historia de claroscuros que la atraviesa hasta el día de hoy.
Ella, la mejor de todas
Cristina Lemercier fue la encarnación más perfecta de Jacinta Pichimahuida por varios motivos. El primero y evidente surge de la descripción que hacía Abel Santa Cruz en sus historias. Por su forma de ser, por el trato para con los chicos, y por las situaciones que le tocó atravesar (muchas de ellas repetidas en las sucesivas versiones del programa), la actriz nacida como Cristina Noemí Perone encajaba perfectamente con el personaje.
También, porque Lemercier fue Jacinta incluso antes de ser Jacinta. A partir de su amistad con Raúl Ortega -hermano de Palito, con el que se casó en 1968 y tuvo tres hijos-, Lemercier apareció en la primera versión de la novela, la del 66, interpretando a la maestra suplente Fermina Piangetti. Una década después reemplazó como titular a María de los Ángeles Medrano en algunas de las giras teatrales que hacía el elenco. Es decir, fue la única actriz que interpretó el rol en sus tres etapas.
Su compromiso para con el personaje fue tal, que se convirtió en el gran motor de la tercera versión. "Yo diría incluso más que eso -asegura para LA NACION su compañero y amigo Héctor Fernández Rubio, más conocido como el portero Efraín-, ella fue la que llevó el proyecto al canal junto con Abel Santa Cruz. En ese momento estaban todavía los militares, y uno de los interventores de ATC era muy amigo de la familia de Cristina. Por eso en su momento se la relacionó con la dictadura, cosa que era mentira".
En 1982, rebautizada como Señorita maestra, la idea tuvo luz verde. Además de Lemercier y Fernández Rubio (que terminó con problemas de espalda al tener que arquearla y arrastrar los pies para componer a un hombre que lo doblaba en edad), el elenco adulto se completó con grandes nombres de la escena como Patricia Castell, Jorge Barreiro, Romualdo Quiroga, Rey Charol y Nené Malbrán, entre otros. Un lujo para la tele de entonces. Solo quedaba la difícil tarea de encontrar a los chicos perfectos, que encajaran con el imaginario creado por el autor.
"Me hirrrrrve la cabeza"
Varios miles llegaron a las puertas de ATC, sobre la avenida Figueroa Alcorta, para audicionar. Los más memoriosos aseguran que la cola llegaba hasta la Facultad de Derecho, y que tuvo que intervenir la policía para ordenar el caos. Uno a uno fueron pasando, recitaron un texto aprendido previamente y esperaron la decisión de un equipo en el que no solo estaba Lemercier sino también la directora Marta Reguera y la productora ejecutiva Judith Jaroslavsky. Audicionaron 2350 chicos en un solo día. Algunos fueron elegidos inmediatamente, otros tuvieron que pasar dos alternativas más como fue el caso del robusto Omar Lefosse, el más recordado Palmiro Cavallasca. Lógicamente su boleto de entrada fue la manera en que dijo la frase que lo inmortalizó: "Me hirrrve la cabeza".
Laura Tuny, hoy actriz y cantante, recuerda con LA NACION cómo fue el momento en que se convirtió en la rubia Etelvina Baldasarre: "Había que decir una poesía o una canción, no me acuerdo bien, entonces te iban separando en grupos por personajes. No entendía nada de lo que me estaban diciendo. Al final Marta me dijo ‘Vos vas a hacer de Etelvina’, yo no tenía la menor idea de que eso fuera un nombre. Después de eso tuve que averiguar, no solo de qué se trataba sino también quién era esa Etelvina".
Señorita maestra fue la primera versión de la historia en tener una frecuencia diaria, a diferencia de sus predecesoras que eran semanales. Y desde sus primeros programas se convirtió en un éxito de rating, que llegó a superar los 60 puntos. Gracias a ello aparecieron giras teatrales que se extendieron por una década, dos discos con canciones alusivas compuestas por Palito Ortega y un álbum de figuritas hoy inconseguible.
Este ritmo le imprimía una exigencia muy grande al elenco. Los chicos grababan desde el mediodía hasta bien entrada la noche. Esto hizo que muchos tuvieran problemas con su auténtico régimen escolar. Y los que pudieron mantenerlo o adaptarse se enfrentaron a otro problema: el bullying de sus compañeros.
