Secretos de Playboy: una serie que expone a Hugh Hefner como un hombre abusivo y manipulador
La producción documental que la señal A&E estrena esta noche abrió una fuerte corriente de debate en Estados Unidos por la cantidad y amplitud de denuncias y revelaciones contra el fundador del imperio Playboy
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Desde que se estrenó en la televisión por cable de Estados Unidos a fines de enero pasado, la serie documental Secretos de Playboy (Secrets of Playboy) está en el centro de la atención mediática por las revelaciones explícitas, la mayoría de ellas desconocidas, sobre casos de abusos sexuales y de poder, daños psíquicos y psicológicos, maltrato, explotación laboral y hasta posibles conductas criminales en el pequeño gran imperio creado y manejado por Hugh Hefner.
De hecho, los dos primeros episodios que se estrenan este domingo 19, a las 22, por la señal A&E, parecen suaves en el tenor de sus denuncias frente a lo que prometen los otros diez que completan esta producción y se irán conociendo cada domingo de aquí al 24 de julio, a razón de dos episodios nuevos por noche. El lanzamiento original tenía una extensión de 10 episodios, a los que se añadieron más tarde otros dos. El interés por la historia y la necesidad de completar algunos testimonios justificaron ese agregado, que en un principio no estaba previsto.
Secretos de Playboy tiene el clásico estilo de los documentales inspirados en historias reales que forman parte de la programación de A&E y, por extensión, de la identidad televisiva de la señal. Aquí se mezclan los testimonios de quienes admiten haber sido víctimas de la conducta depredadora de Hefner, sobre todo en el terreno sexual, junto con dramatizaciones simuladas de algunos de los hechos narrados y denunciados. Las características de la producción y el perfil de la señal impiden un acercamiento más explícito en términos visuales (como la que podría ofrecer HBO, por ejemplo) capaz de acompañar la crudeza de los testimonios. La emisión además se hace en versión doblada al castellano.
La serie se presenta con el propósito de “explorar las verdades ocultas detrás de la fábula y la filosofía del imperio Playboy, a través de una lente moderna”. Ese nuevo enfoque está directamente conectado con el movimiento #MeToo y la deconstrucción de una figura que durante mucho tiempo fue vista como la mayor representación viva de un movimiento que promovía y apoyaba la liberación sexual después de décadas de conservadurismo y represión en la sociedad norteamericana.
En las primeras imágenes de archivo de la serie, Hefner se presenta a sí mismo como el artífice de una gran revolución que promueve un gran cambio de costumbres e incorpora en su buque insignia (la revista Playboy, nacida en 1953) a una serie de secciones, temas, entrevistas y firmas destacadas que acompañan un fortísimo cambio cultural.
Pero detrás de esa cubierta y de las clásicas producciones fotográficas que sirven de ilustración a un mundo de consumo eminentemente masculino, la serie expone sobre todo el ambiente tóxico en el que se desenvuelve el crecimiento y la evolución del imperio Playboy, sobre todo alrededor de la vida en la inmensa casona de estilo gótico de Los Angeles que congrega buena parte de esas iniciativas, así como el comportamiento personal del propio Hefner, fallecido a los 91 años en 2017. Es la famosa “Mansión Playboy”, definida aquí como una suerte de “Disneylandia para adultos”.
Hay crudeza desde la aparición de los primeros testimonios, cargados con algunas denuncias ciertamente incómodas para quienes solo recuerdan a Hefner como un editor astuto y extravagante, defensor de la buena vida y cultor del hedonismo, que se pasaba el día entero sin sacarse jamás su robe de chambre y se jactaba de las múltiples novias simultáneas con las que convivía. Algunas de esas chicas rompen esa visión idílica y hablan de Hefner como un gran manipulador, creador de un entorno tóxico en el que abundan la explotación laboral, las amenazas y las prácticas sexuales forzadas. Le reprochan al fundador de Playboy, entre otras cosas, haberlas arrastrado a situaciones íntimas degradantes y obligarlas a tener relaciones con un hombre que entre otras cosas jamás quiso usar ningún tipo de protección.
