Señorita 89: Lucía Puenzo y el fascinante y revulsivo mundo detrás de los concursos de belleza en los años 80
Producida por los hermanos Pablo y Juan Larraín para STARZ PLAY, esta historia coral mantiene en vilo al espectador a lo largo de sus ocho capítulos; LA NACION conversó con la guionista y directora argentina y con Ilse Salas, una de sus protagonistas.
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32 mujeres jóvenes bajan de un avión privado y recorren la pista de aterrizaje con sus tacos eternos, una corona de fantasía y la cinta con el nombre de su ciudad natal atravesada sobre el pecho. Es 1989 y los concursos de belleza en México arrastran el interés de millones de televidentes con la misma fuerza que un Mundial de fútbol. En fila, al frente del grupo, Miss Guerrero, Miss Chihuahua, Miss Oaxaca y Miss Yucatán se roban las miradas. Escondidas y despersonalizadas detrás de una ciudad, vaciadas de sentido y puestas allí para ser consumidas como un trago de verano, sus historias se rebelan con fuerza a lo largo de Señorita 89, la serie de ocho capítulos que STARZ PLAY estrena este domingo.
Sin buscarlo, con el solo objetivo de sobrevivir, cada una de estas participantes comienza a romper el cerco de cristal de una sociedad machista y patriarcal y pone en evidencia el fascinante y revulsivo mundo detrás de los concursos de belleza: un crimen, una muerte inesperada, pactos políticos, pornografía, prostitución, drogas, un quirófano clandestino, trata de mujeres, negocios y una carrera contra el tiempo por lograr ya no coronarse como la más linda del país azteca sino llegar viva hasta el final.
Producida por los chilenos Pablo Larraín y Juan de Dios Larraín, con guion original de Lucía Puenzo, María Renée Prudencio y Tatiana Mereñuk, y dirigida por Lucía y Nicolás Puenzo, Sílvia Quer y Jimena Montemayor, Señorita 89 irrumpe en el mundo del streaming con la historia de Concepción López Morton (Ilse Salas), la matriarca del concurso de belleza más importante de México, y sus chicas.
Concepción oficia de anfitriona en su finca La Encantada de las 32 mujeres que deberán atravesar un difícil entrenamiento de tres meses rodeadas de maquilladores, instructores, docentes e incluso médicos cirujanos. Pero ese mundo de glamour y purpurina de a poco se desintegra y todo lo que queda en la superficie es una realidad siniestra en la que las concursantes, que son apenas una excusa dentro del ocio de la política y el poder, deberán unirse para salir vivas del certamen.
Un caballo de Troya con corazón kubrickiano
El punto de partida de Señorita 89 fue una premisa simple y clara: pensar el mundo de la belleza a finales de los años 80. “Estábamos filmando La Jauría 2 y se acercan los hermanos Larraín a proponerme pensar una serie juntos, para filmar en México”, recuerda Puenzo en diálogo con LA NACION. “Mi primera reacción fue de prejuicio por los certámenes de belleza que todos tenemos y que sigo teniendo”, revela, aunque de inmediato le encontró la vuelta.
“De alguna manera lo que nos sedujo al equipo de mujeres autoras fue el mundo de la belleza como excusa y puntapié para pensar en otras cosas”, explica la realizadora de XXY, El niño pez y Wakolda, que luego remite al mito del Caballo de Troya: “Dentro del mundo de la belleza venía el mundo de los medios y la intención de Televisa, porque obviamente las mujeres jóvenes tenían un lugar fundamental en ese monstruo mediático. Y todo lo que hoy nos escandaliza, en esas épocas estaba permitido era brutalmente así: la cosificación del cuerpo de la mujer, el atropello absoluto y la idea de fábrica de reinas”.
Una vez superado el envoltorio de los concursos de belleza, lo que las autoras encontraron fue desolador. “Esa finca que se ve en Señorita 89, La encantada, es un universo kubrickiano. Por ahí han pasado varios de los presidentes de Latinoamérica, incluido [Carlos] Menem y también [Donald] Trump, entre muchos otros. Han estado en fiestas en las que han ocurrido cualquier tipo de cosas”, revela Puenzo, y confía luego que en La Encantada se tejían entramados de todo tipo: “Políticas mediatas, connivencia con la política, gestión de partidos... Eso era lo que nos interesaba, qué pasaba en ese espacio de ocio del poder que estas chicas eran meros testigos de lo que era esa maquinaria”.