A Laura Tuny le tocó la parada más difícil por interpretar a la rubia soberbia y clasista que ninguneaba al pobre y humilde Cirilo; en otras palabras, la mala más mala de los programas infantiles de entonces. "Yo iba con ruleros al colegio porque en ese momento tenía el pelo lacio, y Etelvina tenía que tener bucles en las colitas. En el recreo siempre tenía no menos de diez chicos que me miraban raro. Pero también en esa época era muy exótico que un chico trabajara en televisión, así que había tanta burla como admiración. Ahí aprendí un poco a aguantar cualquier tipo de burla, a uno lo hace más fuerte y especialmente cuando es chiquito", explica.
Más tarde, el ciclo pasó al Canal 9, recién recuperado por Alejandro Romay. Consciente de los números, el Zar decidio en 1985 reformular la propuesta y realizó una nueva temporada llamada Séptimo grado… adios a la escuela. Si bien el elenco infantil se mantuvo, faltaban varios de los padres que por un motivo u otro no se sumaron. Y detrás de los libros tampoco estuvo Abel Santa Cruz. Conclusión, parecía lo mismo pero no era. El público no compró y el rating se desplomó a menos de la mitad.
La despedida de Jacinta Pichimahuida en televisión llegó de común acuerdo entre Romay y Cristina Lemercier. Fernández Rubio, presente en aquella reunión, la recuerda como si fuera hoy: "Ella le dijo: 'Esto, don Alejandro, no sé cómo remontarlo. Si perdimos tanta audiencia evidentemente es porque la gente ya no cree lo que creyó'. Y Romay estuvo de acuerdo. Ya no era lo mismo. No lo escribía Abel Santa Cruz, faltaba gente emblemática en el elenco, y además los chicos habían crecido. Cavallasca cada vez que tenía un diálogo conmigo o con la maestra tenía que agacharse porque ya nos llevaba una cabeza". Séptimo grado… adiós a la escuela duró solo tres meses al aire.
Pero Jacinta y su alumnado tuvieron una última oportunidad. En 1988, el remozado Teledos repuso los capítulos originales, y captó a un segmento infantil que cinco años antes era demasiado pequeño para haberlos visto. Sin embargo, el devenir de las "blancas palomitas" estaba muy lejos de terminar, porque maestra y alumnos comenzaban recién a transitar un camino de alegrías, sinsabores y tragedia.
Muertes, misterio y la supuesta "maldición" de Jacinta Pichimahuida
Frente a la reciente noticia sobre el mal momento que atraviesa el actor Alejandro Lamarque, muchos medios confundieron los datos y lo situaron como parte del elenco de Señorita maestra, cuando en realidad interpretó a Palmiro Cavallasca en la versión protagonizada por María de los Ángeles Medrano, en los 70.
El error dio pie a que nuevamente se hablara de "la maldición" que atravesó al programa y a muchos de sus actores. La hipótesis -que se subraya en el título de una novela escrita por Lucía Puenzo que a muchos les dejó un muy mal sabor de boca- se apoya en las trágicas muertes de Cristina Lemercier, Julio Silva (Siracusa), y la condena a prisión de Fabián Marcelo Rodrígues (Cirilo).
Si bien la reinserción artística del elenco infantil de Señorita maestra fue menor a la de otros ciclos similares, algunos chicos hicieron lo imposible por mantenerse en el medio. Julio "Siracusa" Silva tenía una notable voz y grandes dotes para el canto. Incluso previo a su paso por el aula de Jacinta había participado en la edición de Festilindo de 1981, la misma que consagró a Lorena Paola. La música eclipsó a la actuación, Silva tuvo su banda de rock under y en sus últimos años había conformado con su amigo Fabián "Cirilo" Rodrígues (por entonces agente de la Policía Federal) un grupo de cumbia romántica.