Las confesiones iniciales corresponden a Jennifer Saginor y Holly Madison, autoras más tarde de sendos libros que cuestionan y desmitifican la vida en la mansión Playboy. También se anticipa el testimonio de Sondra Theodore, ex esposa de Hefner, especialmente decidida a dejar en claro quién fue en la vida de ella el fundador de Playboy. Particularmente llamativa es la palabra de Saginor, que por ser la hija del médico personal de Hefner prácticamente se crió dentro de la mansión. Su palabra deja a la vista los riesgos a los que se expusieron algunas chicas llegadas como ella a la cercanía de Hefner cuando todavía eran menores de edad.
Madison, en tanto, reconoce haberse encandilado por el paraíso que ofrecía Playboy para quienes como ella soñaban ante todo con triunfar en el mundo del modelaje. Lejos de escaparse de allí, su palabra es la de una chica Playboy que se reconoció víctima de una situación propia del “síndrome de Estocolmo”, que la llevó a permanecer dentro de ese entorno después de haber experimentado allí situaciones que le provocaron visible incomodidad y progresivos daños psicológicos.
En defensa de Hefner aparecen declaraciones de algunos de sus amigos más cercanos, decididos a sostener la inocencia a toda prueba de un hombre que no tenía, desde esa visión, otro propósito que pasarla bien y hacer que los demás vivieran a su alrededor esa misma sensación a través de una interminable secuencia de fiestas, celebraciones y diversión. Nada demasiado diferente a una “gran maquinaria de marketing”, según dice alguna de las chicas que reconoce haber sufrido mucho más de lo que disfrutó en ese lugar, atraída sobre todo por la personalidad carismática y relajada que transmitía Hefner.
En más de un momento se escucha que las jóvenes y bellas mujeres a las que Playboy llevaría por un camino de reconocimiento y popularidad pasaron rápidamente del “sueño del empoderamiento a la degradación”. Es allí donde aparece todo lo que promete mostrar la serie en los episodios sucesivos, desde las llamadas “pig nights”, alusión a las prostitutas de Sunset Boulevard que eran llevadas cada semana a la Mansión para participar de fiestas sexuales secretas, hasta las muertes trágicas de las Playmates Adrienne Pollack (víctima de una sobredosis en 1973) y Dorothy Stratten (asesinada en 1980). Imágenes fugaces de famosos acusados de delitos sexuales como Bill Cosby y Roman Polanski aparecen en el comienzo de cada episodio.
Al menos en sus dos primeras horas, Secretos de Playboy no parece interesado en explorar el efecto de la marca Playboy en la cultura estadounidense o las sucesivas transformaciones a las que quedó expuesta la publicación a lo largo del tiempo, que llevaron a que la imagen y el espíritu de aquellos comienzos desaparecieran casi por completo, tanto como la influencia de la propia revista, hoy ya sin su clásica versión impresa (discontinuada desde la pandemia) y volcada al mundo digital con otro management, bien lejos además del nombre y el espíritu de Hefner.
Todo en cambio parece concentrarse aquí en las denuncias y en las historias de vida, pasadas y presentes, de algunas mujeres que en su momento estuvieron muy cerca del creador de Playboy (al que se lo llega a acusar en algún momento hasta de zoofilia) y sufrieron sus comportamientos abusivos. Eso sí, al final de cada episodio una placa se encarga de aclararnos que la gran mayoría de las denuncias y alegatos sobre delitos cometidos “durante décadas” por Hefner o asociados en algún punto con su figura “no han sido objeto de investigaciones o cargos penales, y no constituyen prueba de culpabilidad”. Alrededor de todo lo que promete salir a la luz en Secretos de Playboy se vislumbra por ahora otra clase de condena.
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