Una anfitriona dulce y atroz
Concepción López Morton es hipnótica. “Ella es suave y revulsiva al mismo tiempo. Es temible y angelada”, describió la autora. Ilse Salas, la actriz mexicana que le dio vida a esta criatura funcional y cómplice del sistema, que al decir de Puenzo “entrega a sus niñas a los patrocinadores sin ningún remordimiento” y que con una dulzura muy fiel a la realidad comete los hechos más atroces.
“Concepción es una mujer ejerciendo el poder patriarcal, y eso ya tiene un mundo de contradicciones para mí”, revela Salas, y dice que esa ambigüedad era muy propia de aquella época. “Era la única manera de hacerse cancha en un lugar dominado por hombres”, agrega, en diálogo con LA NACION. Y si bien aclara que de ninguna manera su creación tiene que ver con Lupita Jones, una Miss Universo mexicana que es dueña de un concurso de belleza -”Le pedí a Lucía muy encarecidamente, y ella por supuesto estuvo de acuerdo, alejarme de lo que pudiera parecerse a ese personaje real”- confía que se inspiró para crearla en muchas mujeres que hoy en día la rodean. “Siento que hay muchas Concepciones. Mi inspiración fueron mujeres que conozco ejerciendo poder patriarcal. Y pensar mucho también en que no conocíamos otra manera de colarnos en esas esferas de poder”, revela.
Sobre el mundo que le tocó retratar, Salas recuerda los concursos de belleza durante su infancia y se reconoce como parte del problema por haber sido una espectadora activa criticando con dureza a las concursantes “de la misma forma que los hombres”. También destaca que hoy entiende a las mujeres y las razones que las llevaron a participar de estos certámenes, y que por eso ya no se atrevería a juzgarlas. Quizá también porque, como consecuencia de su carrera, fue descubriendo la realidad detrás de la ficción.
“Está lleno de secretismos, pero se sabe que pasaban esas cosas muy oscuras y que sí, las mujeres hemos sido -y digo ‘hemos sido’ con la premisa de que tocan a una y tocan a todas- moneda de cambio para transacciones de hombres poderosos”, concluye. “Eso queda al descubierto con la serie, y es shockeante porque, aunque sea ficción, vienen de historias reales que de algún lugar surgieron”.
Un relato coral y feminista
Una historia, ocho mujeres y una variada paleta de realidades. El relato de Señorita 89 lo lleva adelante Elena, una joven universitaria que tiene como tema de tesis la belleza y que se convierte -en la ficción y en la realidad- en la primera profesora de cultura de las concursantes. Sin embargo, cada capítulo se detiene en una participante distinta, en la propia Elena, o en las mujeres que, como Concepción, se volvieron funcionales al sistema patriarcal. Y la belleza, para cada una de ellas, queda en segundo plano.
Para construir cada uno de los personajes, las autoras entrevistaron a muchas de las mujeres que participaron de estos certámenes y que hoy, como ellas, tienen alrededor de 40 años. “Muchas muy valiosas, que venían de todos los estratos sociales, de los 32 estados de México, muchas con el futuro de sus familias sobre sus hombros”, destaca Puenzo, y resalta que todo lo que se cuenta en la serie está inspirado en hechos reales: “Mujeres que escondían hijos pero que los tenían cerca, que tenían encima cirugías, o que decidieron no tener hijos para poder estar en ese universo. O mujeres universitarias que querían ser otra cosa, como es el personaje de Isabel, que simplemente no quiere el futuro que su familia pensó para ellas”. También chicas como Joselyn, que cuentan la historia de las mujeres desaparecidas en Tijuana -los primeros casos, resalta Puenzo, se dieron en 1989- o chicas como Dolores, que representa a las comunidades oaxaqueñas y su fuerte matriarcado.
Si bien la serie es un thriller político de época, Puenzo destaca que es “tremendamente actual”. “Hay veces que para entender ciertas conquistas del presente también es importante mirar un poquito hacia atrás”, reflexiona. “Yo esperaría que sea un entretenimiento lleno de contenido y de preguntas. A mí me pasó eso haciéndola. Me emociona y me conmueve mucho”, se esperanza por su parte Salas. ¿Por qué ver Señorita 89? “Me parece que el entretenimiento que tiene tanto contenido es el mejor de los dos mundos”, señala la actriz. “Yo espero que al verla se hagan preguntas. Como mujeres, la verdad es que es duro. Hay momentos super conmovedores, porque todas hemos estado ahí”.
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