A dos meses del lanzamiento de su primer disco, el 14 de junio de 2004, Silva cayó abatido por un policía en un máxikiosco de Palermo. Se dijo que junto a un compañero había entrado a robar, y como el arma que le encontraron pertenecía a Rodrígues, éste fue condenado a cuatro años de prisión. Fernández Rubio, que siguió de cerca cada etapa del caso, nunca creyó esta versión y asegura que la realidad fue otra: "Ellos ensayaban con el grupo en un garaje de la avenida Córdoba. Siracusa estaba con un expolicía, al que parece que se la tenían jurada. Entonces queriéndolo matar a él, lo mataron a Siracusa. Después les plantaron el arma de Cirilo, que en realidad estaba a dos cuadras, no con ellos como dijeron. Siracusa era una persona muy honesta, que venía de una familia hermosa. Nunca habría robado nada". Rodrígues salió en libertad a los pocos meses y hoy vive una vida en familia, alejado de la actuación.
Efraín y Jacinta, o Héctor y Cristina, más que compañeros eran íntimos amigos. Al actor todavía se le quiebra la voz al recordar aquel 27 de diciembre de 1996, cuando la actriz falleció después de estar cinco días internada consecuencia de un disparo en la frente. La conmoción general llevó a que se generaran una gran cantidad de teorías. Los medios de la época hablaron desde un intento de suicidio hasta que su marido Raúl Ortega había querido matarla, alimentado por el hecho de que estaban los dos solos en el dormitorio de la actriz al momento del suceso.
Con la voz quebrada por la tristeza, Fernández Rubio cuenta lo que él está seguro que pasó: "Fue un accidente. Ella había tenido una discusión con Raúl Ortega, sacó el arma que tenía en la mesita de luz y quiso tirar un tiro al aire, como la bala no salió se sentó al borde de la cama para revisar el revolver y ahí se disparó. Cristina tenía inmensas virtudes, pero una cosa medio rara con las armas. A los 12 años, el padre le había enseñado a manejarlas por seguridad. Ella llevaba una en la cartera, cuando subía al auto la guardaba en la guantera, y al llegar a su casa la ponía en la mesita de luz. Tenía una obsesión con las armas".
Paradójicamente, la última aparición en pantalla de Lemercier fue en Poliladron, donde interpretaba a una agente que, sobre el final del capítulo, le disparaba a un criminal.
El último enigma de Señorita maestra
Un grupo de Facebook, todavía permite que los fans de Señorita maestra mantengan una fluída relación con sus ídolos. En él se congregan televidentes y actores, ávidos por toda información relacionada al ciclo y a sus protagonistas. Los integrantes del elenco no solo retribuyen cada muestra de afecto, sino que también aprovechan para compartir algunos momentos felices de su presente. Que Andrea "Bibi" Rodríguez y Fernando "Anselmi" Florentín se casaron y tienen dos hijas; que Omar "Palmiro" Lefosse continúa con su maxikiosco de Floresta, es un asiduo de TikTok y pudo volver a recrear su más famoso personaje en versión adulta para una publicidad de útiles escolares para supermercado Norte y Tía; que Graciela "Carmen" Clusó triunfa en el teatro independiente, o que Teresa "Carola" Galati ganó un premio en efectivo muy importante que le permitió vivir durante algún tiempo en Italia, la tierra de su familia.
Además de Gloria Carrá y de Clusó, quien continuó ligada al mundo del espectaculo fue Laura "Etelvina" Tuny. Actriz y cantante, editó tres discos, este año firmó contrato con Warner Chappell Music Mexico, produjo una serie animada que se lanzará en 2021 y se prepara para retomar la actuación. Como se puede ver, nada de maldición y mucho de bendición.
Pero aún queda un misterio por resolver: el destino de los programas. Se dice que en ningún archivo de ningún canal argentino está la serie original completa. Algunos aseguran que todo el material se quemó en un incendio; otros, que los tapes se grabaron encima. De las imágenes originales solo sobreviven algunos fragmentos de baja calidad rescatados por los fans y subidos a YouTube. Sí, en cambio, hay pruebas de su existencia en archivos de emisoras de Chile y Perú. Actualmente, el reto de los fanáticos es poder acceder a ese material único, para que Señorita maestra no quede circunscripto a la memoria colectiva de miles de admiradores, que transitaron sus aulas a la hora de la merienda, y hoy se consideran parte de su historia.
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